Con el tiempo llegó el reconocimiento a los pioneros.
La historia de Alto Valle no es una historia extensa. Apenas cien años atrás comenzó a tomar forma. Es por esto que todo ejercicio de memoria histórica es casi una obligación en vista a que aún se cuenta con fuentes de primera mano que pueden ayudar a reconstruir el enorme esfuerzo que los primeros pobladores hicieron para dar impulso a la principal actividad económica de la provincia.
En este sentido, quienes impulsaron la creación del museo de Allen y de su Fiesta de la Pera han hecho un valiosísimo aporte para guardar esos relatos que conforman la historia del lugar y de los inicios de la fruticultura regional.
La actividad del museo y el homenaje a los pioneros que cada año se hace en la fiesta se han convertido en espacios necesarios y de reconocimiento hacia tantos inmigrantes, colonos y productores de la localidad. Entre los homenajeados estuvo Bernardo Martínez, ejemplo de laboriosidad y honestidad, quien no sólo tiene una trayectoria de 90 años en la chacra sino que además tuvo una activa participación en su comunidad. Don Bernardo también fue homenajeado por la Cámara de Productores de Allen y por el Consorcio de Riego.
Sin dudas, sus recuerdos más nítidos y generosos se vinculan a su trayectoria de productor frutícola. "En 1949 arrancamos el último cuadro de viña, que fuimos cambiando gradualmente por manzanas y peras. Tenemos manzanas y peras. Toda la fruta es delicada, requiere de mucho cuidado. Se aprende a ser chacarero y con los años viene la experiencia".
Cuenta una anécdota. "Le vendimos la producción a distintos galpones. Primero a los ingleses, a Tortarolo y a Moño Azul. Una vez vino a verme el ingeniero Grisanti de Moño. Me sorprendí. Venía a felicitarme por la producción. Decía que la nuestra era la mejor manzana Red que había recibido durante los últimos años. Tenían color y tamaño perfectos. ¡Se imagina qué orgullo! Es lindo que lo feliciten a uno por su fruta, una satisfacción. Y Pirri, don Antonio Pirri, un señor... lo que él decía a los chacareros era palabra santa. Siempre me acuerdo de que iba haciendo contratos chacra por chacra. Andaba en una camioneta y sobre el capot ponía una máquina de escribir y redactaba el contrato".
Durante 10 años Bernardo Martínez alquiló su chacra a Mc Donald: "Él, el mismo McDonald, venía a la chacra a ver cómo marchaba. Cuidaron mucho la propiedad. Igual que ahora: Allen Frut, a quien alquilamos, la tiene hecha una pinturita".
"Cuando empezamos con la fruticultura se plantaban frutales cada 8 metros y tardaban años en dar. Después fuimos plantando más cerca, cambiamos las plantas viejas cuando vimos que ya no andaba más la cosa. Los hermanos varones de la familia fuimos los que nos dedicamos a la chacra", explica.
El hermano de Bernardo murió hace unos años y su hijo maneja desde entonces su propiedad; él es ingeniero y se llama Luis Martínez. Rosa, la esposa de Bernardo, falleció en 1993. Como hijo y esposo de inmigrantes destaca que su familia jamás sintió nostalgias de su tierra. Sus padres se adaptaron bien a la Argentina. Bernardo se escribió con un primo de España durante años. Nunca lo conoció, quiso viajar pero su mujer, española, nunca quiso volver a su tierra. El hijo de Bernardo, 30 años después de que su padre dejara de escribirse con sus parientes, retomó la correspondencia con ese primo a quien conoció hace unos años. Y la historia de la familia comenzó a reescribirse. (SY)