Al hacer un análisis macro de lo que pasa con la fruticultura regional no se puede dejar de establecer un paralelismo con lo que sucede a nivel nacional.
Todas las estadísticas económicas del país son positivas: tenemos reservas record en el Banco Central, superávit fiscal como nunca en las cuentas de la Nación, un excedente inédito en lo que respecta a comercio exterior, buenos indicadores en materia de pobreza e indigencia y un producto bruto que sigue creciendo a tasas superiores al 7% anual. Como éstos, podemos mostrar muchos otros indicadores que confirman lo bien que le va al país.
Sin embargo, la sensación general es que se está terminando la fiesta y hay que ver quién es el último que apaga la luz. ¿Pesimismo crónico argentino? Puede ser. Ahora, hay variables en el actual programa económico que, si no son corregidas rápidamente, terminarán por sepultar los buenos indicadores. Y la sociedad es consciente de ello.
Algo similar pasa con la fruticultura regional. Mercados de ultramar con precios históricos, perspectivas positivas para la próxima temporada, Brasil en sus máximos y un mercado interno que paga fortunas por un kilo de manzanas de calidad. Todo muy bien, pero...
Uno de los "peros" en cuestión se centra en la estructura de costos. (Ver más información en la página 5)
La fruticultura no puede seguir absorbiendo las tasas de crecimiento de costos de las últimas seis temporadas. En algún momento el sistema se quiebra.
Los gremios del sector ya hablan de un aumento generalizado de salarios del 30% para la próxima temporada. La inflación regional (no la de Moreno) es, sin dudas, el principal respaldo que halla esta demanda.
Pero tengamos en claro que la fiesta, aquí también, en algún momento puede terminar. Y será la fruta la última que terminará pagando la luz.
A mediados de la década de los '90 la fruticultura se quejaba por la falta de rentabilidad que comenzaba a generar la presión de los costos. En las góndolas locales asomaban por entonces las primeras manzanas provenientes de Chile y Estados Unidos. Llegamos a fines de esa década con una fruticultura totalmente quebrada. Los costos se habían desbordado y el programa económico (la convertibilidad) no tenía cómo corregir esos desvíos.
Como dijo un encumbrado empresario regional: "Estamos en la Argentina del '95". Empieza a llegar fruta de Chile a nuestro mercado, toda una señal a tener en cuenta, no por las pérdidas que esta insignificante cantidad de fruta pueda generar en el sistema regional sino porque es un síntoma que nos muestra que, otra vez, algo no anda bien en la actividad.
No perdamos la noción de dónde estamos y menos aún hacia dónde vamos. Éste es un concepto clave para poder entender los ciclos de la fruticultura.