Con Euranio Rusconi era un hombre parco, pero muy firme en sus decisiones. Su honestidad y empuje lo llevaron a fundar y participar en varias cooperativas que brindaron servicios a sus vecinos. Su noble tarea, su espíritu de lucha y su vocación por construir lo condujeron a la intendencia de la ciudad en 1962, al frente de la cual continuó esgrimiendo los mismos valores.
Apelando a la memoria de su hija Elvecia Susana Rusconi, se intentó reconstruir los rasgos más salientes de la historia de este hombre que gravitó en el desarrollo de Río Colorado.
Los Rusconi llegaron al país en la última década del siglo XIX; eran de origen suizo-francés. El padre de quien fuera jefe comunal de Río Colorado también se llamaba Euranio y era arquitecto. Falleció cuando era muy joven y la familia, constituida por su madre y ocho hijos, quedó en la miseria. El pequeño Euranio tenía 14 años y debió salir a trabajar para colaborar con la economía familiar. Lo hizo en el taller de su tío y, más tarde, con las máquinas trilladoras que salían a los campos de la zona para cosechar el trigo. A pesar del esfuerzo, nunca dejó de lado los estudios y logró completar la escuela primaria, para recibirse más tarde de modelista mecánico.
Con las máquinas trilladoras recorrió buena parte del país, hasta que en 1933 llegó a Río Colorado. Fue contratado para un trabajo importante y el pago fueron 28 hectáreas de tierra. Parecía un buen negocio, pero con el correr de los días supo que las mismas estaban embargadas. Levantó el embargo con la ayuda de su tío, quien colaboró en el remate para recuperarlas. Euranio se comprometió a devolverle el dinero cuanto antes y con ese propósito se trasladó a Buenos Aires para trabajar en una fábrica alemana como capataz. Pero los coletazos de la Segunda Guerra Mundial también se sintieron en el país y la fábrica cerró sus puertas en 1944.
Euranio Rusconi resolvió retornar a Río Colorado y manejar su establecimiento frutícola. "Ahora voy a manejar yo lo que es mío", se le escuchó decir cuando regresó a sus tierras. Era el inicio de una fructífera actividad en el valle de la colonia Juliá y Echarren.
Amante de los fierros y conocedor de la mecánica, Euranio también participó de competencias automovilísticas a bordo de un Ford T, siendo ésta una de sus grandes pasiones.
Sin embargo en 1948 la desgracia irrumpió en su familia. Una de sus hijas enfermó y falleció poco tiempo después. Tenía apenas 14 años y caló hondo en don Euranio, que a partir de ese momento asumió una actitud arrolladora en los quehaceres cotidianos. Canalizaba su dolor y su bronca en un irrefrenable ímpetu de hacer y hacer. Se involucró al máximo en la Cooperativa de Productores e impulsó la construcción de una bodega, después un galpón de empaque, más tarde un aserradero y un frigorífico.
No conforme con esto fundó la cooperativa eléctrica en colonia Juliá y Echarren, tras conseguir los motores generadores y armar toda la infraestructura. Tal era su conducta que decidió no ponerle energía eléctrica a su vivienda, para que nadie pensara -y mucho menos lo dijera- que lo hizo para su propio beneficio.
Después llegó el turno del agua corriente. Fundó otra cooperativa que, también en la colonia, llevó ese servicio a muchos hogares que lo necesitaban. Observó además que se perdía mucha fruta durante la selección y el descarte era desaprovechado. Por ello, junto a otros chacareros impulsó la creación de la cooperativa de transformación o la juguera, como se la reconoce más fácilmente.
La política tampoco fue ajena a don Euranio, quien primero fue concejal a partir de su participación en la Unión Cívica Radical. Por ese mismo partido se presentó en 1962 como candidato a intendente y el voto popular lo colocó en el sillón municipal. Desde ese sitial mantuvo esa energía de emprender cosas para la ciudad y de gestionar en donde debía hacerlo.
La fachada del actual edificio comunal tiene el sello de don Euranio. Comenzó a levantarse durante su período de gobierno y los moldes clásicos y esféricos de su frente fueron diseñados por el propio mandatario. Recordemos que era modelista.
Su hija no olvida que su padre siempre pasaba las navidades con sus suegros en Buenos Aires. Para cumplir con ese ritual, el viaje se programaba con anterioridad para que no faltara nada. El noble Ford T era atiborrado de nueces, choclos, animales vivos, entre otras mercaderías, y se completaba con los cuatro integrantes de la familia. Esos periplos eran verdaderas aventuras y, en una oportunidad, tardaron una semana en llegar debido a los inconvenientes que debieron afrontar.
Quienes lo recuerdan, resaltan su honestidad y el cuidado del dinero ajeno, a tal punto que sus viajes a Buenos Aires como intendente para realizar gestiones ante las autoridades nacionales los hacía en segunda clase y con el clásico pañuelo al cuello y alpargatas. Además llevaba consigo algo para comer y beber a fin de no dilapidar recursos durante su estadía.
Al llegar a la capital, se ponía el traje que siempre llevaba impecable y marchaba hacia las audiencias que tenía previstas y que usualmente resultaban provechosas para la ciudad. Una vez concluidas las diligencias, don Euranio regresaba a Río Colorado ya sin su traje y en segunda clase, como siempre.
Sin embargo, el destino le tenía reservado otro golpe duro. La muerte de su único hijo varón, a los 45 años, lo conmovió hasta sus fibras más íntimas. "Con la muerte de la primera hija se dedicó a hacer obras a lo loco, pero con la muerte de su hijo se entregó", recuerda su hija Susana.
Por entonces don Euranio tenía ochenta años. Un mes después de la pérdida del hijo varón, falleció. "Siempre repetía: ´Cuando me muera, llevame a Río Colorado´. Le preguntábamos por qué, si toda la familia estaba en Morón (Buenos Aires). ´Porque ahí están mis amigos´, respondía. Y tal es así que está sepultado en un nicho por medio con José Aceto, su mejor amigo, con quien armó la cooperativa de agua", recuerda Susana.
Elvecia Susana Rusconi reside actualmente en Conesa. Cuando se recibió de profesora de Matemáticas, ingresó al mundo de la docencia. Trabajó tres años en Río Colorado y luego en Conesa, donde se jubiló como directora de escuela. Aún sigue dando clases de Matemáticas en escuelas conesinas.
Alberto tanos
Darío goenaga