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Sábado 17 de Noviembre de 2007
 
 
 
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  HISTORIA DE VIDA
  Homenaje a Grenville Morris, extensionista modelo
El veterinario llegó a Bariloche en 1968 para trabajar en la Experimental local y cambiar la vida a los productores. El jueves impondrán su nombre al INTA Bariloche, un homenaje a su incansable trabajo con ganaderos del sur.
 
 

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A partir del jueves 22 de noviembre, la Estación Experimental Agropecuaria Bariloche llevará el nombre del recordado veterinario Grenville Morris. Un homenaje hacia un hombre que fue un ejemplo de vida.

Durante más de 30 años recorrió como extensionista del INTA los parajes más remotos de la Línea Sur, con la férrea voluntad de mejorar la calidad de vida de los pequeños productores rurales.

Afianzó el sistema cooperativo, ayudó a mejorar la genética de los animales y cambió definitivamente la vida de cientos de personas que lo conocieron.

Hoy, el "Rural" reconstruye su apasionante biografía.

Fanny Larrañaga vivía en General Acha, sus abuelos vascos había llegado a poblar esas tierras de La Pampa. Ella, al igual que sus padres, creció en aquel pueblo tranquilo y su vida se proyectaba allí hasta que conoció a Arthur Grenville Manhouse Morris, un veterinario recién recibido que llegó al lugar. En el interior del país todavía había casas de ramos generales que tenían un sector de veterinaria. Una firma que vendía medicamentos para animales le ofreció a Morris un puesto en General Acha y aceptó.

Morris había nacido en Capital Federal el 30 de junio de 1936 y se había formado en la cultura de sus padres, de origen inglés. Su padre se dedicaba a la importación de productos de Gran Bretaña, como máquinas de coser, y su madre, si bien había nacido en Rosario, era hija de ingleses que se radicaron en Argentina, empleados por los ferrocarriles ingleses.

La vida de la familia Morris cambió un poco después de que Juan D. Perón asumió la presidencia y adquirió los trenes británicos y los capitales de ese origen emprendieron su retirada del país. Durante este tiempo numerosos miembros de la comunidad británica local transitaron un período de crisis, algunos retornaron a su país y otros decidieron seguir adelante aquí pese a las dificultades.

Grenville tenía un hermano y una hermana; todos pudieron hacer un buen bachillerato en el colegio San Andrés de Olivos pero sólo uno de ellos pudo hacer la universidad, trabajando y estudiando.

Grenville estrenó su título de veterinario en General Acha y allí conoció a su compañera inseparable, Fanny, con quien se casó en 1963. En La Pampa nacieron sus dos primeros hijos, William y Walter. "Yo tenía 27 años y dos hijos cuando me propuso ir a Bariloche relata su esposa. Pensé que era hora de conocer un lugar distinto. En Bariloche conseguí trabajo de docente enseguida. La primera escuela en la que trabajé fue la Escuela de Frontera Nº 1".

En 1968 Morris ingresó al INTA como investigador en área ovinos y se sumó a un proyecto de INTA-FAO. "Llegaron a la Argentina expertos en lana de Australia y la agencia australiana contrató a Grenville para incorporarse al grupo. Era su especialidad y su lengua materna era el inglés, de modo que fue el candidato ideal", agrega Fanny. Cuando finalizó este proyecto, tres años más tarde, Grenville fue becado para hacer una maestría en Australia.

Morris continuó con su formación académica y Fanny trabajó de profesora de español en este nuevo país, donde vivieron con sus hijos entre 1971 a 1973. "Cuando Grenville terminó su maestría, retornamos a Bariloche. Mi marido hasta entonces se había dedicado a la investigación, pero cuando estuvo aquí sintió que necesitaba devolver al país lo que el país le había dado. Entonces resolvió dedicarse a la extensión rural".

El "extensionista" es una persona especializada en un área que acerca la técnica y el conocimiento a los productores, al tiempo que hace diagnósticos de las necesidades de éstos. "Grenville era un hombre ideal para eso afirma su esposa. Le encantaba llegar al productor, hablar con él, trabajar en grupos, dar cursillos. Aquí, en esta actividad, creo que encontró su misión en el mundo".

Morris inició con placer sus salidas al campo y se abocó a temas de investigación relacionados a la esquila preparto, el mejoramiento genético y el comportamiento animal de los ovinos en la meseta patagónica.

En poco tiempo se convirtió en el referente en su especialidad en la región y en estas geografías comenzó a ser conocido como el "Gringo" Morris, quien difundió las ventajas de trabajar cooperativamente en la zona. Si bien había algunos emprendimientos pequeños bajo este sistema, como la Cooperativa Indígena de Jacobacci, la de Río Chico, la de Pichileufu y Peumayén, la organización de los pequeños productores llegó con Grenville, su acompañamiento personal y el apoyo institucional del INTA Bariloche.

Morris, con su incansable rastrojero (al que había soldado las puertas para que no sonara a lata), recorrió enormes distancias para lograr el afianzamiento del cooperativismo, que permitió una mejora en el sistema de ventas de la producción de lana, básicamente independizando a los productores del bolichero, abandonando el sistema de trueque de lana por mercadería, el único que conocía la mayoría de los paisanos.

En noviembre de 1976, para potenciar sus ideas de cambio participó en la creación de un programa radial que hizo historia (ver Historia de acá). Una emisión destinada a los pequeños crianceros desperdigados por el campo, a quienes de este modo hacía llegar información de utilidad.

Paralelamente a este trabajo, Morris dedicaba tiempo a su familia, que había recibido a un nuevo miembro. En Bariloche nació el último hijo del matrimonio, Winston. La familia se radicó definitivamente en un lugar que hicieron suyo en el afecto. Fanny, poco después de retornar al país, volvió a la docencia, esta vez en el colegio Woodville.

"Grenville era una persona transparente, sin dobleces, eso me enamoró de él cuando lo conocí. Amaba su trabajo y amaba su familia, fue en excelente padre y esposo, supo repartir muy bien sus tiempos. Nos hicimos una casa en el kilómetro 20, allí pasamos el resto de nuestra vida. Viajamos muchísimo y estuvimos algo más de un año en Viedma, cuando lo nombraron ministro de Recursos Naturales en 1983. Con el obispo Hesayne siguió trabajando para apoyar a los crianceros de la Línea Sur.

Durante su gestión cayó la gran nevada de 1984, que causó una mortandad de animales altísima. La Línea Sur estaba aislada y mi marido pudo llegar a Jacobacci con un Renault 12. La situación era realmente crítica y resolvió llevar fardos a las zonas más afectadas. Estuvimos en Viedma alrededor de un año y medio. Indudablemente el trabajo administrativo no era un trabajo para él. Aceptó el cargo porque era un hombre generoso, pero no era político y no le sentaba estar entre papeles y oficinas. Me acuerdo que una noche me dijo: '¿Y si renuncio y nos volvemos a Bariloche?'. Yo le dije que me parecía bárbaro y empezamos a hacer las valijas. Su pasión estaba en el campo. Su misión era otra y volví a acompañarlo en su decisión".

Desde comienzos de los años '80, Morris implementó su sistema de mejoramiento del ganado en la majada colectiva en un campo de Pilca. El "Gringo" le facilitaba a un pequeño productor un carnero mejorador desde el punto de vista genético. La majada colectiva consistía en que el productor entregaba dos borregas de su rebaño al "Gringo" y así tenía acceso a llevarse un carnero del INTA por tres años. Así fueron mejorando la calidad del Mohair en Río Negro y en Neuquén y conformaron el Programa Mohair junto a Chubut.

En el año 2000, Morris volvió a Australia para comprar reproductores caprinos, para fortalecer este programa. Este sistema funcionó varios años y siempre estuvo orientado a los más necesitados. Morris trabajó intensamente en el INTA hasta su jubilación, en el año 2002. Pese a su retiro, nunca se alejó de su actividad. Los últimos años de su vida los dedicó a su familia, a sus amigos y a su chacra de Pichileufu.

"Un día, como tantos cuenta Fanny, Grenville se despertó haciendo planes. Iría a la chacra, tenía que visitar a una gente, pero antes cortaría el cerco de casa. Era un lindo día de febrero de 2005. En un momento vi a los perros inquietos y busqué a Grenville; estaba sentado en un escalón de la entrada de casa. Me di cuenta de que estaba muriendo. Me dijo que se sentía mal. Corrí a pedir ayuda a los bomberos, que estaban cerca. Vino una ambulancia, pero no sobrevivió.

"Fue un tremendo shock, estaba perfectamente bien de salud. Siempre me decía que adonde fuera me iba a llevar. Me pregunté durante largo tiempo por qué no me había llevado esa vez... lo extraño horrores... Evidentemente todavía tenía que aprender algo de esta vida, de otro modo me hubiese tocado marchar antes que él. Quedé juntando los pedazos de mí misma, pero con el paso del tiempo fui serenando mi espíritu, entonces pensé que era la muerte que siempre había deseado: en paz y sin sufrir. Pese a su ausencia, elegí seguir en Bariloche. Aquí tengo mi mundo, mis amistades. Sentí que era el momento de agradecer a la vida y desde entonces hago voluntariado y Grenville, a su modo, sigue conmigo".

Quienes lo recuerdan amorosamente son sus hijos y sus nietos. Walter es ingeniero, tiene dos hijos y vive en Neuquén. Winston es veterinario como su padre y trabaja como patólogo en INTA Castelar. William tiene dos hijos, es maestro como su esposa en Pilcaniyeu y así recuerda a su padre: "Pasa el tiempo y aún hoy me cuesta hablar de papá sin emocionarme. Heredé de él su amor por el campo y de mi madre, el amor por la docencia. Mi viejo me enseñó a amar el campo y su gente. Sería difícil decirte todo lo que me dejó, fue un ejemplo de vida, mi modelo. Con mis hermanos, cuando estamos juntos nos acordamos de sus travesuras.

"Era un padre afectivo y travieso, nos divertíamos muchísimo con él. Siempre era el primero en empezar una guerra de nieve, en desencadenar el juego. Y cuando jugaba se convertía en un chico más. Fue un padre que permitía, que te animaba siempre a intentar. Fue también muy humilde, hizo un trabajo silencioso, tanto que mucho de lo que hizo lo supe de grande. Dejó mucho a su gente, a sus queridos paisanos. Fue muy conmovedora la relación que entabló con ellos.

"Nunca voy a olvidar el día en que lo despedimos. Papá siempre quiso que lo enterraran en la chacra de Pichileufu, en el campo que amaba y entre su gente. Así lo hicimos. Cuando llegamos al lugar, estaba toda la paisanada esperándolo. No lo podíamos creer, fue muy emotivo, habían venido desde muy lejos a despedir al viejo. Me acuerdo y me emociono, pero con lágrimas de orgullo.

"Hoy mi viejo vive en mí, está presente cuando estoy con mis hijos, con mi mujer y con mis alumnos de 'Pilca'. Soy de los que creen que aquellos a los que amamos no se van, que su energía se transforma, y el 'Gringo' Morris anda por aquí, sigue presente en la memoria de la gente que lo quiso".

 

SUSANA YAPPERT

sy@fruticulturasur.com

   
   
 
 
 
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