El Departamento de Agricultura de Estados Unidos, en su último informe sobre proyecciones mundiales de mercado (febrero de 2007), hace referencia a las buenas perspectivas en materia de inserción internacional de un amplio abanico de commodities que produce la Argentina, con una única excepción: la de la carne vacuna.
La razón de esta proyección pesimista tiene que ver con el efecto desaliento que han sufrido las exportaciones de este producto a partir de una serie de medidas públicas conocidas por todos.
El deterioro de las exportaciones, al menos en términos comparados con lo que se espera para otros países vecinos, es sólo un efecto de la política ganadera del gobierno
y probablemente no el más importante. El tema es que lo que debe evaluarse es el efecto sobre la producción, que en definitiva es lo que permitirá abastecer a futuro tanto al consumo interno como, en caso de que sea permitido, a la demanda externa. Más aún, debe anali
zarse el efecto sobre los incentivos a producir carne, a mantener el rodeo animal, que vienen dados, en gran medida, por el precio que recibe un productor, el primer eslabón de la cadena de la carne y sobre el que recaen principalmente los costos de las interferencias por cada kilo que produce.
¿Cuánto debería valer la carne en Argentina a nivel del productor, si el mercado operase libremente?
En principio, el precio interno de la carne se encuentra disminuido en el porcentaje con que se aplica el derecho de exportación que pesa sobre este producto.
En efecto, en un mercado de exportación que opera en
competencia y, por ende, con arbitraje el precio interno se determina a partir del precio externo neto de los costos de exportación, entre ellos, los impuestos que deben pagarse. Como en la actualidad rige un derecho de exportación del 15%, sería de esperar que el precio interno de la carne esté disminuido, al menos, en ese porcentaje.
Ahora bien, si la exportación opera con pocos grados de libertad, como sucede en el mercado de la carne desde marzo de 2006, el precio de exportación deja de ser una referencia determinante y deja de cumplir el rol de formador del precio interno. El mecanismo de arbitraje se deteriora: la exportación puede ofrecer a los productores domésticos un precio que los consumidores externos están dispuestos a pagar, pero sólo por aquel volumen que le dejan vender, no por todo el volumen que podría colocar en el mercado externo que, por definición, es mayor al permitido; lo que paga el mercado interno por esos excedentes no exportados termina siendo el precio de mercado.
No debería sorprender entonces que el descuento sobre el precio interno de la carne sea mayor al 15% que indicaría el derecho de exportación.
COMPARACIONES
NO TAN ODIOSAS
No resulta sencillo medir el efecto de las restricciones a la
exportación en forma directa, pero se puede acudir a un mecanismo indirecto, comparando con lo que vale hoy la carne en mercados productores, parecidos a los nuestros, caso de Brasil y Uruguay. Tomando como referencia el precio del novillo en los tres países, haciendo la conversión a $ por kilo vivo (para Brasil y Uruguay) y comparando para el período enero 2005-julio 2007, se encuentra lo siguiente:
* En el período enero 2005-marzo 2006, el kilo vivo de novillo cotizaba en Argentina un 10% por debajo de lo que valía en Uruguay y un 10% por encima de lo que valía en Brasil. Esta diferencia puede explicarse por varios motivos: la calidad de la carne, mejor en Uruguay y Argentina que en Brasil, los derechos de exportación, vigentes en Argentina y no en los otros dos países, etc. Podrían haber incidido también otros factores, tales como la eficiencia con la que opera la cadena cárnica en cada uno de los países.
* En el período abril 2006- julio 2007, hay un deterioro claro en las relaciones de precios en contra de la Argentina. En efecto, el precio del novillo argentino se encuentra en promedio un 23% por debajo del uruguayo (13 puntos porcentuales más que en el período anterior) y también se deteriora respecto al de Brasil; de estar arriba, pasa a cotizar un 9% por debajo (promedio).
No hay muchos factores
que permitan explicar este deterioro relativo del precio de la carne en Argentina. Veamos.
En primer lugar, como se trata de un período corto, no sería razonable suponer que se pueden haber producido grandes cambios en los factores estructurales del mercado (productivos, tales como cambios de calidad, mayor eficiencia de la cadena, etc.), que hagan encarecer/abaratar la carne de un país respecto de otro de la forma en que se manifiesta en las estadísticas disponibles.
En segundo lugar, se encuentran los problemas sanitarios que, efectivamente, tanto Argentina como Brasil tuvieron en estos últimos dos años como candidatos a explicar diferencias. En el caso de Brasil, se detectó un brote de aftosa en el mes de setiembre de 2005, que fue resuelto recién en marzo de este año. En el caso de Argentina, se produjo un brote de aftosa en febrero de 2006 que fue controlado en forma mucho más rápida que en el país vecino.
Ahora, es interesante notar que la relación de precios entre estos dos países, para los meses relevantes, no se muestra sensible a estos problemas sanitarios.
Quedan entonces las restricciones a la exportación, que se iniciaron justamente a partir de marzo de 2006, como factor explicativo suficientemente capaz de dañar precios relativos con la intensidad con que se manifiesta en el gráfico adjunto.
En síntesis, el precio de la carne a nivel del productor se encuentra entre 20% y 25% por debajo de lo que debería valer, según la calidad de la carne argentina y tomando como referencia el valor que tiene este producto en mercados vecinos. Hay 15 puntos porcentuales de este deterioro que se explicarían, según la teoría, por los derechos de exportación, mientras que los puntos restantes deben su origen a las interferencias que ha sufrido la exportación desde el tercer mes del año 2006.
En otras palabras, dejando afuera el efecto retenciones, el hecho de no dejar funcionar libremente la exportación le cuesta al productor entre un 5% y un 10% del valor de su producción. Si se liberase completamente el mercado, no caben dudas de que la carne se encarecería a nivel del consumidor interno, que es justamente lo que el gobierno no desea, en función de que la demanda local se muestra muy poco sensible a cambios en los precios, lo cual sería aprovechado por los distintos eslabones de la cadena para no perder márgenes.
Una propuesta que ha sido ya enunciada por distintos actores de la cadena es segmentar los cortes, de forma tal de mantener relativamente inalterados aquellos cortes de mayor consumo interno, para sí ajustar aquellos que tienen un mayor destino de exportación. Esta propuesta implicaría exportar al resto del mundo el costo del ajuste, que debiera ser mayor a los guarismos referidos en el párrafo anterior para los cortes caros, en función de que éstos deberían compensar la disponibilidad de cortes baratos en el mercado interno y hacer que el productor de carne recupere ese 20% o 25% que viene cediendo desde hace poco más de un año.
JUAN MANUEL GARZON (Técnico de Fundación Mediterránea).
jgarzon@ieral.org