La vitivinicultura mundial está sumamente preocupada por los efectos que pueda acarrear el cambio climático sobre las plantaciones de uva y por ende sobre la calidad de los productos que elabora, muchos de los cuales en poco tiempo más podrían transformarse en vinos de regular calidad si no se toman los recaudos necesarios.
En este sentido, de mantenerse las actuales condiciones de agresión humana sobre la atmósfera, puede hablarse de dos escenarios posibles. Si ocurriera un aumento de temperatura de entre 2 y 3 grados centígrados, la producción vinícola no sufriría mayores inconvenientes e incluso podría beneficiarse en ciertos casos. Pero si el aumento de temperatura fuera mayor, muchas de las planta
ciones existentes virtualmente desaparecerían del mapa vitivinícola mundial, sencillamente porque con las uvas que se cosecharían sería imposible hacer un vino con pretensiones de ocupar un sitial de privilegio entre los productos premium.
Este tema fue debatido por los principales países productores de vino a nivel mundial en el II Congreso Internacional sobre Cambio Climático y Vino que se llevó a cabo en Barcelona a mediados de febrero pasado.
El efecto del calentamiento podría sentirse con mayor intensidad en el hemisferio norte, que hoy está produciendo uvas bajo condiciones casi ideales de temperatura.
En principio se podría afirmar que los primeros beneficiados por el fenómeno del calentamiento global serían los productores de vino del hemisferio sur, que hoy tienen sus plantaciones en zonas más bien propensas a las bajas temperaturas. Un aumento de algunos grados no acarrearía graves perjuicios en estos casos.
Pero un solo vistazo por estas latitudes basta para concluir que el clima aquí tampoco se comporta como una Cenicienta. Chile, por
citar un ejemplo, enfrenta actualmente una de las peores sequías de las últimas décadas, la que afecta principalmente sus zonas dedicadas a la agricultura.
Otro fuerte jugador vitivinícola del hemisferio sur, Australia, prevé una cosecha de uva entre un 30 y un 50% inferior a la de la última temporada. Y Argentina, en un reciente informe proporcionado por el Instituto Nacional de Vitivinicultura, ya anunció una merma en su producción del 1,5%, lo que significan entre 125 a 130 millones de kilos de uvas menos sólo entre Mendoza y San Juan. Para Río Negro y Neuquén las previsiones tampoco son alentadoras. En la temporada 2008, la cosecha de uvas para vinificar alcanzaría los 14,2 millones de kilos, es decir la mitad de los 26,8 millones de kilos producidos el año pasado.
Como se ve, si los productores/consumidores europeos tuvieran hoy un serio problema de abastecimiento de vinos, ninguno de los posibles beneficiados con esta coyuntura estaría en condiciones de aprovechar las ventajas de comercialización que se le presentarían. Además, según se dijo en el Congreso, el calentamiento global no forma parte de las preocupaciones de los productores de vino de Argentina y Chile en este momento.
No obstante, fiel a su costumbre de anticiparse a los problemas, el sector vitivinícola mundial ya debate, como lo hizo en Barcelona, qué hacer para que el cambio climático no lo encuentre con la guardia baja y lo deje sin reacción.
"El calentamiento ya hace sentir sus consecuencias. La vendimia se adelantó 10 días en casi todas las regiones vinícolas", sintetizó el francés Bernard Seguin, responsable de los trabajos de investigación del clima para el INRA (Institut National de la Recherche Agronomique) en Avignon (Francia). Experto en áreas como la micrometeorología y los efectos de la clima
tología en la agricultura, Seguin dijo que el cambio climático "ya es una constatación y no algo de ciencia ficción", como se consideraba años atrás.
"El vino y el mapa de la viticultura cambiarán en un grado que dependerá de la actitud con la que lo enfrentemos. Si el calentamiento ronda los 2 ó 3 grados, podríamos adaptarnos para que Burdeos siga siendo Burdeos, Rioja siga siendo Rioja y Borgoña, Borgoña", añadió. Pero "si van a los 5 ó 6 grados, habrá que enfrentar grandes problemas y los cambios serán más rudos", advirtió.
El vino debe madurar lentamente y una maduración acelerada por el aumento de las temperaturas y la falta de lluvia perjudica primero a la uva y luego al vino. "Al madurar más rápidamente la uva, se obtienen más altas concentraciones de azúcar, baja concentración de ácidos y un pH más alto", destacó por su parte el español Fernando Zamora, decano de la facultad de Enología y profesor titular de la Universidad Rovira i Virgili en Tarragona (Cataluña, noreste).
Los expertos coinciden en alertar de que, de seguir así, la situación provocará un desfase entre la madurez de la pulpa y la de la piel y semillas, lo que provocará vinos más duros y un exceso de alcohol que atente contra su calidad aromática.
Según Vicente Sotés, catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid, "cambiarán las variedades en casi todas la zonas" y algunas regiones que siempre produjeron vinos de calidad dejarán de tener condiciones climáticas idóneas para un buen producto. Richard Smart, técnico australiano que desde hace 20 años alerta sobre los peligros del cambio climático para el vino, dijo que con los efectos que tiene el fenómeno para la vida humana, "parece una frivolidad preocuparse por el que tiene sobre el vino". Sin embargo, para ilustrar puso el ejemplo de los mineros y los canarios. "Los mineros se llevaban a la mina un canario enjaulado como señuelo. Si el canario se moría, era por la falta de oxígeno y entonces salían disparados de la mina. El vino es el canario de la agricultura en el tema del cambio climático", concluyó. (Redacción Central / AFP)