El concepto de que los pagos de carbono pueden utilizarse para conservar bosques se encuentra en el núcleo de las constantes negociaciones que lideran la Conferencia sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas, lo que debería haberse tratado en la reciente Cumbre de Copenhague que finalizó en un rotundo fracaso.
El presidente de Brasil planteó en la cumbre que se requieren 200.000 millones de dólares para poder frenar la deforestación en los principales países. La India y China no están dispuestas a disminuir sus emisiones en función de la demanda y las necesidades de desarrollo de millones de habitantes que viven bajo la pobreza.
Los negociadores evalúan la creación de un marco global para la Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación Forestal (REDD, por sus siglas en inglés). Bajo el esquema REDD, los países en vías de desarrollo que disminuyan sus índices de deforestación serían compensados por los países desarrollados, ya sea mediante la oferta de créditos en un mercado internacional de carbono o un fondo internacional.
Los defensores de este enfoque manifiestan que, de diseñarse el mecanismo en forma correcta, las comunidades dependientes de los bosques podrían beneficiarse de dichos pagos.
La FAO afirma que la deforestación arrasa con 13 millones de hectáreas de bosques en el mundo cada año.