Judith Barrère reparte su tiempo entre su chacra de Valle Azul, Villa Regina y Rosario, sus tres residencias desde hace años. Es una mujer de 82 años, muy activa y elegante. Su cabello completamente blanco contrasta con el verde intenso del otoño ya maduro de abril. Judith se sienta en su sillón frente al fuego y cuenta su vida. Recuerda cómo devino en productora frutícola sin tener ningún ancestro ligado a la tierra y cuenta cómo terminó haciendo de esta actividad una pasión. Acompañó a su marido, Bernard Barrère, ligado a franceses que estaban radicados en Valle Azul, en una aventura desconocida y hoy es una de las productoras más tenaces de este rincón del Alto Valle.

"En 1972 compramos la chacra con mi marido. La idea era hacer una inversión en tierras. No teníamos pensado venir a esta zona. En ese momento vivíamos en Buenos Aires y entonces nos dedicábamos a hacer un pesquero de altura, pero el astillero quebró y tomamos la decisión de invertir en otro rubro. Vendimos el pesquero tal como estaba y Charles Betbeder, un francés amigo de mi marido que tenía tierras en Valle Azul, lo entusiasmó para que comprara algo aquí".

La familia Barrère había sido propietaria de un campo en Santa Fe, de modo que él conocía la actividad de la Pampa Húmeda, pero no la fruticultura. Los abuelos de Bernard habían llegado a la Argentina en 1877 y ellos, los padres de Bernard y él mismo alternaron toda la vida entre Europa y Argentina.

Antes de adoptar el apellido de su marido, Judith Barrère era Judith Castañeda Viale, "nacida en Santa Fe de la Vera Cruz, de un matrimonio con siete hijos". Cuando terminó la escuela primaria su madre la mandó a estudiar secretariado, un oficio que -afirma- le fue de utilidad durante toda su vida. "Cuando tenía 18 me contrató una empresa norteamericana que estaba en Córdoba y quedé al frente de la contaduría". Había muerto su padre (en 1943) y ella, por su trabajo, pronto fue independiente. En Córdoba conoció a su primer marido; era estudiante de medicina y, como había nacido en Santa Fe, amaba el río. Navegaba y tanto le gustaba hacerlo que abandonó su carrera y decidió dedicarse a la navegación. "Fue comisario de a bordo de un buque que era de un tío suyo y anduvo por el mundo. Un día, después de hacer un viaje largo vino y me pidió que nos casáramos. Fue en 1947".

Tuvieron a su primera hija en 1949 -María Judith- y en 1951 nació el segundo, Carlos Luis. "Al formar una familia decidimos poner un ancla y empezamos a trabajar en una fábrica de metales que era de mi cuñado. Aprendí a manejar el negocio de los metales, trabajaba mucho por teléfono. Durante unos 15 años, y mientras crecían mis hijos, nos dedicamos a esto, hasta 1965, año en que mi marido falleció".

Siguió un tiempo de incertidumbre y de acomodamiento familiar. Pero unos años después Judith volvió a casarse.

"Conocía a Bernard del coro, cantábamos en el coro estable de Rosario. Él tenía 54 años y era soltero; hacía tiempo que estaba en el país. Cuando murió su padre, viajó con su madre desde Francia para visitar el campo que tenían de Santa Fe. Viajaron en agosto del '39 y pocos días después de llegar estalló la guerra en Europa. Bernard y su madre se quedaron en Argentina durante el conflicto. Luego iban y venían. Pero Bernard comenzó a tener una vida social acá: fue presidente de la Alianza Francesa y de la beneficencia de ese país".

Finalmente la familia Barrère vendió el campo en 1960 y en 1967 Bernard se casó con Judith. "A partir de entonces viajamos muchísimo. En Rosario hicimos un edificio y nos quedamos con un piso al que nos fuimos a vivir en 1969. Unos años más tarde compramos la chacra de Valle Azul, donde empieza otro capítulo de nuestras vidas.

EN VALLE AZUL

"Compramos esta chacra a ciegas -continúa el relato Judith-, confiando plenamente en este amigo, y luego nos fuimos unos meses a Europa. En diciembre regresamos y vinimos a conocer la propiedad de Valle Azul. ¡Todavía estaba la balsa en el 1.071! Cuando llegué pensé: '¡¿En qué nos hemos metido?!'. Éste era un poco el límite del Alto Valle, acá no había nada. La chacra que finalmente adquirimos sólo tenía un cuadro de duraznos. La propiedad se llamaba "Teresa" y la rebautizamos "El Sauce", porque tenía un sauce enorme al lado de la casa, el sauce que aún nos da sombra". (Ver foto)

Allí habían vivido unos argelinos, los Piller, que habían regresado a Francia. Ellos habían sido los peones de la estancia "La China", de Natalio Botana (ver Historia de por Acá). "Bianchi Di Cárcamo le compró la propiedad a los Piller y ese señor nos la vendió a nosotros. En realidad, primero compramos una chacra cerca del pueblo pero la cambiamos por ésta. Nos favoreció muchísimo el cambio; este lugar era fantástico, 22 hectáreas de tierra nueva, desmontada y con acceso desde la ruta. Pero bueno, llegamos acá sin idea de nada. Ni remotamente pensábamos que íbamos a dedicarnos a la producción frutícola. Me acuerdo de que lo primero que vi en el lugar fueron terrones de salitre, y la casa era una ruina. Inmediatamente imaginé cómo iba a arreglarla y eso me entusiasmó. Entonces no sabía que estábamos dando nuestros primeros pasos como productores".

Bernard era ingeniero civil, muy culto; se había recibido en París, en una de las mejores escuelas del mundo. En el fondo era un artista, pero su familia lo había ligado afectivamente a la tierra. "Era hijo único y sus padres lo habían educado en Francia, pero era muy humilde y nunca presumía. Siempre me decía 'Me parece que tenemos la chacra más linda de Valle Azul'... y creo que tenía razón, aun cuando me halagaba porque yo fui la que finalmente terminó conquistada por la actividad. Si bien tomábamos las decisiones juntos, yo era la ejecutora".

Charles Betbeder les consiguió a un encargado para la chacra y el matrimonio Barrère, que entonces viajaba al Valle muy esporádicamente, decidió, previo a indagar un poco el mercado, empezar a plantar peras. "Le compramos a Rosauer y plantamos todo en espaldera. No sabíamos nada de fruticultura, pero nos asesoramos mientras estudiábamos cómo era la cosa. Me acuerdo de que empezamos a plantar poco después del 'Rodrigazo' porque compramos el alambre para las espalderas y quedó pago en la primera cuota. Plantamos William's y ciruelas Presidente, y en distintas etapas fuimos plantando otras varie

dades de peras y manzanas. Lo último que planté fue otro cuadro de ciruelas y el año pasado terminé de plantar y de reconvertir. Este año completaré el riego por aspersión y, lo olvidaba: tengo todo con dispensers para controlar la carpocapsa. Recorro mucho la chacra y disfruto enormemente de la actividad y de este lugar...".

En 1979 empezaron a cosechar; desde entonces Judith le vende a un galpón de Villa Regina. Ahora ella está en un grupo de 12 productores que le entregan la fruta a esa misma empresa.

Judith tiene 82 años y acaba de plantar los últimos cuadros de ciruelas y peras. Afirma que trabaja en su chacra por puro placer: "es un orgullo para mí crear algo a mi edad... pensar que hay gente de 50 que ya no quiere plantar ni reconvertir", reflexiona.

A medida que creció en producción y en conocimientos, Judith se involucró en instituciones ligadas a la fruticultura. En el 2004 viajó a Rusia invitada por el CFI y en representación de su grupo, Proempac. En la medida de sus posibilidades participa, reclama, se acerca a las personas que toman decisiones. "No estoy afiliada a ningún partido, sólo sé que no soy peronista, pero yo hablo con todos. Lo importante es que todos pensemos en el bien común". Actualmente, Judith está en un grupo intentando dar vida a una Escuela Agrícola para Villa Regina. "Ya nos cedieron un lugar para el establecimiento -se entusiasma-, ahora hay que levantarla. Y cada vez que puedo agarro el teléfono para pedir que asfalten el acceso a Valle Azul, una deuda de la provincia con los pobladores de esta localidad, cada vez más numerosa y a la que han llegado últimamente capitales para hacer inversiones. En los últimos años hubo un boom inmobiliario, ojalá que esto potencie el desarrollo de la zona".

Judith cree que su fuerte son las relaciones públicas y se considera un persona pragmática y natural. Uno de sus nietos -tiene 10 y 4 bisnietos- dice que "siempre que tiene un problema piensa cómo lo resolvería su abuela", cuenta y se ríe.

En 1971 se fundó la localidad de Valle Azul y ella vio crecer su chacra paralelamente a este extremo del Valle. "Trabajé muchísimo hasta ver esta chacra en producción y al mismo tiempo trabajé por Valle Azul. Sentí cuando llegué y siento aún hoy que debemos apostar al desarrollo de la margen sur del río Negro, todavía virgen y con tanta tierra feraz.

"La chacra me fue atrapando y mi marido siempre acompañó ese entusiasmo. Durante los primeros años veníamos unos días pero en un momento estuvimos más acá que en otra parte. De hecho mi marido murió en Roca, el 9 de marzo de 2001... tenía 87 años. Fuimos muy felices; él me admiraba, como yo a él. Guardo en mí los mejores años de mi vida en este hermoso Valle Azul con Bernard", concluye.

SUSANA YAPPERT

sy@fruticulturasur.com