"Contamos con experiencia pero, como inventamos, tenemos un tiempo de prueba y error, de hacer muchos prototipos, de invertir trabajo y tiempo. Proyectar es la parte más difícil, porque innovar lleva tiempo, estudio, inversiones. Estamos proyectando cosas que quizá estén listas a fines de este año; otras, el año próximo. El problema de la Argentina es que no hay créditos. Incluso estamos trabajando con una universidad de la provincia de Buenos Aires donde sale mucha tecnología. Estamos ensayando allí un sistema que todavía no podemos comentar porque está en fase de prueba. Nos acercamos a la universidad porque alguien nos dijo que allí había ingenieros muy capacitados en software. Conversamos el tema con ellos, les interesó muchísimo la propuesta y aceptaron trabajar en este nuevo proyecto, todo pagado por nosotros. Todo lo que hacemos es a pulmón. Hay muchas cosas para hacer; la cuestión es bancarse el proceso. Nuestra oficina técnica es clave para esta etapa, pero bueno, trabajamos con limitaciones, a lo argentino...", cuenta Sgrilletti.
Los socios asumen los desafíos conjuntamente: "Con José nos complementábamos -recuerda Alejandro-; él hacía todo lo de matricería y preparaba los balancines y yo manejaba los tornos. Aun así, a pesar de haber hecho una sociedad bárbara con José y después con su hijo, tenemos un trabajo estresante. En esta empresa dos personas y media se murieron de un infarto, de cuatro que éramos. José Sgrilletti se infartó a los 52 años, después el padre de Fernando y de Gabriel, que están acá con nosotros, Osvaldo Callejo, también murió joven, a los 53... y yo que pegué en el poste".
"Es obvio que pudimos sostener esto porque tenemos una excelente relación entre los socios. Nos llevamos bien, muy bien. Como una familia. Cuando éramos tres votábamos, ahora nos sentamos y hablamos. La idea es siempre ir para adelante, progresar, mejorar...", agrega Alejandro.
"Mi mujer nos acusa de poner todo el corazón en las máquinas y es así: nunca bajamos calidad, ni en los peores momentos. Es preferible vender menos pero sin bajar la calidad. Tenemos 45 años y estamos acá, ponemos la cara por todo. Pero esto tiene una ventaja, nos llaman por teléfono y sale la camioneta con gente. Eso nos hizo mantener al cliente", comenta José María.
"Cuando están acá estos dos tanos -dice Rosa, la esposa de José María- protestan porque algo salió mal pero al rato cierran la puerta y se ponen como dos chicos a inventar algo nuevo. Sin dudas hacen lo que les gusta. José María siempre está generando, lo entusiasma a Lapusata y juntos empiezan a desarrollar cosas nuevas. Mi marido tuvo y tiene un modelo que es Lapusata; con él aprendió lo que no pudo aprender con su papá, porque murió cuando él tenía 16 años. Aprendió la conducta del trabajo con su padre y la disciplina del trabajo y el oficio con Lapusata... la verdad es que se complementan muy bien", concluye.