Dejando en claro la legitimidad que puedan tener los trabajadores a la hora de reclamar por una mejora en sus sueldos, lo criticable de toda esta protesta está dado en la forma y el momento en que se realizó.
Los efectos negativos de corto plazo sobre la actividad que ya generó la medida de fuerza fueron enunciados en la nota central de esta página. Pero también existen los de mediano plazo que son importantes de enunciar. A la fecha ya deberían haber salido hacia los mercados de EE. UU., Unión Europea y Rusia algo más de media docena de barcos cargados con pera William's para cumplir con los compromisos que acordaron oportunamente los exportadores regionales con los operadores de destino. El incumplimiento en tiempo y forma de estos contratos tiene dos efectos.
Uno inmediato: la fruta no llegó tal lo pactado al mercado y eso se traduce en una merma sobre los precios acordados una vez que la pera está en destino.
El segundo efecto: muchos de los importadores tienen sus compromisos de venta y si la fruta argentina no llega la comprarán a otro país productor del hemisferio sur que tenga oferta disponible. Esto traerá complicaciones a futuro ya que costará, para los exportadores argentinos, volver a ganar la confianza del cliente una vez que éste ya contó con los servicios de otro país para abastecerlo.
Sin lugar a dudas, todo el retraso que generó la medida de fuerza sumado a los menores volúmenes proyectados para exportar (y habrá que ver la calidad con que sale está fruta) es una muy mala señal para los mercados a los que vendemos. En el mundo, el incumplimiento de contratos de alguna forma se termina pagando. Con este tipo de actitudes, la credibilidad de la Argentina a la hora de cerrar acuerdos comerciales con terceros países cae a niveles mínimos.
No hay que olvidarse de que hoy en todo el mundo se produce fruta. Perder mercados, en este escenario, es un acto de plena irresponsabilidad.