BUSCAR       RIO NEGRO    WEB     
TITULOS SECCIONES SUPLEMENTOS OPINION CLASIFICADOS SERVICIOS NUESTRO DIARIO PRODUCTOS
  podio
RURAL
DEBATES
GUIA OCIO
eH! HOGAR
ESPECIALES ON LINE
ECONOMICO
CULTURAL
ENERGIA
 
Sábado 15 de Diciembre de 2007
 
 
 
>>Ediciones ANTERIORES
   
  HISTORIA DE VIDA
  Una aventura por el Valle que comenzó en dos ruedas
Los Espinosa viajaron 1.200 kilómetros en moto hasta llegar a esta región. Su espíritu emprendedor los llevó a encarar gran cantidad de actividades. Finalmente recalaron en la fabricación de bombones de manzanas.
 
 

Click para ver más fotos

Horacio, Mario y Miguel Ángel Espinosa partieron de Buenos Aires el 22 de enero de 1963. Subieron a sus motos, cargadas hasta el límite de su capacidad, y se dispusieron a recorrer 1.200 kilómetros desconocidos. Tenían una Siambretta, una furgón de 125 cc y otra de 48 cc. Así llegaron los tres hermanos a General Roca, el 29 de enero a las 7 de la mañana.

Nunca olvidarán aquella aventura, los interminables caminos de tierra que atravesaron, la llegada al Alto Valle, de un verde intenso y aroma frutal por esa época del año.

La familia Espinosa iniciaba una nueva etapa en una nueva geografía. Más al sur, donde los días son largos y ardorosos en verano y donde algunos sueños aún parecían posibles.

Hace casi 45 años se radicaba en la zona esta familia que había tomado forma en San Miguel (Buenos Aires), a pasos de la estación Muñiz. Horacio "Tatá" Espinosa y María Esther "Mamina" Rabagliatti tuvieron 4 hijos entre 1931 y 1942: Horacio, Teresita, Mario y Miguel Ángel.

Mamina era maestra y Tatá trabajó muchos años en el Ministerio de Obras Públicas de la Nación, pero ambos tuvieron otros oficios que hicieron visibles sus afinidades y su creatividad. Entre 1910 y 1940, movidos por su innata habilidad e ingenio, se dedicaron a la fabricación de distintos y variados artículos como botones de nácar, sebo para exportación y la preparación de tripas especiales para embutidos (las primeras hechas en el país), muñecos especialmente armados para ser utilizados como envase de bombones, todas actividades que realizaron paralela- mente a sus respectivos trabajos. En 1955 el mayor de sus hijos, Horacio, empezó a hacer su propia experiencia productiva, explotando un apiario constituido por 30 colmenas. Con él la nueva generación, cuyos ancestros habían llegado de Italia del norte a fines del siglo XVIII, mostraba la herencia genética: su cualidad industriosa.

Por iniciativa de Mamina, la familia empezó a pensar en el interior como un buen sitio para su naturaleza emprendedora. Alguien les habló del Alto Valle y pensaron que éste sitio era un buen horizonte para sus expectativas.

El traslado de la familia Espinosa a Roca, entonces la ciudad más importante de la provincia, se hizo en dos etapas. La primera la hicieron los hijos, cuyo viaje exploratorio

y motorizado resultó definitivo para la radicación en el lugar. En el año 1963, la familia Espinosa (excepto Teresita, quien ya se había casado) echó raíces en el Alto Valle de Río Negro. Adquirieron una pequeña chacra llamada "Los Abedules". Allí, padres e hijos hicieron de todo: se dedicaron a la crianza de pollos y conejos, tuvieron gallinas ponedoras, cultivaron tomates, ajos y otros productos hortícolas.

Paralelamente a estas actividades, realizaron algunos ensayos que tenían como objetivo principal la creación de una pequeña industria con perfil familiar. Con productos que obtenían de su chacra hicieron un secadero de frutas y un secadero de tomates. En este período también incursionaron en la elaboración de tomate en polvo, algo totalmente novedoso. "Se pusieron todos los esfuerzos para llegar a producir este novedoso alimento, pero por falta de hábito en el consumidor y por carecer de posibilidades de difusión se dejó de elaborar", recuerdan los hijos del matrimonio.

En todos estos años de trabajo, Tatá y Mamina nunca dejaron de apoyar la inventiva de sus hijos. La familia siempre fue muy unida, tanto que no concebían otro modo de trabajar que aquel que los mantuviese creativos y cerca. Convencidos de que el grupo de afectos más inmediato es la base de todo, continuaron con otro emprendimiento que empezaría en 1987.

 

BOCADITOS ESPINOSA

 

En 1977 y luego de haber cerrado una etapa de duro trabajo en la chacra, la familia se trasladó a la ciudad. Tatá y Mamina ya estaban grandes, necesitaban una vida más tranquila. Unos años después de esta mudanza, Horacio inició la producción de trufas de chocolate. Lo hizo durante dos

temporadas. "Hace 21 años que nació esta fábrica -cuenta Patricia, esposa de Mario Espinosa-. Empezó con una receta familiar. Mi cuñada, Teresita Espinosa, hacía unas trufas exquisitas, su hermano mayor le pidió la receta y la recreó. Hacía una base de brownie a la que agregaba miel, chocolate, limón, coco, dulce de leche y licor. Esto fue un ensayo y la

puesta a prueba de un emprendimiento comercial distinto al que había hecho la familia a lo largo de los años. Horacio comercializó esas trufas pero pasó que en la temporada de verano se derretía el chocolate. Por ese motivo se pusieron a pensar qué podían hacer para producir todo el año y, sobre todo, algo bien típico de la zona. Se juntaron los tres hermanos y pensaron qué recursos había en el lugar. Automáticamente apareció la manzana, de modo que ese fruto fue la base, la idea fuerza. Era un sábado de noviembre de 1985. Mamina y Tatá aprobaron la idea. Puro entusiasmo, buscaron en la heladera y encontraron tres manzanas verdes. Esa misma tarde comenzaron a hacer pruebas con las manzanas. Con los días fueron logrando una pasta que bien podía dar consistencia a un bombón. Quedaron muy contentos con el sustituto del primer producto que denominaron 'bocaditos de manzana'".

Ese primer bombón de manzanas fue, con el tiempo, enriquecido con otras frutas que se cultivan en el Alto Valle. Siempre con una base de manzanas, le agregaron vitamina C y otros sabores: de higos, ci

ruelas, uvas, duraznos y nuez.

El bombón, explica Mario Espinosa, se hace a base de manzana rallada, con poca cocción y cocida a poca temperatura. A la manzana se le agrega muy poca azúcar. "Otra cosa fundamental -añade su esposa- es que los hermanos Espinosa lograron algo más que un bocadito, obtuvieron una innovación creando una nueva generación de alimentos, capaz de mantener las propiedades organolépticas, sensoriales de la fruta: sabor, aroma y color, fuera de la heladera".

El producto tuvo buena acogida en el mercado local. Comenzaron con una producción pequeña y fueron creciendo. "Trabajamos muchísimo y, a partir de mucho camino recorrido, muchos viajes y nuestra presencia en ferias (ver aparte) empezaron a llover pedidos de todo el país. A partir de ese momento se proyectó un trabajo más amplio y más profundo. Analizamos las posibilidades de difusión y comercialización y el 15 de enero de 1987 se abrió una fabriquita dedicada a la elaboración de productos artesanales patagónicos".

A los bomboncitos de manzanas, sumaron el licuado, las trufas y alfajores. Actualmente están haciendo ensayos con un vino especiado hecho con pimienta, licor, jugo de manzana asada y limón.

La creatividad de los hermanos nunca cesa. Logrado un nuevo producto, empiezan a pensar en uno nuevo. Lo llamativo es que no sólo en términos culinarios han sido exitosos, porque si hay otra huella que van a dejar los Espinosa es haber logrado hacer todas las máquinas que utilizan en el proceso de elaboración de sus productos.

La máquina que envasa 10.000 bocaditos diarios (con capacidad de 30.000) fue inventada por ellos. Es mecánica y electroneumática, dirigida por tres cerebros electrónicos. "Nos llevó unos tres años lograr esta máquina envasadora de bombones. Ahora, con esa experiencia, estamos diseñando otra para los alfajores. El ingenio nace de la carencia. Si las teníamos que comprar, nunca hubiésemos podido hacerlo", relata orgulloso Mario.

En la familia tienen los roles bien definidos. "Horacio dio todas las pautas de trabajo, tenía una clientela y con ese perfil de familia, de comercio personalizado, nos largamos. Seguimos la huella marcada por el hermano mayor en 1987. Mario y Miguel Ángel son los creativos y elaboradores. Yo estoy detrás del mostrador, me encargo de las compras, de las visitas guiadas y nuestros hijos han colaborado aprendiendo e inventado algunos productos, como la empanadita de manzana, creación de mi hija Ana María".

En medio de estas creaciones, los hermanos se casaron tuvieron sus hijos y despidieron a sus padres, casi centenarios. "Hoy la familia Espinosa está feliz de ser la creadora de los bocaditos de manzana 'Bomfrut', uno de los productos regionales más representativos de la zona. Éstos lograron una significativa penetración en el mercado turístico regional y nacional y un sorpresivo reconocimiento a nivel internacional que cubrió gratamente las expectativas de sus elaboradores".

"Vivimos de lo que hacemos -cuenta Patricia, la vocera de la familia-. Es un trabajo hermoso, creativo y sobre todo digno. Hacemos todo, desde las etiquetas, los cajoncitos, hasta la limpieza del lugar. Crecer es el mejor estímulo, el reconocimiento a esta familia de pioneros, creativos y optimistas. Son artesanos natos, como sus abuelos y sus padres y como seguramente lo serán nuestros hijos."

 

SUSANA YAPPERT

sy@fruticulturasur.com

   
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
Todos los derechos reservados Copyright 2006