Mariana Villablanca es evaluadora de pastizales de la unidad ejecutora en Río Negro del Programa de Ganadería Ovina. Tiene una percepción muy particular del fenómeno de la ceniza: "Es como si las ovejas en este momento estuvieran comiendo corcho".
A su entender, el problema se agrava porque los animales se encuentran de por sí en mal estado como consecuencia de la falta de pasturas, afectadas por la sequía. "No tienen la suficiente cantidad de proteínas que requieren y en consecuencia no pueden engordar", afirmó.
En su diagnóstico mencionó que "no llueve desde hace mucho tiempo y, si a eso le agregamos la ceniza, la situación se torna preocupante".
Por esta cuestión puntual, el secretario de Producción de Río Negro, Daniel Lavayén, se reunió con el secretario de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos de la Nación, Javier de Urquiza. El hoy funcionario nacional conoce en carne propia la cuestión en virtud de que él fue uno de los ganaderos afectados en Santa Cruz por la erupción del volcán chileno Hudson.
Lavayén puso en el tapete otro agravante: el que los animales se ven afectados en sus vías respiratorias y, además, cada vez que mastican el poco pasto que existe la ceniza, de carácter erosivo, les va limando los dientes.
Entre las gestiones que se desarrollan en Buenos Aires se considera la posibilidad de asistir a la Línea Sur con alimento. En virtud de ello se está analizando el envío de avena como contribución a la dieta.
En estos días comenzó a circular entre los sectores involucrados una serie de recomendaciones elaboradas por la Estación Experimental del INTA Bariloche.
El documento señala que la caída de cenizas volcánicas puede acarrear diversos trastornos para la ganadería de la región, cuya gravedad se relaciona con la cantidad de material caído y su composición.
No se descarta que en nuevas emisiones del volcán cambie la composición de las cenizas. No obstante, no se han reportado cantidades importantes de ceniza que cubran la vegetación impidiendo la alimentación del ganado.
El material volcánico -según la densidad y el tamaño de las partículas- puede afectar seriamente las fuentes de agua, siendo más vulnerables los espejos de aguas quietas (tajamares, lagunas, pozones, bebederos) que los arroyos o ríos.
Por lo tanto, el INTA recomendó dejar que las cenizas sedimenten, aunque seguramente las partículas más finas quedarán en suspensión y enturbiarán el agua. Hasta ahora no se han detectado sustancias tóxicas en el líquido, por lo que no deberían producirse problemas de salud en el ganado.
En cuanto a los pastizales, las cenizas cuando se acumulan en cantidades importantes terminan tapando los pastos e impidiendo el acceso de los animales a la fuente forrajera. En el caso de los ovinos, éstos rechazan el forraje saturado de cenizas. Ante esta situación la única alternativa es la administración de heno u otro alimento en reemplazo.
Además de los efectos en el tracto respiratorio, las cenizas penetran en el vellón de los ovinos, el que alcanza un peso considerable si se humedece por efecto de alguna lluvia. Si el animal está debilitado por falta de forraje y de agua, ese peso suele "voltearlo" e impedirle movimientos. En estos casos, el INTA advirtió que la muerte es inminente
Mientras tanto, el hábito de pastorear en contra del viento agrava el impacto de las partículas de ceniza en los ojos de los animales: disminuye su visión o la pierden totalmente, según la intensidad del viento.
Entre las sugerencias figura el tratar de no mover la hacienda (a menos que sea imprescindible), ya que el esfuerzo generará un mayor requerimiento de comida y los animales se van a agitar, con lo que se incrementará la aspiración de cenizas. También se aconseja tratar de aprovisionarse de forraje y, en el caso de depositarse cenizas en las aguadas, no revolverlas, de modo que el material sedimente.
De persistir la caída de ceniza, pueden aparecer en el mediano plazo algunos problemas sanitarios en el ganado.
(Agencia Viedma)