Es una carrera desigual y altamente riesgosa. Los costos de la actividad frutícola siguen creciendo, con la expectativa de ciertos sectores de que sean compensados vía mayores precios de la fruta en destino. Un razonamiento suicida.
Queda claro que este importante segmento de la economía regional aún no cuenta con una estrategia global que permita sostener su crecimiento sin afectar los débiles cimientos que presenta la actividad. Hoy todos dudan de todos y, frente a esta desconfianza, llueven pedidos de ciertos sectores que son inviables para la actividad.
Los productores, en general, sienten que en las liquidaciones de esta temporada -una de las mejores de los últimos años- no se vieron reflejados los valores reales de las ventas concertadas por las empresas.
Los trabajadores que participan en la actividad consideran que este año se quedaron al margen de toda distribución de utilidades. La ofensiva para este año resulta incomprensible: un pedido de aumento de salarios del 45% en promedio.
Mientras, las firmas exportadoras de la región dieron por cerrada la temporada y ven con preocupación lo que se avecina, teniendo en cuenta los indicadores recesivos que enfrenta la economía global.
Sin lugar a dudas, el diálogo y la búsqueda de consenso entre las partes nunca fueron puntos fuertes del sector, y esto se refleja en la puja irreflexiva que se da por la distribución de las utilidades. Por otro lado, la realidad muestra que los costos de producción y comercialización crecieron en forma desproporcionada respecto de otras variables del sistema.
Para la próxima temporada el piso de crecimiento de los costos se situará en torno del 11%, teniendo en cuenta un promedio de incremento salarial del 25% para los rurales, el frío y el personal que trabaja en los galpones de empaque. Sin embargo, y tomando como argumento las últimas exigencias de los gremios para dar inicio a la cosecha, los empresarios regionales estiman que la suba de costos totales para el ciclo entrante se ubicará -en dólares- más cerca del 20% que de este 11% estimado, respecto de los niveles consolidados en la temporada anterior.
El dato no es menor -considerando cualquiera de los dos supuestos- si se tiene en cuenta que los precios de la fruta en destino (en euros en Europa, en rublos en Rusia, en reales en la plaza brasileña y en dólares en el mercado estadounidense), en el mejor de los casos, se mantendrán estables en relación con los consolidados durante este año. A este escenario hay que agregar que en cada uno de estos mercados se debe tener en cuenta la incidencia de las paridades cambiarias. (Ver recuadro aparte)
La realidad de las estadísticas demuestra que los costos de producción de la actividad en dólares casi duplican la mejora lograda por las cotizaciones de la fruta en los mercados externos desde la salida de la convertibilidad a la fecha. Tal como se observa en las infografías, el costo de producción de todo el sistema frutícola regional habrá crecido cerca del 145% en moneda norteamericana durante el período 2002-2009, mientras que los valores promedios FOB de las peras y las manzanas lo hicieron a una tasa del 65% entre el 2002 y el 2008.
¿Es sostenible esta tendencia en el tiempo? Obviamente que no. Si no existe un reacomodamiento de los precios relativos en el sector, esto explota o, lo que es lo mismo, nos encontraríamos ante el crítico escenario económico de finales de los '90.
Desde el sector empresario se espera que para el inicio de la próxima temporada el dólar se sitúe por encima de los 3,80 pesos. La especulación no escapa a las proyecciones del mercado a futuro para esa fecha. Sin embargo, existen limitaciones macroeconómicas dentro del programa K que ponen en duda que se pueda llegar a esa paridad cambiaria en tan poco tiempo.
"Hay que tener paciencia... el modelo económico actual sólo se puede sostener con una moneda devaluada. ¿El valor de mercado que debería tener hoy? Por encima de los 4 pesos", opinó un importante exportador regional al ser consultado por este diario.
Para los exportadores un peso devaluado gana en competitividad externa y mejora sensiblemente la relación de los costos internos del sistema. Pero no todos están de acuerdo con este concepto. Continuar ganando competitividad vía tipo de paridad cambiaria sin resolver los problemas estructurales del sector no es la salida que necesita la actividad.
PROYECCIONES
Si bien es difícil intentar frenar de golpe la inercia de los costos en una actividad, ya se debería estar planteando qué herramientas utilizar para, por lo menos, desacelerar la tendencia que muestran estos incrementos.
¿Qué pasaría si los mercados internacionales se contrayeran para la fruta, como viene ocurriendo con otros productos alimenticios?
Algunos ejecutivos regionales aseguran que ni la pera ni la manzana verán caer sus cotizaciones en los mercados que están siendo afectados por la crisis internacional. "Los europeos o los americanos no dejarán de consumir este tipo de fruta pese a la crisis. Tienen que comer", vaticinó un empresario valletano. Sin embargo, éste fue el concepto que se utilizó en su momento con la soja, el trigo, el maíz, el concentrado, etcétera, etcétera, y... "Los chinos no van a dejar de comer; el mundo demanda alimentos", se decía a principios de año, cuando la tonelada de la oleaginosa tocaba los 600 dólares, sin tener en cuenta los ciclos económicos de este tipo de cultivo.
¿Por qué no puede bajar el precio de las frutas? ¿Es racional avalar el argumento de que los europeos o los americanos no dejarán de consumirlas? En principio, pareciera que estos conceptos son parte del mismo optimismo que reinó cuando la soja alcanzaba sus famosos 600 dólares. No tienen un sustento de racionalidad económica.
Hoy existe mucha confusión en el mercado.
En la fruticultura nadie tiene claro por dónde puede llegar el golpe de la crisis internacional que hoy afecta a la mayor parte de las góndolas, aunque sí se sabe que los importadores de distintos puntos del globo utilizarán este argumento para negociar, en mejores condiciones, los precios de las frutas que lleguen a sus mercados. Nadie va a querer arriesgar más de la cuenta. Esto quiere decir, en principio, que se comprará lo justo y necesario. En un contexto de cosecha completa dentro del hemisferio sur, ésta no es una buena señal. La fluidez en las ventas será clave para definir el futuro de la próxima temporada. Ni los operadores europeos ni los supermercados buscarán armarse de grandes stocks por temor a que el freno del consumo los encuentre con fruta almacenada.
Con o sin razón, en Europa existe el temor de que cualquier factor o "sensación" de sobreoferta perturbe el mercado y esto desencadene una espiral negativa sobre los precios de la fruta en las góndolas. Y, frente a este escenario internacional, el esquema de costos internos hace inviable la continuidad de la actividad frutícola en el Valle.
De ahí que sería importante dar algo de racionalidad a las discusiones que hoy existen en la región. Nadie puede asegurar que la crisis de los mercados afectará el consumo de frutas, pero tampoco existe certeza de que esto no terminará ocurriendo.
JAVIER LOJO
jlojo@rionegro.com.ar