En el actual contexto comienza a resurgir la idea de volver a andar los pasos del 2002. La idea básica es que a través de la devaluación del peso sería posible restablecer la competitividad "cambiaria" y de esa forma enfrentar el contexto internacional, no tan favorable. Los productores locales recuperarían rentabilidad a través de la "licuación" de costos. Con mayor rentabilidad, el Estado podría seguir recaudando retenciones.
Esta estrategia implicaría reproducir los enormes costos sociales del 2002 pero, además de ello, en el actual contexto de baja capacidad instalada ociosa y menores niveles de desempleo son muy bajas las probabilidades de evitar que el aumento de la inflación interna rápidamente erosione la mejora que se quiere lograr en el tipo de cambio real.
Una respuesta más estratégica, destaca la consultora Idesa, sería comenzar a abordar las transformaciones estructurales que necesita el país. El eje básico debería consistir en apoyar la producción local generando entornos propicios para la inversión y la incorporación de tecnología, sin inflación, con reglas predecibles y ajustadas a derecho, con un fuerte desarrollo de la infraestructura económica y social.
Para esto el Estado debe ser extremadamente cuidadoso con la forma en que recauda impuestos y procurar eliminar paulatinamente las retenciones y otros tributos altamente distorsivos. También debe ser muy prudente con el nivel y la calidad del gasto público. Generando competitividad "productiva" es como el país tendrá sustento propio para el desarrollo y será menos dependiente de los vaivenes de la economía internacional.