Todo parecía indicar que luego del último discurso de CFK en defensa de las retenciones móviles el país se pacificaría.
Desde la Rosada todo era algarabía. Las palabras de la presidenta en alusión a la pobreza habían calado hondo en las fibras íntimas de toda la sociedad.
Pero esta victoria política duró muy poco. Desde el mismo lunes la situación volvió a complicarse. Y la cuestión económica empeoró a la par de la incorporación de nuevos reclamos al conflicto. Hoy el país está virtualmente paralizado y el gobierno no encuentra una salida para encauzarlo por los carriles normales.
Todo comenzó con una queja de los sojeros por las retenciones móviles, a principios de marzo de este año. La falta de diálogo y el autismo del gobierno trasladaron el conflicto a toda una sociedad, que mira casi espantada la anarquía que hoy se vive en la Argentina.
Algo se hizo mal. Algo pasó que el gobierno no terminó de ver o interpretar en los últimos noventa días. Es como si uno fuera a una clínica por un dolor de cabeza, el médico le recetara una aspirina y a los noventa días ese dolor se transformara en un tumor cerebral. ¿Cómo es que no se tuvo el diagnóstico adecuado a tiempo?
El gobierno está pasando, sin dudas, su peor momento de los últimos cinco años. El doble comando no generó la sinergia esperada. Todo lo contrario: debilitó al Ejecutivo de una manera impensable. Un ejemplo: mientras CFK realizaba anuncios en la Rosada, en Puerto Madero se definía la respuesta política a la "agresión del campo". Una manera de hacer política cuyo funcionamiento resulta imposible.
Y frente a este escenario de debilidad institucional, el campo pasó a ser el árbitro de la economía argentina.
Las exportaciones de soja siguen sin salir. No entran dólares al país y el Banco Central debe quemar sus reservas para mantener la divisa en una paridad cercana a los tres pesos. Ayer, la moneda norteamericana cerró a 3,07 pesos, el nivel más bajo de los últimos doce meses. En los últimos noventa días las reservas del Central mermaron cerca de 3.000 millones de dólares. En el escenario actual, cuando no sobran divisas, automáticamente comienza a haber menos pesos en la calle y se dispara la tasa de interés. Conclusión: el consumo se frena -hoy las tasas para créditos personales ya superan el 40% anual- y el crecimiento entra en una meseta.
Sin los dólares del campo, el modelo económico K comienza a presentar serias fisuras. Los 12.000 millones de dólares que genera el agro de superávit comercial son los que sostienen el esquema de una paridad competitiva, el aumento de reservas del Banco Central y el superávit fiscal. Sin esas divisas del campo, estos pilares del modelo se caen.
El daño en la economía ya está hecho. Habrá que esperar un segundo semestre con complicaciones que podrían profundizarse si aparecieran cambios en el positivo contexto internacional.
JAVIER LOJO