Alejandro Lapusata y José María Sgrilletti son el alma de una empresa que tiene 45 años de trayectoria en el Alto Valle.
El padre de José María empezó en su galpón a hacer trabajos metalúrgicos y cadenas industriales para todo el sur argentino. A poco tiempo de radicarse en la zona conoció a Alejandro Lapusata, con quien consolidaron una empresa que, 45 años después de su fundación, se ha convertido en una de las únicas firmas locales dedicadas a hacer líneas completas de empaque de fruta.
Los Sgrilletti llegaron del centro de Italia a La Plata, donde se radicó la familia. Tenían conocidos en la Argentina. "Mi papá tenía 20 años cuando llegó -cuenta José María-, vino primero solo y atrás suyo llegaron sus hermanos".
José era tornero matricero; mecánico de máquinas de imprenta, una especialidad muy difícil dentro del oficio. Después de unos años en La Plata llegó a Roca en 1961, contratado por una empresa metalúrgica -IMEPA- que hacía maquinarias para el sector frutícola. "Vino a probar -cuenta su hijo-. Trabajó hasta principios del '63 y después se independizó".
El tiempo que estuvo en IMEPA le sirvió para darse cuenta de que el Valle tenía un gran potencial y que especializarse en maquinarias vinculadas con la fruticultura era la veta. Por ese motivo José empezó -en 1963- a construir un galpón en la calle Brasil, para instalar su taller. Compró un lote grande y construyó una parte. En ese tiempo conoció a un tornero de primera con quien terminó asociándose.
"Con José nos conocimos en mayo de 1963 -cuenta Alejandro Lapusata-. Yo también me había independizado, me había comprado un torno. Como José trabajaba con las máquinas de imprenta, empezó a traerme trabajos. En una época hacía el mantenimiento al diario 'Río Negro' y a muchas otras imprentas chicas que ya no están. En realidad empecé a hacer trabajos para esta empresa antes de asociarnos, cuando los albañiles estaban haciendo el galpón".
"Cuando recién arrancaron mi viejo y él -continúa José María- hacían trabajos de tornería, fabricaban cadenas, que era lo fuerte, y además hacían el mantenimiento de empresas gráficas, bodegas, sidreras y empresas viales. Inclusive hacían trabajos para Neuquén. Empezaron seis o siete personas... estamos hablando de 1964/'66".
Los padres de Alejandro (Pablo Lapusata y Mariana Siciliano) eran italianos, de Sicilia. Se radicaron en Roca al promediar la década del '20. "Yo nací en Roca; mi padre era chacarero. Hice la escuela industrial acá; entonces se llamaba Industrial Mixta (ver "Historia de Acá"). Teníamos hasta tercer año, y después me fui a estudiar a Buenos Aires, en la Escuela Otto Krause. Me recibí allá. Estuve seis años, trabajando y estudiando hasta que me enteré de que vendían unas acciones en una firma acá, en Roca. Renuncié en el trabajo que tenía de matricero en Buenos Aires y me vine. Esa firma por la que volví hacía prensas hidráulicas y mantenimiento de petroleras y atendía bodegas. Estuve 30 días, pero decidí largarme por mi cuenta. Hasta que conocí a José Sgrilletti, y desde entonces estoy acá. Nos asociamos de hecho para trabajar; queríamos trabajar. Yo tenía 25 años y Sgrilletti, 39".
Cuando llegó a Roca, José ya tenía conformada su familia. Casado con Teresa Florio, tenían tres hijos: Ana María, María Cristina y José María, el menor, quien tenía cuatro años cuando se mudaron.
"Mi viejo era un apasionado como Lapusata, matricero de alma; un hombre de trabajo de sol a sol. Se hizo la casa enfrente del taller. La verdad es que vivía acá y nos visitaba en casa... le encantaba estar en el taller, trabajaban con pasión".
Trece años después de inaugurar su planta y asociarse con Lapusata, José Sgrilletti murió. Quedaron en la empresa Lapusata y un cuñado de José María, Osvaldo Callejo, que también trabajaba con ellos. Unos años más tarde se sumó José María Sgrilletti, con quien iniciaron una nueva etapa.
DE LAS CADENAS AL EMPAQUE
"En un momento con José decidimos dedicarnos a la fabricación de cadenas especiales; éramos especialistas en esto en toda la Patagonia -relata Alejandro-. Eran cadenas transportadoras, cadenas industriales; hoy siguen siendo las mismas, hechas con otra tecnología pero básicamente las mismas. En 1972 empezamos a hacer máquinas para la fruticultura. Yo ya tenía mi familia. Me casé con Yolanda Rodríguez, con quien tuve tres hijos: Liliana y los mellizos Silvana y Gabriel".
Desde un comienzo en el taller se produjeron repuestos de máquinas para la fruticultura; proveían a las empresas que las fabricaban de todo tipo de cadenas "y así, indirectamente, fabricábamos cosas que esas empresas exportaban a Chile, Brasil y Uruguay. Eso fue hasta hace unos años; luego empezamos a exportar nosotros", cuenta Lapusata.
"Hoy tenemos una empresa de servicios. Hacemos maquinaria para empresas frutícolas y el mantenimiento, constantemente. Cuando empezamos, arrancamos con piezas que nos encargaban -agrega José María-, pero nos fuimos dando cuenta de la importancia que tenía para el empaque el hecho de contar con una empresa local que hiciera el mantenimiento de su maquinaria. En plena temporada cualquier problema puede ser crítico y ahora el cliente no tiene que esperar que se consiga una pieza o que venga un técnico de afuera".
Las primeras piezas que hicieron para los galpones de empaque fueron llenadores de bins. "No existía ese tipo de llenadores, los hicimos por primera vez en esta planta; fueron ideados todos acá. También hicimos calesitas para transportar cajas y cajones dentro de los galpones de empaque, lavados para colocar fungicidas, que antes no se usaban porque se hacía todo a mano... un montón de cosas que se hacían a mano fueron reemplazadas por máquinas y nosotros estuvimos en ese proceso de reemplazo. Hoy se usa más tecnología y se cuida más la fruta, aun cuando hay mucho trabajo humano irremplazable", comenta Alejandro.
En 1985, José María se sumó al taller que había inaugurado su padre. Cuenta Lapusata: "Él empezó a participar en la empresa en 1985; adquirió aprendizaje y en 1990 empezó a largarse más. Tuve suerte con José María, puso todo para aprender. Es muy capaz y trabajador y poco a poco se concentró en buscar nueva tecnología, en pilotear el frente más innovador y el de las ventas. Él es el que sale del taller, en cambio a mí me gusta estar acá adentro".
"Nos dividimos las tareas hace rato, pero trabajamos básicamente en grupo -agrega José María-. Hay un servicio de atención al cliente muy fuerte. En temporada trabajamos las 24 horas. Si se rompe una máquina en un galpón allí estamos, a la hora que sea. Es una empresa netamente de servicios; por más que fabriquemos, el servicio a las empresas a las que proveemos es constante".
Este servicio inmediato en la zona es lo que les ha permitido posicionarse en un mercado muy competitivo en la zona y en el país. "Tuvimos épocas de muy poco trabajo, de no poder sostener lo que teníamos. Al estar tan pegados a la fruticultura cualquier variación en el sector impacta acá. Cuando empezaron a entrar firmas en convocatoria en el Valle en la década del '90 nos mantuvimos a flote porque no estábamos endeudados. Hicimos stock durante décadas y en los '90 nos comimos la estantería, pero pasamos el chubasco y arrancamos otra vez", cuenta José María.
En el '99 empezaron un nuevo ciclo. Hicieron una visita a Entre Ríos -cuenta Sgrilletti- y visitaron empacadoras de fruta de esa provincia y de Uruguay. "Conocimos gente e hicimos la primera venta que nos permitió salir un poco del Valle, que estaba atravesando un mal momento. De cualquier manera, siempre dependimos del Valle. El Valle, pese a sus altibajos, mueve mucho, pero al crecer e innovar los clientes también se multiplicaron. Hoy vendemos en San Juan, Entre Ríos, Jujuy... pero el mayor movimiento sigue acá".
La gran revolución de la empresa fue en el 2002. Las mejores perspectivas para las economías regionales en general y para algunas industrias en particular les permitieron hacer inversiones en tecnología y empezar a fabricar líneas de empaque completas.
"José María es joven e inquieto y se conjugaron su carácter con una fuerte demanda de servicios de clientes de la zona para que nos decidiéramos a dar el salto. En el 2002, entonces, hicimos toda la línea completa de empaque, se de sarrolló una tecnología de pesaje y se empezaron a hacer máquinas electrónicas. Esto fue un gran salto".
Las cadenas, que en un momento fueron el núcleo de la empresa, ya pasaron a tercer o cuarto lugar y los socios avanzaron en otros frentes: "La cadena, por más que haya sido desplazada, es la matriz del negocio; ha sido la constante a lo largo de décadas. La clientela en el Valle en lo que es cadenas es muy importante, todos consumen, todos los años pasa fruta por los galpones y cada temporada hay que repararlas o reemplazarlas. Las cadenas se van a seguir vendiendo hasta que surja algo que las reemplace", afirma Sgrilletti. "A un hombre relacionado con la fruticultura le decís 'Sgrilletti' y es igual a 'cadenas'", agrega Lapusata.
En el 2002 invirtieron y -según cuentan- lo arriesgaron todo. En el 2003 aprovecharon el ciclo ascendente de la fruticultura y se consolidaron en líneas de empaque. Hoy la empresa, que siempre contó con personal capaz de enfrentar los nuevos desafíos, suma 40 empleados. El grupo dispone también de una oficina técnica en la que trabajan cuatro personas.
El crecimiento abrió mercados nuevos, no sólo en el Valle sino en otras zonas productivas como Entre Ríos y San Pedro (provincia de Buenos Aires): fabricaron líneas de pesaje de uva para la provincia de San Juan y en Jujuy hicieron una máquina de tamañado de paltas. "Vendimos una máquina especial para uva que anduvo bien en San Juan, luego nos la compraron en Chile y la firma argentina para la que trabajamos en San Juan nos compró tres líneas para Brasil".
En el 2004 abrieron otra planta. Cuando les quedó chica la primera, alquilaron galpones mientras buscaban una superficie adecuada para armar la línea de empaque completa. Rentaron un local sobre la Ruta 22 y al mes se lo ofrecieron en venta. Estaban con mucho trabajo y se animaron. "Hicimos un buen negocio, porque en ese tiempo habíamos fabricado máquinas con el dólar a un peso y vendimos con el dólar a 2,50. Eso nos permitió comprar la planta II.
"Hoy hacemos instalación de plantas de empaque llave en mano. Fabricamos las máquinas completas y luego hacemos todo el mantenimiento. Hacer una planta chica puede demandar unos 150 días... bueno, tenemos materiales en stock y partes hechas. El maquinado prácticamente sale de acá, y cuando tenés bajones en la producción hacés piezas para stoquear. Cuando vienen los pedidos hacemos planos y empezamos a trabajar. Cuenta la experiencia. Sabemos lo que necesitamos para no cortar la cadena de producción".
José María Sgrilletti está casado con Rosa Totaro y tienen dos hijos: Ariel y Martín.
"Nacimos como empresa familiar y seguimos siéndolo. Fuimos siempre muy austeros y conservadores, trabajando como locos, evitando créditos, reinvirtiendo todo lo que entraba para crecer y actualizarnos... por eso nos mantuvimos en el tiempo a lo largo de 45 años, porque en agosto cumplimos 45 años prestando servicios en el Valle", afirma José María.
SUSANA YAPPERT
sy@fruticulturasur.com