A pesar de vivir aferrados a sus costumbres, pretendiendo aislarse del mundo exterior y prohibiendo el consumo de alcohol, tabaco, televisión y radio, estos límites no afectan en absoluto la comercialización de sus productos.
Son sumamente ordenados y se muestran agradables al realizar alguna operación comercial u ofrecer la mercadería que ellos producen trabajando durante varias horas al día.
Al indagar sobre sus costumbres y hábitos, la transformación surge inmediatamente ya que se tornan parcos y hablan solamente de los productos que ofrecen.
Son los hombres los que realizan las transacciones y demuestran ser hábiles comerciantes. En ese contexto, la mujer pasa a segundo plano y es casi imposible que salga de su vivienda cada vez que alguien llega.
Si en ese momento no está el jefe del hogar, cualquiera de sus hijos varones debe salir a recibir al visitante.
Sin embargo, las mujeres menonitas trabajan a la par del hombre y constituyen un apoyo indiscutible a sus familias.