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  Sábado 24 de Mayo de 2008  
 
 
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  Historia de la comunidad de alemanes de Paso Flores

Hace cinco décadas llegaban los primeros miembros a la Patagonia argentina.Era una comunidad religiosa aislada, lo que alimentó mitos como el de ser refugio de nazis. A fuerza de tenacidad, hoy es una de las estancias modelo de la zona precordillerana.

 
 
 
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En estas tierras su primer destino estuvo a orillas del río Pichi Leufu, un poco más al sur, donde éste volcaba sus aguas al Limay cuando en ese tramo era todavía un río. En ese paraje sobre la antigua Ruta 40 funcionaban una escuela rural, un correo y una balsa. Pero ése es otro capítulo que, por cierto, forma parte de la historia fundacional de la comunidad, la que el agua se llevó.

Aquí, en el nuevo Paso Flores, el silencio del lugar es sobrecogedor. De tanto en tanto el grupo electrógeno que alimenta la pequeña comunidad rompe el silencio. Aunque con más frecuencia lo hacen el viento y los pájaros. El otoño está avanzado. Un colchón de hojas cambia el color del camino que, reseco, acusa meses sin lluvias.

En esta colonia trabajan con movimientos de hormiga unas 50 personas. Todo es impecable, hasta los establos. Como sólo los alemanes pueden hacerlo.

Mil historias se han tejido al arrullo del silencio. Llegados al finalizar la Segunda Guerra, el aislamiento en el que vivió este grupo de inmigrantes en los primeros años alimentó la leyenda. ¿Se trataba de alemanes escapados de la guerra? ¿Un refugio para miembros nazis, una secta? Éstos son sólo algunos de los relatos que crecieron y crecieron en esta geografía increíblemente bella.

Pero el tiempo transformó el relato, hoy contado por dos de sus protagonistas, Klaus Dihlmann y Paul Maier. Los orígenes de la historia de este grupo de alemanes se remontan a la Europa de posguerra. La atmósfera de destrucción total que envolvía en aquellos años a países y almas alentó en los integrantes de aquella incipiente comunidad el deseo ferviente de vivir bajo los preceptos de la Biblia. Como ellos mismos manifiestan, "querían vivir en una comunidad que busca el sentido de la vida en la Biblia".

Como sucede con frecuencia, ése fue el espíritu excluyente del tiempo fundacional, antes de que algunos cambios comenzaran a influir sobre el desarrollo de la comunidad. A lo largo de la década del '70 ocurrieron dos hechos trascendentes: la primera gran crisis del grupo (ver Parte II de esta nota) y, a posteriori, un cambio de vida de la comunidad. Motivados por la presencia de visitantes que habían llegado para construir la represa de Alicura, la comunidad de Paso Flores salió del relativo ostracismo en el que había vivido desde que se había establecido en la Argentina.

Los habitantes provisorios de la obra contrataron a estos alemanes para hacer el almuerzo y la cena de la villa y para prestar distintos servicios durante el tiempo que duró la construcción de la represa. En ese período convirtieron el antiguo casco de estancia en una casa de té y luego en una hostería, para llegar a transformarse en una muy atractiva oferta de turismo de estancia de la Patagonia.

El sábado 3 de mayo mantuvimos una extensa charla con Klaus Dihlmann. Una fecha muy especial, pues ese día celebraban los 50 años de la llegada de los primeros adelantados a la Argentina desde las Islas Malvinas.

El origen de la comunidad de Paso Flores se remonta a 1945 -comienza su relato Klaus-. "Todo empezó después de la guerra, cuando mi padre y sus contemporáneos volvieron del conflicto armado. Ellos pertenecían a círculos religiosos, a la Asociación de Jóvenes Cristianos; eran creyentes, creyentes activos. Su pensamiento era que la iglesia podía haber cambiado algo de lo que había vivido Alemania en esos años de la guerra. Estaban un poco decepcionados y deseaban cambios en su iglesia, en su congregación. Ellos tomaban la Biblia como base de su vida y veían que muchos fieles iban a escuchar el sermón del domingo y volvían a la casa y peleaban, no cambiaban en su interior. Mi padre y algunos más estaban en una búsqueda más profunda, pero se encontraban con muchos obstáculos para vivir en consecuencia con lo que estaba escrito. La institución iglesia seguía aferrada a sus costumbres, a sus tradiciones, a sus formas de entender la palabra de Dios. Y eso los llevó al pensamiento de dejar atrás todo, salir de la iglesia constituida y formar un grupo cristiano libre. En ese tiempo se encontraban en casas de familia, de tal manera que mi papá, que era panadero y confitero, ofreció su panadería para las reuniones, porque era el ambiente más grande. De dos o tres familias originarias, el grupo fue creciendo hasta que tampoco alcanzó la panadería y tuvieron que alquilar un salón más grande; había mucha gente joven. Difundían sus ideales de boca en boca; esto fue en los años 1947, 1948".

Eran de Pforzheim, cerca de Stuttgart, en la región de la Selva Negra. El pintoresco indicador de ciudades situado frente al edificio principal de la hostería de Paso Flores lo ubica a 12.615 kilómetros de allí, en un continente que seguramente y a lo largo de las más diversas tribulaciones espirituales ha variado a lo largo de los años su lejanía real.

El padre de Klaus fue uno de los líderes de esa comunidad, uno de sus fundadores. En esas primeras reuniones, explica, nació la idea de buscar un lugar en el exterior donde poder poner en práctica otra forma de vivir sus creencias. La idea era vivir juntos, teniendo como base la Biblia, la palabra de Dios. Ése era el núcleo de la convivencia.

Escribieron a diferentes gobiernos que sabían que tomaban inmigrantes, como Australia, Nueva Zelanda, Canadá y Estados Unidos. De todos estos lugares recibieron negativas. "Los recuerdos de la guerra eran muy recientes y nadie quería aceptar inmigrantes alemanes -agrega Klaus-. Hasta que un día, en un local en Londres, un marinero leyó nuestro aviso en un periódico (allí decía que un grupo de alemanes buscaba establecerse en un lugar con un contrato de trabajo) y entonces nos escribió una carta anónima diciendo que sabía que el gobierno inglés buscaba gente para llevar a las Islas Malvinas".

Por esa carta se tomó contacto con el gobierno londinense; efectivamente necesitaban personas dispuestas a ir a trabajar y poblar las islas. La idea era sellar contratos con aquellos dispuestos a construir rutas y caminos en Puerto Stanley.

Los alemanes que buscaban una nueva tierra eran unos 100 pero el gobierno inglés contrató sólo a 45, por tres años. En el grupo había dos ciegos y lisiados de la guerra y los ingleses no los aceptaron, necesitaban fuerza de trabajo y ellos no les servían. "Ése fue uno de los motivos por los que decidieron no quedarse en Malvinas. Teníamos un espíritu solidario muy grande en el grupo y no aceptamos esas condiciones. Pero bueno, durante una temporada, unos tres años, mientras que una parte se fue a las Malvinas la otra mitad se quedó en Alemania hasta que los pioneros encontraran una solución para ellos".

Llegaron a las islas en 1954. "En el grupo que fue a Malvinas había dos o tres familias con chicos, entre ellos yo, que tenía 6 años -relata Klaus-. Comencé la escuela allí. Por la edad que tenía, no guardo muchos recuerdos de ese tiempo. Sí tengo muy presente que en el contrato decía que los hombres debían viajar con una pala y una montura. En mi familia éramos cinco hermanos, de los cuales tres fuimos con nuestros padres y dos quedaron en Alemania; ya tenían su vida allá y no estaban de acuerdo con la parte espiritual y decidieron quedarse".

Pero hubo otro motivo de peso que llevó al grupo a buscar un nuevo destino. El gobierno inglés no cumplió con algunos puntos; el principal, el de libertad religiosa. La iglesia anglicana forzaba a los niños alemanes que asistían a la escuela a tomar parte en los sermones y sus padres no lo aceptaron.

El grupo que primero salió de Alemania estuvo en Malvinas cerca de dos años. Evidentemente todos se vieron obligados a cambiar de oficio. El padre de Klaus, que era pastelero, en las islas manejaba una máquina vial. Por otra parte, el grupo tuvo un aprendizaje obligado, casi impuesto por el lugar: la cría de ovejas, que al llegar a la Argentina se convertiría en una de sus principales actividades que harían desde entonces hasta el presente.

Cuando llegaron a Malvinas Puerto Stanley era muy pequeño, recuerda Klaus. Había unos 2.000 habitantes, todos descendientes de ingleses, escoceses y nativos. Los malvinenses querían que los alemanes se quedaran, sobre todo por las jóvenes solteras que llegaron con ellos al lugar y que en las islas escaseaban. Pero para entonces los líderes del grupo ya habían tomado la decisión de partir.

"En nuestro grupo la meta era otra. Fue entonces que resolvieron que un grupo de adelantados saliese de Malvinas para buscar otro lugar. Embarcaron unas diez personas, primero hacia Uruguay, ya que no podían llegar desde Malvinas hasta la Argentina porque las relaciones diplomáticas entre este país y Gran Bretaña no eran buenas".

Klaus supone que alguien les habló de la Argentina aunque afirma desconocer los pormenores de la elección. "Era el lugar más cercano y es posible que les llegara alguna información de este país. Los adelantados estuvieron medio año en Uruguay trabajando en chacras y en campos hasta que dos de ellos, Willy Cordier y Heinz Haug, siguieron viaje hasta Buenos Aires, donde trabajaron en el Hospital Alemán de como personal de limpieza mientras, en su tiempo libre, buscaban información. Se contactaron con una inmobiliaria de un hombre de apellido alemán, Stocker, quien les aconsejó buscar en el sur argentino, en la zona de Bariloche, por el clima, por la sociedad europea que vivía allí y por las condiciones que daba el sur a los inmigrantes. De modo que los adelantados viajaron inmediatamente a Bariloche.

"En aquel entonces existía una confitería donde se reunían los inmigrantes de habla alemana (alemanes, suizos, austríacos): se llamaba 'Gambrinus' -relata Klaus-. El líder del grupo era Willy Cordier, cuyos padres eran alsacianos y quien era el padre de la señora de Pablo Maier, Adelaida (su hija mayor). En la confitería se presentaron una noche. Recordaban que Cordier se subió a una mesa y habló; me lo puedo imaginar muy bien porque era así. Contó que era el responsable de un grupo de inmigrantes que buscaban un lugar para comprar en Argentina y explicó nuestra situación. Cuando terminó de hablar se levantó un señor que era el administrador de Casa Giménez, Hans Gruber, un austríaco. Él dijo que tenía muchos contactos con las estancias de la zona, al igual que el señor Giménez, ya que tenían almacén de ramos generales y las abastecían. Ese hombre se comprometió a averiguar. A la semana siguiente les dijo que el señor Giménez sabía que doña Corina McDonald era la propietaria de la estancia Paso Flores y tenía intención de venderla. Ella tenía su estancia allí y también daba hospedaje a muchos pescadores de habla inglesa que venían al lugar. Viajaron a Paso Flores: efectivamente, la señora quería vender y acordaron un precio. A partir de entonces estamos aquí. El 3 de mayo de 1958 recordamos la llegada de los primeros de nosotros a la Argentina".

El "Paso Flores viejo", como lo recuerdan, empezó para ellos en 1958. El 3 de mayo llegaron los adelantados a la Argentina, el 17 de ese mismo mes a Bariloche y en setiembre se reunieron todos por primera vez, los que habían estado en Malvinas y los que se habían quedado en Alemania. Una nueva etapa comenzaba, una nueva tierra los acogía.

(Continúa el sábado 31 de mayo)

 

SUSANA YAPPERT

HANS SCHULZ

   
   
 
 
 
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