Carlos Podlesch vive en Mainqué desde que nació. Allí están sus viñedos y la bodega que levantó su abuelo en 1927. Es enólogo y, desde hace cuatro años, director de Vitivinicultura de Río Negro. Cuenta que aceptó el desafío porque sus pares lo propusieron. Desde entonces trabaja para darle a la vitivinicultura regional el lugar que merece.
Su familia llegó a la Argentina a principios de siglo XX. Ricardo, su abuelo, vino de Alemania con su esposa Herna, tentado por un familiar ya radicado en la zona. Luego viajaron familiares directos que se radicaron en Villa Regina y Choele Choel.
Ya en el Valle, su abuelo fue contratado como administrador de las tierras de Juan Martínez de Rosas y con los años adquirió sus primeras 35 hectáreas para viña, que luego incrementó comprando 15 contiguas que pertenecían a su primo.
La bodega de Podlesch es una de las más antiguas de la zona: tiene 83 años. Está situada entre Cervantes y Mainqué, cerca de las bardas, donde hoy se concentra gran parte de los viñedos de Río Negro.
Aún está en pie la bodega original, construida enteramente en adobe, a la que se le fueron adosando distintos estilos de construcción que hoy se integran al sector que sólo se usa para hacer sus conocidos espumantes de la línea Bubyland.
"Eduardo, mi padre -cuenta Carlos-, nació en la chacra de Mainqué, la misma en la que yo viví toda la vida y donde está la bodega. La vitivinicultura, de hecho, es patrimonio familiar, que se inició en Alemania y que en la Argentina ya lleva cuatro generaciones. Hubo entre los ancestros alemanes alguien que comenzó a trabajar la vid y evidentemente mi abuelo continuó con la tradición; aun así no sé mucho de mi familia. Mi abuelo era un hombre más bien parco. Trabajaba mucho y ordenadamente, pero no era muy conversador".
En la chacra de Mainqué también vivió un primo de Eduardo, Enrique Podlesch. "Nos criamos junto con sus hijos, Cristina, Joaquín y Alfredo, pero no nos visitábamos con frecuencia pese a vivir a 500 metros, porque mi tío nos obligaba a hablar en alemán. En casa hablábamos en castellano. Mi abuelo hablaba alemán con mi padre, pero mi padre nunca quiso hablar en su lengua materna con nosotros. Aun así, siempre estuvimos muy cerca de la colectividad. Como teníamos una casa grande, se celebraban encuentros con alemanes que venían desde Cinco Saltos hasta Choele Choel. Se quedaban varios días en la chacra. Hacían sus comidas, cantaban, bailaban, jugaban y tomaban cerveza a lo loco, cerveza y todo lo que tuvieran (risas). Era una colectividad muy festiva y alegre".
Ricardo y Herna tuvieron cuatro hijos: Oscar, Raúl, Margarita y Eduardo. Eduardo trabajó junto a su padre en el establecimiento y allí continuó su familia. Se casó con Dominga Carrera y tuvieron tres hijos: Walter Carlos, Héctor y Viviana.
Carlos nació en esa chacra, ya con dos generaciones de historia. Pasó por el colegio San Miguel y luego se fue a Mendoza a estudiar Enología para seguir al frente de la empresa familiar. Se casó con una mendocina, Sara Martina, y regresó a la chacra familiar, donde crecieron sus tres hijos Martín, Eduardo y Carolina. El mayor está culminando sus estudios de Enología en Mendoza, pero ya se integró a la empresa.
Sobre las dificultades de la vitivinicultura regional, Podlesch recuerda en especial la crisis de superproducción de los años 30, la competencia siempre desigual con Cuyo y el tiempo del peronismo". Cuenta que esta región abastecía de vino a toda la Patagonia. "En un momento habían fijado un precio oficial para el vino. Cuando venían a comprar a precio oficial mi abuelo escondía las bordelesas bajo una parva de pasto para después vender a mejor precio a compradores del sur, donde estaba nuestro mercado natural. Los controles no funcionaron nunca; de hecho, cuando se impusieron no hicieron más que fomentar el mercado negro", relata.
El secreto de haber sobrevivido en un medio casi siempre adverso al desarrollo de la vitivinicultura -afirma- es haber trabajado mucho y ordenadamente. "La personalidad de mi viejo ayudó a que nos mantuviésemos en los momentos difíciles; era un tipo que jamás iba a endeudarse por nada. No arriesgaba más de lo que podía".
En la década del 90 Carlos hizo un salto cualitativo e innovó en su empresa. Continuó haciendo vino de mesa pero se abocó a desarrollar espumantes. Desde entonces elabora cinco variedades que comercializa bajo la marca Bubyland, un homenaje a su padre (a quien llamaban "Buby") y a la lengua de sus ancestros.
Sus espumantes han tenido tanto éxito que su emprendimiento crecerá en este sentido. Cree que transitar esta senda es posible. Carlos es -además- un viticultor y empresario apasionado y sabe que este terroir es único para los espumantes. La calidad de los mismos es muy aceptada por los consumidores.
Desde la Dirección de Vitivinicultura "se trabaja en conjunto sin perder la identidad (ver recuadro), en pos de mejorar los vinos base durante las próximas cosechas, y traer profesionales para actualizarnos con nuevas técnicas y metodologías de trabajo", añade Carlos mientras abre las puertas de una nueva temporada que se inicia con sueños renovados para el sector.
Espumantes Para celebrar todo el año del Bicentenario
La Dirección de Vitivinicultura de Río Negro, dependiente de la Subsecretaría de Desarrollo Económico de la provincia, puso en marcha una estrategia de comunicación destinada a la promoción de espumantes locales elaborados bajo el método artesanal champenoise. El director de la Dirección de Vitivinicultura, Carlos Podlesch, y el subsecretario de Desarrollo Económico, Juan Carlos Fiñana, explicaron los objetivos de la iniciativa.
"Todo el año" y "Siempre es el momento" son los eslóganes de la campaña que intenta mostrar los espumantes de las zonas frías a un mercado ampliado, el que tenga como protagonistas a todos aquellos que celebran.
Los espumantes de Río Negro no quieren estar ausentes en las mesas del año del bicentenario.
Fiñana contó que la campaña surgió del sector, que cree imprescindible que los productos que elabora Río Negro tengan la promoción que merecen y que este terroir conquistó desde principios de siglo, cuando se elaboró en Allen el primer espumante de la Patagonia, el legendario Barón de Río Negro de Patricio Piñeiro Sorondo.
Las bondades de esta zona para la elaboración de espumantes de excelencia fue largamente defendida por uno de los referentes indiscutidos en la materia, Alcides Lorente, ex técnico del INTA y quien comandó por años el área de Vitivinicultura de la estación experimental, marco en el que se estudió el comportamiento de cepas emblemáticas de este tipo de vinos, como Pinot Noir y Chardonnay.
En esta campaña participan siete bodegas: Agrestis (Ghirardelli), Humberto Canale (Barzi Canale), Bubyland (Podlesch), Lión Du Val (Tronelli), Patagonia (Muneta), Michelet (Naselli), Valle Lindo (Buglione) y Pirri 1934 (familias Pirri, Siracusa y Tormena). La idea es colocar los espumantes de las zonas frías en condiciones de competir con los mejores del país, un desafío perfectamente posible.
La campaña busca promocionar los espumantes de Río Negro entre los locales y los turistas que transitan la región. Y, por qué no, invitando a que estos espumantes estén presentes en todos los eventos oficiales de la provincia.