Ésta es la historia de un hombre con pies inquietos que no se cansó de buscar alternativas en su vida y que marcó un sendero que lo condujo a no quedarse jamás en el tiempo. Actualizarse, conocer, aprender, experimentar y sobre todo trabajar fueron los legados de Arnaldo Kohler, un productor frutícola que no escatimó esfuerzos para generar alternativas de rentabilidad para la producción.
Incansable, sus actividades también abarcaron la política partidaria dentro del radicalismo, la organización gremial de los productores y hasta la dirigencia deportiva en el club Defensores.
Su hija Nilda nos ayuda a conocer un poco más de la atractiva historia de don Arnaldo Kohler. Cuenta que la abuela Paulina Nill había nacido en Rusia pero formaba parte de los llamados "alemanes del Volga", mientras que el abuelo Federico Kohler había nacido en Brasil, de padres alemanes. El apellido "Kohler" en Alemania es muy común y quiere decir "carbonero", de lo que se desprende que sus ancestros habrían trabajado en las minas de carbón. "Algunos familiares que han viajado a Alemania sostienen que los primeros Kohler son de origen austríaco", señala Nilda.
Paulina y Federico llegaron al país y sus familias se instalaron en la zona comprendida entre San Martín y Bernasconi (La Pampa). Allí se conocieron tiempo después, se casaron y vivieron varios años en su campo, donde producían trigo. Tuvieron cinco hijos -el segundo de ellos, Arnaldo- y en 1949 decidieron buscar nuevos horizontes. Su mirada se posó en el valle del Colorado. Le dejaron el campo a su hijo mayor y compraron una chacra en Colonia Juliá y Echarren.
Allí empezaron a transitar ese nuevo desafío. Arnaldo conoció a Tula Nilda Pérez, proveniente de una de las familias pioneras de Río Colorado. Se casaron y don Federico le compró una chacra para que su hijo recorriera su propio camino. Fue entonces que con una gran disciplina en el trabajo, visión empresaria y espíritu inquieto Arnaldo logró hacer muy rentable una chacra de seis hectáreas.
Sin dudas hubo años muy buenos para la fruticultura, a tal punto que Federico le entregó a cada uno de sus hijos varones una chacra, mientras que a su hija le compró una casa en Bahía Blanca y un automóvil. Después de que todos los hijos se casaron, Paulina y Federico se mudaron a Bahía Blanca.
Volviendo a Arnaldo, su hija Nilda lo recuerda de una manera especial: "Mi padre era muy progresista y participativo. Siempre estaba buscando diferentes formas para progresar, muy trabajador. Tenía un camión y con él viajaba a La Pampa, donde hacía la cosecha de trigo sobre fin de año; después venía y hacía la cosecha de frutas en la colonia".
Aseguran que detrás de un gran hombre hay una gran mujer. En todos sus emprendimientos lo ayudó su esposa, una gran compañera en las buenas y en las malas. En épocas difíciles, cuando no se podía pagar mano de obra, Tula manejaba el tractor con la máquina curadora mientras que Arnaldo caminaba a su lado y curaba con la manguera. También lo ayudaba en la economía doméstica, cosiendo para afuera, de manera que siempre había algo de dinero en la casa.
A todo esto, Arnaldo no solamente se dedicaba a trabajar su chacra y vender su producción sino que también propiciaba la organización de la industria en la colonia para sumarle valor agregado al producto.
Buscando nuevas posibilidades en el mercado, pensó en la fruta de descarte, que en esos años simplemente se tiraba. Así, fue el principal fundador de la sidrera Epark, que produjo la sidra Manzarrica, la única que se elaboró en Río Colorado. También estuvo en la fundación del galpón de empaque Lanza Roja, que originalmente se levantó donde actualmente se encuentra la Cámara de Productores. Años más tarde se retiró y comenzó a participar en Corpofrut, donde fue presidente durante varios años.
Hombre ávido por conocer y aprender, Arnaldo viajaba mucho, principalmente preocupado por los mercados para la fruta. Incluso viajó a México para tomar contacto directo con los compradores de aquel país. Su hija Nilda recuerda hoy con claridad las palabras que decía por entonces y que le quedaron grabadas: en el futuro la fruticultura no iba a ser lo que había sido, al tiempo que analizaba que se habían sumado nuevas zonas productivas en el mundo, especialmente en Chile.
Era común que se hicieran proyectos a futuro a partir de las ganancias que dejaría la cosecha. En esa tarea estaban todos los integrantes de la familia, que soñaban adónde viajar o qué comprar. Sin embargo, muchos de esos sueños terminaron en pesadillas. "Una tarde estábamos frente al club Defensores; teníamos un Citroën con el techo de lona. Imprevistamente cayó una violenta pedrea que no solamente nos rompió el techo del automóvil sino que nos destrozó esos sueños que habíamos proyectado. Recuerdo muy bien ese suceso porque estábamos a punto de cosechar, la fruta estaba lista, pero también sentimos sensaciones parecidas con heladas y otras pedreas que nos dejaron sin nada".
En su búsqueda de nuevas fuentes de ingresos, Arnaldo buceó también en las tareas rurales como el desmonte y la realización y el mantenimiento de picadas. Y hasta incursionó en el transporte: llevaba vinos y frutas a la zona de San Martín (La Pampa), donde vendía la mercadería y a la vuelta traía cereales, sumando ganancias al viaje.
Lamentablemente Arnaldo murió joven. A los 54 años una enfermedad fulminante le truncó muchos proyectos en marcha. A Nilda le quedó un gran recuerdo de sus padres. Rememora que casi todos los años viajaban a un lugar distinto. "Años después nos enteramos a través de mamá -falleció hace cinco años- de que papá llegaba a sacar créditos para concretar esos viajes", cuenta.
Alberto Tanos
Darío Goenaga