Las posibilidades de expansión del cultivo de kiwi en la Argentina son positivas, según surge de lo analizado en el Seminario sobre Inversión y Producción que organizó la Asociación Argentina del Kiwi.
El consumidor argentino lo adoptó tempranamente cuando llegó al país, a fines de la década del '80. Los intentos iniciales de cultivarlo se frustraron rápidamente en la década del '90 por el contexto negativo de la convertibilidad, ya que su producción no resultaba viable.
Actualmente Argentina produce alrededor de 3.000 toneladas y consume 8.000; ello implica la importación de 5.600 toneladas desde Chile, Italia y Nueva Zelanda. Por otro lado, se exportan, adicionalmente, 600 toneladas a Italia, España y Brasil. Una importante firma regional, Ecofrut, produce importantes volúmenes de kiwis en sus explotaciones ubicadas en la provincia de Buenos Aires, cuya mayor parte se destina al exterior.
España es el mayor consumidor mundial de kiwis, con 120.000 toneladas al año, y sólo produce 12.000; este mercado es abastecido por Nueva Zelanda, Italia, Chile y Francia. La demanda internacional del producto argentino proviene de Europa, Asia y América del Norte, porque tiene muy buen sabor. En los últimos años se ha consolidado la producción y cada año entran en en el ciclo plantaciones nuevas.
El cultivo del kiwi debió atravesar varios intentos y pruebas en lo que hace a zonas más aptas y manejo del cultivo. Es que su manejo requiere "tomarle la mano" en cuanto a horas de frío, fertilización y polinización, principalmente, y, en segundo lugar, suelos y riego. En el proceso se desecharon algunas zonas muy ventosas y aquellas con pocas horas de frío.
Al principio se creyó que podría adaptarse a las mismas zonas que el durazno y el ciruelo, pero quedó demostrado que no responde de igual manera.
Actualmente se produce kiwi con buen rendimiento en zonas de Mar del Plata, La Plata, Baradero y San Pedro. Su calidad es considerada muy buena, como lo demuestra la demanda del exterior. No obstante, la clave consiste en obtener un 90% de la producción de calidad de exportación, tanto para la exportación como para el mercado interno, para que el negocio sea seguro y permita obtener altos retornos, la clave para el desarrollo de cualquier actividad frutícola.
En cuanto a los rendimientos, todo depende del correcto manejo entre fertilización y polinización. Es la experiencia que viene de Nueva Zelanda, que "inventó" esta fruta luego de traerla de China y la colocó en un plano in
ternacional de consumo masivo. Luego vino Italia, que experimentó varios años hasta lograr una excelente calidad y productividad por hectárea.
Nueva Zelanda, Italia y Chile obtienen también calidad premium, 1ª y 2ª, las tres aptas para exportar. Efectivamente, el manejo de las abejas o la polinización manual requiere de una práctica eficiente, así como la fertilización, a tal punto que se ha desarrollado una especialización en materia de nutrición de las plantas. La conducción es una
tecnología que ya está adaptada incluso en el país y no ofrece dificultades; solamente en zonas muy ventosas se requiere una cubierta que brinde protección. La densidad de la plantación también debe adaptarse a la estructura del riego, la distribución de plantas machos y hembras y la polinización.
Los viveros de kiwis en el país llevados a nuestro clima ya están disponibles en el mercado.
Hace ya una década en la Norpatagonia se hicieron experiencias para poner en marcha, con una escala adecuada, la explotación de este tipo de fruta. Sin embargo las condiciones agroclimáticas no permitieron un desarrollo sustentable del producto.
En cuanto a los costos de inversión y al desarrollo del cultivo hasta su producción rentable, los tiempos son distintos para Italia y Nueva Zelanda respecto de nuestro país. Nuestro "espejo" debe ser Chile, que ya tiene varios años de experiencia en el cultivo; no obstante, lo determinante es la experiencia aplicada.
De acuerdo con la experiencia recogida en la Argentina, el costo de implantación de una hectárea de kiwi se estima en torno de los u$s 24.000 y la plena recuperación de la inversión se puede lograr al séptimo año. No se incluye en este cálculo el costo de la tierra. Por otra parte, hay que considerar si el emprendimiento es realizado por una empresa que ya produce otros frutales y dispone de equipos y maquinarias; en ese caso, el costo de implantación es variable.
En Europa la disposición de tecnología, equipamiento y maquinaria de países industrializados como Italia y Francia, por ejemplo (y el subsidio de la Comunidad Europea), permite lograr una productividad mayor que la conseguida en la Argentina -antes de los siete años, que es cuando se estima que la plantación alcanza su mayor rendimiento-.
La demanda sostenida de los mercados externo e interno brinda la posibilidad de desarrollar nuevas plantaciones en nuestro país a empresas productoras e integradas, no así a pequeños emprendimientos o de menor escala, más aún teniendo en cuenta la experiencia del cultivo del arándano, que tan malos resultados dio debido a los problemas de escala.
CARLOS CEBALLOS GUZMÁN
infofrut@speedy.com.ar