Cuando José Bizzotto cumplió 18 años, viajó a Buenos Aires y en el Mercado de Abasto supo que una firma vinculada a la explotación frutícola pagaba el pasaje a todo aquel que quisiera venir a trabajar en la cosecha del Valle.La firma era Tortarolo y el joven aceptó el reto. Llegó en tren y durante aquel viaje intuyó que este lugar tenía la fuerza del tiempo fundacional. Bajó en la estación de Allen y fue a trabajar a unas chacras, donde ponían la fruta recién cosechada bajo enramadas y de allí la llevaban en carros hacia el ferrocarril.
De este primer viaje realizado en 1926 guardó toda su vida un recuerdo: le pareció que entonces descubrió el viento. Nunca había visto furia semejante. Pensó que, si hubiese tenido un pasaje para volver a su Santa Fe natal, se iba sin dudarlo. Pero en su bolsillo sólo tenía un pasaje usado y estaba la cosecha por delante.
El verano pasó rápidamente y el viento dejó de ser una preocupación para este joven que volvería una y otra vez al Valle hasta hacer de este sitio su tierra.
No sabía entonces que en este período de su vida hacía una experiencia definitiva.
Después de esta incursión al sur, los viajes se hicieron más intensos. Siempre dedicado a la fruta, José empezó a conocer el negocio y a tender lazos con las primeras empresas del lugar. Pronto fue contratado por la firma Peluffo, que tenía galpones en la zona.
"En el verano cumplía funciones en Río Negro y en el invierno lo enviaban a comprar cítricos al norte, a Misiones, Entre Ríos y Paraguay", relata su hija menor, Marta.
En uno de esos viajes vio por primera vez a Simblina Carvallo y pensó entonces: "Con esa morocha me voy a casar". Y así fue. En 1934 José y Simblina se casaron y empezaron una vida juntos signada por los viajes, la familia y los amigos. Él nunca dejó pasar un año sin volver a Santa Fe, ella tampoco abandonó su tierra misionera, aunque el negocio de la fruta los llevó a nuevas geografías.
José Bizzotto había nacido en Santa Fe el 17 de abril de 1907, en el barrio de Guadalupe. Era hijo de inmigrantes italianos, Abraham Bizzotto (del Veneto) y Elisa Santi (de Trento), quienes se radicaron en el litoral cerca de 1905. El encuentro de ambos fue de película. Abraham había venido a la Argentina aconsejado por
una hermana religiosa. Establecido aquí, trabajó de agricultor y volvió dos veces a Italia. En uno de esos viajes, un amigo le dio una carta para que llevara a una familia de Trento. La recibió en sus manos Elisa, quien poco después se convertiría en su esposa. En Argentina tuvieron 12 hijos, de los cuales sobrevivieron 9. "Eran todos varones, excepto una mujer, la única que vive actualmente. Nuestro padre, 'Pepe', fue el mayor y le siguieron Juan, Pedro, Luis, Abraham, Eduardo, Hipólito, Roberto y Rosa María. Hipólito fue el séptimo hijo varón, ahijado del presidente Yrigoyen", relata su hija Magdalena ("Cuqui").
"Papá tuvo una vida muy sacrificada. Fue el mayor de 12 hermanos que perdieron a su mamá cuando aún eran chicos. Él había terminado su primaria en la escuela parroquial de Guadalupe e ingresó al seminario. Eran compañeros del que después sería el obispo auxiliar de Santa Fe y obispo de Azul, monseñor Manuel Marengo, con quien tuvieron una amistad de toda la vida". Pero la muerte prematura de la madre de José cambió los planes del joven. Su padre, quien trabajaba como quintero, solicitó su ayuda para explotar la tierra familiar. José dejó el seminario y ayudó a los suyos a salir adelante.
La familia de Simblina, en cambio, era de Misiones. "Nuestro abuelo materno era argentino y la abuela brasilera, hija de fazenderos que un día cruzaron el río Uruguay y se afincaron en Misiones con su hacienda y sus muchos hijos. Nuestra abuela, cuando cumplió 15 años, se casó con el abuelo que tenía 30. Tuvieron 16 hijos, entre ellos Simblina María Carvallo, nuestra madre", agrega Cuqui.
En Misiones el abuelo Carvallo es recordado como un persona muy activa. Tuvo varios cargos públicos no rentados, como juez de Paz y representante de Compras del Ejército, entre otros. Cuando estaba en funciones recibía cartas de Domingo F. Sarmiento, cartas que conservó durante toda su vida. Los Carvallo vivían en San José, donde tenían yerbatales y, en medio, una casa enorme que mantuvo unida a esa enorme familia.
Uno de los hermanos de Simblina, Casiano, fue maestro y con el tiempo se convirtió en un especialista en la historia de esta zona del país. Fue miembro honorario de la Comisión de Estudios Históricos de Misiones. La familia de Simblina era muy religiosa y se mantuvo muy unida a lo largo de los años, de hecho hubo pocos de sus miembros que vivieron en otras provincias, entre ellos Simblina.
En Misiones nació la primera hija del matrimonio, Magdalena Elisa ("Cuqui"), y unos años más tarde la familia se radicó en Río Negro. Los primeros años de Magdalena fueron muy viajados, puesto que sus padres recorrían el territorio por motivos laborales y por placer. "Cuando nació 'Cuqui' -cuenta Marta-, papá viajó a Paraguay a comprar fruta. Contaba que cuando vio la fruta envió un telegrama a la empresa diciéndoles que no era de buena calidad. ¡Lo detuvieron por 'sabotaje al país'! ¡Qué increíble! Por supuesto fue liberado inmediatamente (risas)".
Ya en Río Negro, Bizzotto se convirtió en encargado de los galpones que la firma Peluffo tenía en Allen y en Cinco Saltos. En Allen, "Pepe" Bizzotto hizo sus primeros amigos, entre ellos el Dr. Bolthauser y el Sr. Diazzi. "A mamá le costó la separación de su familia, pero era una mujer tan alegre y generosa que pronto hizo grandes amistades". De hecho conocían a muchas personas que venían a hacer negocios a la zona y ella los esperaba con su exquisita mesa servida. Una mesa para 14 personas que estaba casi siempre completa.
El matrimonio Bizzotto se integró perfectamente a la nueva sociedad, donde siempre tuvieron una activa participación en la vida comunitaria. José fue uno de los fundadores del cuerpo de bomberos de Allen, presidente del Rotary Club, de la Comisión de Ciclismo y del Club Social amigos de Allen. Ayudó a crear el primer Centro de Jubilados de la localidad, del que fue el primer presidente, y hasta fue comisionado municipal, un comisionado que todos recuerdan por haber en
tregado un municipio saneado y con un superávit de 2 millones de pesos. Simblina lo acompañó con su carácter afable y su incondicionalidad. Ella, siempre dispuesta a dar ayuda a quien lo solicitara, colaboró en obras comunitarias, en la parroquia, en distintas asociaciones, como catequista e integró la cooperadora del hospital (Elena F. de Ramasco). Con frecuencia Simblina reunía a amigas a tomar el té. En esos encuentros cantaban desde tangos a zarzuelas, mientras Magdalena las acompañaba con el piano. En el matrimonio y luego en sus hijas siempre estuvo presente la música, la docencia, el servicio y la alegría.
Los hermanos de José también se sumaron al esfuerzo valletano: vinieron a colaborar con el mayor de la familia, que se había convertido en pionero .
En el año 1943, cuando la firma Peluffo quebró, Juan Mariani le propuso a Bizzotto asociarse para trabajar juntos. Así nació Mariani & Bizzotto, una sociedad de hecho que tuvo varias décadas de vida en el Valle, pionera en empaque y frío del tiempo que siguió a la nacionalización de los ferrocarriles ingleses y a la salida de capitales de ese origen del negocio frutícola (ver historia de Acá).
"Se iniciaron aquí en Allen, en el galpón que había pertenecido a Peluffo y que había adquirido un grupo de chacareros agrupados en la firma Fruta Real -cuenta 'Cuqui'-. En este tiempo iniciaron una relación comercial con la exportadora de fruta Tarántola y Cía.".
Era el tiempo en el cual los fruteros que venían de Buenos Aires se hospedaban en el Hotel España, que era como un centro social, y Bizzotto cultivó amistad con muchos de ellos. Cunti, Saladino, Mugnani están entre los pioneros en la comercialización de la fruta en esta localidad.
"Antes la familia frutícola era muy chica y todos se conocían. Papá era un hombre poco demostrativo pero extraordinariamente bueno y afectivo -cuenta Marta-. Era muy reconocido en el sector por ser muy serio, recto y por honrar la palabra empeñada. Siempre se acuerdan de él por sus valores. Recuerdo que una vez cayó piedra en enero; papá no dejó de pagar a ninguno de los chacareros a quienes había comprado su producción. Hasta los consolaba. Ese año nos dijo que nos íbamos a ajustar el cinturón. Nada más. Se lo veía preocupado, pero jamás nos iba a decir que tenía un problema. Fue muy protector de su esposa y sus hijas. Trabajaba muchísimo, pero estaba hasta en el mínimo detalle de su trabajo y de su casa. Cuando fuimos a hacer nuestra secundaria a Buenos Aires, contrató un seguro para garantizar nuestros estudios si él moría...".
En 1947, ya definitivamente arraigado al lugar, el matrimonio recibió a su segunda hija, Marta Susana. Poco después de mudaron a "la casa grande", en Allen.
En estos años la firma Mariani & Bizzotto vivía un momento de crecimiento y expansión. "Adquirieron el galpón que había hecho construir Julio Ducás, ubicado en el acceso Biló, donde trabajaron hasta que en mayo de 1969 inauguraron el nuevo galpón y frigorífico en calle 14 de abril de Allen".
En 1958 y tras regresar con medalla de oro de su secundaria en Buenos Aires, Magdalena se casó con Aníbal Celiar Pomina.
Marta, por su parte, también egresó del mismo colegio que su hermana. Se recibió de maestra y trabajó con su padre hasta 1972, cuando se casó con el ingeniero Enrique Scholz, con quien tuvo dos hijas: Bettina y María Cecilia, quienes heredaron el amor por la fruticultura, ya que ambas representan la tercera generación dedicada a la producción y comercialización de fruta, incluso pioneros en la producción orgánica de esta región.
Al fallecer el socio de Bizzotto, Juan Mariani, integró la firma el yerno de "Pepe", Aníbal Pomina. Pero la salud de Bizzotto se quebrantó, por lo cual su familia insistió en vender la empresa para liberarlo de la responsabilidad de llevar adelante un negocio ciclotímico como el de la fruta. No fue una decisión fácil para él, pero accedió. La firma fue vendida a Pablo Verani en 1977, que siguió operando durante un tiempo con el viejo nombre de la empresa.
Tiempo después José y Simblina decidieron mudarse a Roca, donde pasaron sus últimos años cerca de sus nietas. "En Roca tuvieron una muy buena recepción y cultivaron nuevas amistades que hasta hoy recuerdan a nuestros padres con mucho cariño".
A pesar de sus años y en la medida de sus posibilidades, nunca dejaron de estar ajenos a su comunidad. Ella murió el 24 de febrero de 1996 y José el 18 de febrero del año siguiente.
"Papá nos decía que nunca renegáramos de nuestro orígenes -afirma Marta-, que recordáramos que sin esfuerzo, amor y sacrificio, ningún trabajo es digno de hacerse. Tenía razón. Esperemos haberlos honrado, haciendo todo lo que hicimos de ese modo y con alegría".
SUSANA YAPPERT
sy@fruticulturasur.com