Cuando el ambiente en toda Europa pre-anunciaba la llegada de otra guerra, Desiderio Heras decidió que debía abandonar la tierra española. Junto con su padre y su hermano tenían una herrería, al mismo tiempo que trabajaban un pequeño campo con algunos animales y algo de trigo. También solía ser el chofer de un cura, con quien recorría la región.
Vivía en Ganame de Sayago, provincia de Zamora, una pequeña aldea de unos 300 habitantes ubicada a un puñado de kilómetros de la capital, precisamente Zamora.
Se había casado muy joven con Tránsito Puente y ya había nacido Miguel, el primer hijo del matrimonio.
Sin embargo la responsabilidad de jefe de familia se imponía y debía buscar un nuevo lugar para todos. El destino seleccionado fue Argentina, país que muchos españoles elegían por su bondad y por ser tierra de oportunidades. Viajó solo, para hacer base y generar las condiciones para que la familia se volviera a reunir.
Desiderio llegó a Buenos Aires en 1926 aproximadamente y trabajó haciendo changas, al tiempo que establecía los primeros contactos para buscar el lugar indicado para establecerse. De esa manera llegó hasta el valle del Colorado y consiguió trabajo en la chacra de la familia Centeno, manejando la máquina de trillar, lo que le permitió ahorrar unos pesos realizando un economía bastante austera.
Después logró arrendar una chacra en el fondo de la colonia para comenzar por su cuenta la actividad agrícola, donde llevó a cabo sus primeras prácticas culturales en esta región. Con mucho esfuerzo y trabajo pudo comprar una chacra ubicada en el barrio de Juventud Unida que salió a remate en cinco oportunidades.
Su hija Libertad va recordando paso a paso la historia de vida de sus padres y en la medida en que avanza el relato, los recuerdos surgen espontáneamente, agregándose inmediatamente a otros que están más frescos.
"Mi padre siempre contaba que a esa chacra no la quería nadie porque había que desmontarla toda y esto insumía mucho sacrificio y dinero. Eran casi 24 hectáreas de monte, pero él le veía algunas cosas que le resultaban interesantes, especialmente por su ubicación en cercanía al pueblo. La pudo comprar en 5.500 pesos de aquellos años, con un plazo de 36 años a través del Banco Hipotecario", explica.
Había mucho trabajo por delante. Desmontar algunos sectores para sembrar alfalfa primero y papas después, antes de dedicarse de lleno a la horticul tura y la fruticultura.
UNA DURA ADAPTACIÓN
Dos años después pisó suelo argentino su esposa Tránsito Puente junto con el pequeño Miguel, que ya tenía cuatro años. Tránsito provenía de una clase media alta, con una familia de buen pasar económico. La calidad de sus ropas, que se observan en las fotografías, dan testimonio de su estándar de vida.
Sin embargo, cuando llegó a colonia Juliá y Echarren se encontró frente a frente con un "rancho de chorizo" sin puertas. "Lo que mamá lloró en la Argentina no lo lloró en su vida. Le costó mucho la adaptación al nuevo sistema de vida de acá. Con el tiempo le fue tomando cariño al lugar, pero al principio no podía creer donde estaba", agrega Libertad.
Tras el impacto inicial, Tránsito se recuperó y se puso a la par de Desiderio para armar la chacra desde cero. Tras la alfalfa y las papas, colocar cortinas de álamos alrededor, la apuesta fuerte fue la horticultura, con calidad, diversidad y cantidad.
"Mamá venía con un carro al pueblo y vendía los productos casa por casa, principalmente a los empleados del ferrocarril que eran los que tenían trabajo fijo y mejores sueldos. Por la cantidad que compraban y cómo pagaban, eran por lejos sus mejores clientes", nos dice Libertad.
Mientras se producía la verdura, se fue implantando paulatinamente distintas especies de frutales. Cuando estas plantas crecieron lo suficiente, ya no se pudo hacer más verduras y sólo se reservó una superficie generosa para el consumo de la casa. La mayor parte de la chacra quedó entonces con manzana, ciruela, durazno y cereza, a excepción de una loma donde se puso algo de viña.
Los trabajos de la chacra se abordaban siempre en familia. Los chicos cosechaban en el horario de la siesta, para que al otro día temprano el producto estuviese fresco en el puesto de Bahía Blanca.
La escuela primaria la cumplieron en la escuela Nro. 91 de Villa Mitre, a la cual llegaban caminando. Los hijos varones terminaron la escuela y se quedaron en la chacra. Libertad estudió en Bahía Blanca durante casi cinco años, hasta que regresó a Río Colorado.
"Después mis hermanos se fueron casando, papá decidió entregar la parte que le correspondía a cada uno. Mi papá era una persona prevenida y muy buena. No he visto a una persona más buena que mi papá", afirma Libertad.
ÉPOCAS DE BONANZA
Desiderio volvió una sola vez a su pueblo natal. Lo hizo en ocasión de buscar una herencia familiar, pero luego confesó que no quería volver nunca más. "No le gustaba la forma que tenían para trabajar la tierra, y no volvió nunca más. Yo estuve hace unos años y el pueblito no creció, tienen todas las comodidades pero está igual", agregó.
Es verdad que la colonia Juliá y Echarren conoció épocas de fulgor y bonanza, con un excelente estado de ánimo colectivo que fortalecía los lazos entre los productores. Eran tiempos en los que las plantaciones rendían en cantidad y calidad, acompañados por grandes demandas en el mercado, buenos precios y por ende redituaban al productor.
"Con los vecinos nos juntábamos todos los domingos, con unos rusos que mamá les enseñó a hablar, con otros paisanos que papá los había llamado y que aceptaron venir a la Argentina. Jugábamos a la lotería, se tocaba el acordeón a piano, la verdulera, la pasábamos muy bien", cuenta y sonríe.
Libertad recuerda que siempre su papá afirmaba que la plata que hicieron ellos en la chacra la lograron con la verdura. Después vinieron la fruta y algo de pasto.
Las viñas y la producción de vino también sumaban atractivos a la colonia porque se hacía la Fiesta de la Vendimia, con carrozas, bailes y desfile. Eran fiestas espectaculares que provocaban un gran movimiento de gente, vehículos, camiones, tractores y famas, con una dinámica contagiosa para todos.
UN FLAMANTE CHEVROLET ROJO
Cuando Libertad era todavía una niña, se produjo un suceso en la familia que provocó una verdadera conmoción. Antes es necesario mencionar que buena parte de la verdura producida se entregaba a la firma Pascual Hnos., cuyos dueños eran paisanos de Desiderio. En el mismo negocio de ramos generales, la familia compraba todo lo necesario para su casa. Sin embargo, la diferencia entre lo que entregaba la familia Heras y lo que retiraba en mercadería se hacía cada vez mayor.
Una mañana, los dueños del local le manifestaron que el saldo a favor de Desiderio era impor
tante. Enseguida le soltaron una frase que lo sorprendió completamente: "Te pedimos un camión nuevo por la plata que tenés a favor. ¿Qué te parece?" Tras el shock inicial, finalmente aceptó la oferta y de esa manera compraron un camión Chevrolet año 1947, que aún hoy, tras varias batallas encima, permanece en la chacra de colonia Juliá y Echarren.
Cuando el vehículo llegó a Río Colorado, Libertad y su hermano Miguel fueron a buscarlo a lo de Pascual Hnos. El retorno a la colonia en el flamante vehículo ocupa un lugar preponderante en la memoria de Libertad, así como en la de sus hermanos.
La cabina del camión era de un fuerte color rojo, que infaltablemente todos los días se lustraba durante varios minutos para que se viera impecable. Incluso iban a los bailes con el camión, aunque las anécdotas más jugosas provienen de las "serenatas" que hacían a fin de año. La familia, amigos y vecinos se subían a la caja del rodado para conformar el grupo que debía realizar "la serenata".
A falta de instrumentos, cualquier tarro o incluso alguna olla servía para hacer ruido. De esa manera iban recorriendo las casas de los alrededores, donde tras la presentación inicial los anfitriones convidaban con algo para tomar, para luego retomar el camino y dirigirse a otra casa vecina. "Con muy poco nos divertíamos y la pasábamos bien", recuerda.
Y paso seguido recuerda los famosos bailes que tenían lugar en Juventud Unida. "Íbamos en alpargatas y con los zapatos en la mano. Cuando llegábamos, escondíamos las alpargatas entre los yuyos y nos poníamos los zapatos para entrar. Cuando hablo con mis nietas se asombran de lo que hacíamos en nuestra época para divertirnos", cuenta con una sonrisa.
UNA FAMILIA TRADICIONAL
Las bases que instalaron Desiderio y Tránsito en esta ciudad fueron sólidas. Su descendencia forma parte hoy de una gran familia tradicional de Río Colorado que, cada uno desde su actividad, sigue apostando al crecimiento y desarrollo de esta comunidad.
El matrimonio Heras tuvo tres hijos: Miguel (nació en España), Luis y Libertad. El hijo mayor se casó con Florentina García, tuvieron a su hijo Néstor, que se desempeña en un frigorífico de la zona. Luis se casó con Ángeles Fuentes y tuvieron dos hijos: Javier y Sergio.
Libertad se casó en 1955, en plena revuelta con la denominada Revolución Libertadora. Su marido Eugenio Fernández vino de Tandil, trabajaba de contador en la Cooperativa de Productores y en la bodega de la familia Prates. Allí se conocieron y al poco tiempo se casaron y nació Jorge Luis, quien se ocupa de la parte de la chacra que le corresponde.
Actualmente, Libertad (viuda desde hace algunos años) se dedica al negocio de ventas de artículos escolares y librería, que es también su entretenimiento.
A través de la historia que pudo narrar aun en pequeños detalles, se puede vislumbrar los orígenes del colorido mosaico formado por nuestra sociedad actual y percibir la gran Argentina que lo enmarcó.
ALBERTO TANOS
DARÍO GOENAGA