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  Sábado 03 de Enero de 2009  
 
 
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  \"Con los ojos de mi abuelo\", la historia de Juan Platte

Así comienza su relato el nieto de este pionero alemán, radicado en el país en 1880. Joaquín E. Hardt, su descendiente, escribió su semblanza en alemán en 1991, en Bariloche. Platte fundó dos estancias y una empresa que importó y comercializó los primeros alambrados.

 
 
 
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"Yo me acuerdo bien de mi abuelo Juan Platte. Era el año 1936 cuando mi abuelo se mudó de Argentina a Berlín después de la muerte de su amada mujer. Yo tenía entonces 13 años y mi abuelo me causó una impresión inolvidable. Todavía lo veo ante mí, un hombre grande de hombros anchos con una barba blanca y bondadosos ojos azules. Las paredes de su pieza estaban cubiertas de grandes mapas de todos los países del mundo. Cuando paseábamos con él debíamos realizar grandes saltos para poder mantener su ritmo de caminata. Sólo permaneció con nosotros unos pocos meses porque algo lo llevó nuevamente a la Argentina. Alemania se había vuelto demasiado estrecha para él. Nunca más lo volví a ver".

Con estas palabras comienza Joaquín E. Hardt la semblanza de su abuelo materno, escrita en alemán en Bariloche en 1991, que lleva el título de "Con los ojos de mi abuelo" ("Mit den Augen meines Grossvaters"). Se trata de un tributo emotivo de un nieto que repasa con precisión los años en que Juan Platte vivió en la Argentina, fundó empresas y desarrolló dos importantes estancias en el oeste del territorio del Chubut desde fines del siglo XIX.

Sus escritos se basan en diarios de viajes que August von Thun (1896-97), Von Eberbach (1897), Otto Sartori (1897) y el mismo Juan Platte realizaron a las estancias "Nueva Lübecka" y "La Emma" desde varios puntos de la Patagonia como Puerto Madryn, Fortín Roca y Comodoro Rivadavia.

Los detallados mapas permiten recrear los increíbles recorridos transcurridos en un territorio que recién se abría a la colonización.

Atraído por la carta de Carl Mahler, un empresario amigo de la familia, cuenta Joaquín Hardt que "el 30 de diciembre del año 1880 y con 21 años de edad, Juan Platte llega al puerto de Buenos Aires a bordo del vapor 'Candia', que gracias a los vientos propicios hasta pudo extender durante el viaje sus blancas velas".

Luego de unos años de trabajo como empleado en una compañía, fundó con un amigo la empresa propia, Sager & Platte, que se dedicó a la comercialización de artículos de ferretería.

"Una de las circunstancias que lo beneficiarían enormemente es el advenimiento del alambrado. Don Juan viaja a Europa y compra alambre, postes de hierro y varillas y se convierte en una de las primeras empresas que provee de los insumos para esta actividad

"Como buen alemán, don Juan leía el diario 'Deutsche Zeitung', en donde aparecían interesantes artículos de las tierras del sur que se estaban abriendo a la colonización".

Un día apareció en su empresa el hermano del contador, un tal Eberbach. Era un aventurero que había recorrido la Patagonia como cazador y relató sus experiencias en esas inmensas y vacías tierras, lo que produjo en Platte el deseo de conocerlas y adquirir tal vez una porción de ellas, a pesar de que nunca las había visto. "En aquel momento, del serio y calculador hombre de negocios nació el aventurero y el visionario (...)."

Asesorado por Eberbach, Juan Platte adquirió en 1895 de un tal Schlechte títulos de propiedad originados en la Conquista del Desierto sobre 16 leguas cuadradas en el centro oeste de Chubut sobre el arroyo Apeleg, a las que agregó luego otras leguas hasta llegar a las 25. Llamó a esta estancia "Nueva Lübecka" en honor a la ciudad natal de su mujer, Luise Sartori. "El mismo año adquirió del señor Carlos W. Fremery 4 leguas cuadradas más sobre el arroyo Chaman, llamando a esa estancia 'La Emma' en honor a su bien amada hija, mi madre. Nuevas compras a otros propietarios ampliarán con el tiempo el tamaño de ambas estancias.

"En el año 1896, mi abuelo -relata Joaquín- finalmente se decidió a desarrollar las estancias y recurrió a su gran amigo A. von Thun, que vivía en Córdoba, para que fuera su mayordomo con una participación del 50% en las ganancias del emprendimiento".

Así partió Von Thun en enero de 1896, de I-Talo o Fortín Vuta-Lo (al norte del territorio de La Pampa) hacia el Chubut, en un arreo largo y difícil de más de 2.000 kilómetros. Llegó a su destino en "Nueva Lübecka" en marzo de 1897, luego de invernar en Maquinchao desde junio hasta noviembre de 1896.

Tenían que llevar todo para el viaje porque era imposible pensar en adquirir algo en el camino. A esto se agregaban los materiales para comenzar con la estancia, como techos, puertas, ventanas y herramientas varias y vituallas para un año entero.

Llevaron 400 vacas, 500 ovejas, 20 carneros y 20 toros. La necesidad de llevar cinco carros hizo que la tropa de mulas y caballos para ellos alcanzara un total de 60 animales. Los caballos para los cinco arrieros sumaban a su vez 40, llegando el total de mulas y cabalgaduras a 100 animales. Al personal se le sumaba un capataz, August von Thun, y una "chinita", una india verdadera que seguramente ayudó a Von Thun a superar las largas noches de invierno. Lamentablemente esa relación terminaría de manera trágica.

El comienzo del viaje a lo largo de la Pampa Húmeda no ofreció mayores dificultades ya que había agua y pasto en abundancia para los animales. Primero partió el arreo de los carneros y toros, para que no frecuentaran a las "damas" en horarios inapropiados; luego siguieron los carros tirados por seis mulas cada uno; atrás, la tropilla de caballos y, finalmente, las ovejas y las vacas. A medida que pasaban los días la tropa se acostumbraba al ritmo y el arreo se hacía más fácil.

Los arrieros eran gente simple, de campo, y sin ellos el gringo Von Thun no tenía ninguna posibilidad de llegar a la estancia.

Un pedazo de carne, mate y un trozo de galleta era todo lo que comían. Pasaron de la Pampa Húmeda a la "pampa seca" y comenzaron a viajar de aguada en aguada. Finalmente en Choele Choel, sobre el río Negro, se aprovisionaron para la última etapa de 925 kilómetros que los esperaba.

Debían atravesar la vacía estepa patagónica. A fines de marzo llegaron a Fortín Roca. Ante él se extendía la travesía hasta Maquinchao, la más peligrosa.

Enormes bandadas de cauquenes los sobrevolaron en dirección al norte. Anticipaban la llegada del invierno. El frío se hizo sentir en las noches de la travesía y pumas y zorros merodeaban los campamentos.

Llegaron a la laguna Carrilaufquen, donde desagua el arroyo Maquinchao, que en lengua tehuelche quiere decir "lugar de invernada". Había agua y pasto suficientes. Era el lugar ideal para pasar el invierno.

Sobre el arroyo Quetrequile se estableció el campamento y Von Thun construyó con las paredes, ventanas y techos destinados a la estancia un rancho para pasar el invierno. Los animales sufrieron con el frío y las nevadas y muchos de ellos fueron presa de la fauna del lugar. Permanecieron allí hasta noviembre, cuando los animales habían parido y se habían repuesto.

El camino transcurría por la vieja senda indígena que ya era una huella de carros que unía el cañadón Fita Ruin y, a lo largo del arroyo Mamuel Choique, el río Chico. A lo lejos ya se distinguía la blanca cordillera.

En el trayecto se cruzaron con algunos toldos indígenas. Los ríos llevaban abundante agua y no fueron pocas las ocasiones en que los corderos eran cruzados a caballo hacia la otra orilla. Arribaron a Fofo Cahuel y al río Chubut para ascender por el río Gualjaina a la nueva senda "galesa", que llevaba desde Trelew a la Colonia 16 de Octubre, en la cordillera.

Allí se cruzaron con una tropa de galeses que les hablaron maravillas de los valles cordilleranos descubiertos por Fontana y sus rifleros en 1885, sólo unos pocos años antes.

En enero estaban en el valle del río Tecka. En febrero ya bajaban por el fértil valle del río Genoa y al mes siguiente llegaron al arroyo Chaman.

Von Thun le envió una carta a Juan Platte a Buenos Aires. La llevó un peón a caballo; recorrió 500 kilómetros a la costa y de allí siguió en barco hasta el Río de la Plata. En la costa ya existía un cierto movimiento marítimo de pequeños vapores que dos veces al año recorrían los puertos de la costa desde Río Gallegos a la capital del país. En muchos casos el vapor amarraba frente a solitarias estancias y el correo se bajaba a la costa con un barco a remo, siempre que el clima lo permitiera.

La carta tardó en llegar una eternidad y Juan Platte, preocupado, envió al aventurero Eberbach para que fuera al encuentro de Von Thun y llevara materiales a la cordillera desde algún puerto de la costa atlántica. Los posibles caminos del interior eran poco conocidos y sólo frecuentados por algunos pobladores aislados.

Eberbach decidió bajar en la bahía de Camarones en febrero de 1897 con todas las vituallas para emprender el viaje hacia el interior.

Joaquín Hardt afirma: "Es un milagro que el diario de viaje de Eberbach se pudiera conservar en perfecto estado hasta nuestros días. A través de él podemos reconstruir en detalle la ruta seguida por Eberbach con sus dos carros de bueyes, además de abundar en detalles pintorescos que describen el estado de aquella región del país a fines del siglo XIX.

"El 17 de febrero -relata en sus escritos Eberbach-, todavía cerca de la costa, emprende a caballo la búsqueda de algunos de sus bueyes perdidos y cuando su agotado caballo no puede continuar, él lo hace a pie por más de 25 kilómetros.

"Se encuentra con un grupo de nativos en sus toldos. Habían carneado los bueyes. Molesto por el hecho, decide llevar a uno de los nativos hasta Rawson para lograr 'justicia'. Allí el comisario no parece prestarle mucha atención, por lo cual Eberbach resuelve presentarse al secretario del gobernador y logra así su cometido. Conforme, regresa a la estancia Camarones para seguir organizando su expedición".

Allí se dio cuenta de que muchos de los dueños de las estancias eran alemanes que lo recibían con agrado. También relata en su diario que en la región de Camarones se encontró con innumerables "tropas" de carros con colonos que se dirigían al sur en búsqueda de tierras y oportunidades.

Llegó el otoño pero el aventurero no se amedrentó y partió a lo largo del valle del río Chico hacia el sur, hasta el lago Colhué Huapi, con dos carros tirados por ocho bueyes cada uno. El viaje a lo largo del cañadón se convirtió en una ordalía porque no existía senda para los carros, además de ser éstos demasiado pesados. Decidieron bajar 2.000 kilos y dejarlos en un depósito improvisado a cargo de uno de los peones.

Frío, viento, hambre y enfermedades se convirtieron en una plaga hasta que a fines de mayo llegaron a las planicies del lago Colhué Huapi. Se alimentaban de guanacos, patos y ¡hasta caranchos! Ya sobre la costa del lago se encontraron con dos toldos con nativos que los proveyeron de carne de guanaco y choique. Los describe en su diario de viaje: "Llevan puestos vestimenta de color rojo y grandes prendedores de plata. También sus rostros están cubiertos de pintura roja".

En el puesto de un inglés de apellido Morgan se encontraron con un paisano chileno recién llegado de la cordillera que les llevaba las primeras noticias de Von Thun. A él le compraron carne de cordero y harina y comieron así su primer puchero en meses. Con algo de grasa de choique vendida por un nativo de nombre Desiderio intentaron curar las heridas de sus caballos. En lo de este lugareño dieron con una tropa de carros al mando de un italiano de nombre Petrobelli, quien buscaba una senda desde los lagos interiores hacia la costa, en Rada Tilly.

Partieron el 2 de junio hacia el río Apeleg, la frontera sur de la estancia "Nueva Lübecka", y llegaron al rancho de Von Thun el 9 de junio de 1897, después de 49 días de increíbles peripecias y sin gran parte de la carga.

La expedición de Eberbach demostró la inutilidad del transporte de carros tirados por bueyes a lo largo del valle del río Chico. A partir de allí, las provisiones para la estancia serían enviadas desde Puerto Madryn a través del valle del río Chubut hasta Gualjaina y desde allí hacia el sur por el valle del Genoa, a lo largo de 570 kilómetros.

Escribe J. Hardt: "La cantidad de materiales que se necesitaron para desarrollar la estancia de don Juan es incalculable y sólo puedo detallar lo que fue transportado por carro a 'Nueva Lübecka' a lo largo de 570 kilómetros desde la costa para alambrar gran parte de la estancia. Esta información me fue suministrada por un antiguo administrador de la estancia, el señor Wolf Krankenhagen. Era el material necesario para 220 kilómetros de alambrado de 7 hilos; 1.540 kilómetros de alambre: 61.000 kilos, un poste de hierro cada 10 metros, es decir, 25.000 postes: 100.000 kilos, y una varilla de hierro cada 1,25 metros, es decir, 275.000 varillas: 137.000 kilos". El encuentro de Von Thun y Eberbach en 1897 marcó el comienzo de la historia de las dos estancias del visionario Juan Platte, al oeste del territorio nacional del Chubut.

(Continuará el 10 de enero)

 

 

HANS SCHULZ

juanschulz@yahoo.com

   
   
 
 
 
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