Tandai Tokie nació en Hokkaido, isla norte del Japón. Cuando era una niña, su padre trabajaba en una empresa láctea y su madre era peluquera de hombres. El matrimonio tuvo cinco hijos. Las mujeres aprendieron el oficio de la madre ya que no pudieron seguir estudios porque la salud de los padres se quebrantó. Los varones de la familia tuvieron más suerte: uno de ellos asistió a la escuela industrial y hoy trabaja en la municipalidad de Sapporo (capital de Hokkaido) y el otro estudió en la Escuela de Policía.
Tokie nació durante la Segunda Guerra. Poco después su padre se vio obligado a cambiar de trabajo por un problema de salud. Decidió, desde entonces, dedicarse al cultivo del arroz. "Se hizo agricultor y su salud mejoró notablemente. Para hacer arroz se necesita mucha agua, de modo que buscó tierra cerca del río Ishikari, el río más importante de la isla; la parcela que trabajaba estaba a unos 10 kilómetros de casa. Con esos oficios salieron adelante...".
Tokie ya era peluquera cuando conoció a su futuro esposo, Yasuhara Kazuhiro. Se comprometieron y poco después él migró a California (EE. UU.), donde permaneció durante tres años aprendiendo el oficio de agricultor. Allí conoció a otro japonés de apellido Matsui, con quien decidieron tomar otro rumbo. Kazuhiro escuchó que en Argentina podía comprar tierra, entonces regresó a Japón, se casó y decidió venir a este país. Lo siguieron sus padres, un hermano y también viajó su amigo Matsui junto a su esposa.
"Suegra no quería venir pero suegro siguió a sus hijos y vinimos todos relata Tokie. Ella sufrió, sobre todo por el idioma. Nos ubicamos cerca de La Plata, en Colonia Urquiza. Mi cuñado todavía vive allí".
Allí se dedicaron al cultivo de flores. Para estar en aquella colonia tenían que hacer un 60% de verduras y el resto lo que ellos escogiesen. "Nosotros decidimos hacer frutillas. Cuando llegamos venían japoneses desde Paraguay y Brasil y muchos de ellos trabajaban con otros japoneses, aprendían oficios juntos. Nosotros hicimos invernáculo y flores. En esos tiempos nos arreglamos solos, no estaba la JAICA (Agencia de Cooperación Internacional del Japón) ni para pasajes ni créditos, eso vino después".
A Kazuhiro no le gustaba hacer flores que creía trabajo
de mujeres, a él le encantaba la horticultura. Por tal motivo enseñó el cultivo de flores a su mujer y él hacía verduras. "Toda la familia trabajaba junta, todos tenían una actividad. Así fueron nuestros primeros años aquí. Recuerdo que habían pasado nueve años de llegar a este país cuando mi madre murió, justo estaba por viajar a verla. Tenía 53 años. Me apenó mucho. Tampoco volví a ver a mi padre, quien murió quince años más tarde... Siempre nos escribimos... entonces era muy difícil hablarnos por teléfono".
Diez años de estar en la provincia de Buenos Aires fueron suficientes para Yasuhara, quien decidió buscar otros lugares en los que era factible desarrollar algún emprendimiento productivo. Estuvo en Mendoza y en el Alto Valle. Eligió este último destino. Compró 10 hectáreas en El Chañar, en la Colonia Japonesa donde estaba su viejo amigo, Matsui. En esa chacra vivió la familia tres años. Durante esta primera etapa no sólo habían multiplicado flores, la familia había crecido. A Neuquén llegaron en 1977 con 4 hijos y aquí nació el quinto. "La primera es Patricia Satomi, actualmente vive en Chile con su marido. Luego vino Tomás Kazuto, quien vive en Tokio con su esposa Mónica desde 1988. Luego tuvimos mellizas: Cristina Konomi y Catalina Kinomi; ellas viven aquí en Cipolletti con sus maridos y sus hijos. El
último es Miguel Minoru, quien tiene 25 años y, pese a ser tan joven, es 6º dan de karate. El también vive en Japón con su mujer, María, y su hija. Allá enseña karate. Actualmente con su mujer están aprendiendo el masaje Shiatsu, que se usa como complemento del karate. Todos mis hijos tienen un nombre en español y, para nosotros, un nombre japonés. Los llamamos por el nombre japonés aunque aquí no nos permitieron ponerles nombres japoneses. Ellos tienen doble nacionalidad y en nuestra tierra ellos tienen su nombre en japonés".
Esta no fue la única dificultad que atravesaron como extranjeros. "Cuando las mellizas eran chicas relata Tokie en la escuela les decían despectivamente 'chinas'. Ellas eran muy sensibles a estas cosas y hubo un momento en que no querían ni salir a hacer las compras. Por suerte, poco después, cuando estaban en quinto grado, se acercó un profesor de Educación Física y logró integrarlas por medio del deporte. Ese profesor venía siempre al vivero y en un momento me propuso que las nenas hicieran dos horas de gimnasia por día. Yo les conté a mis hijas que en Japón yo hacía deportes y ellas se entusiasmaron. Terminaron siendo parte de la selección provincial de voley y llegaron a dos campeonatos nacionales. También se destacaron en lo intelectual: en su secundaria,
fueron abanderada y escolta. Gracias al deporte cambiaron su personalidad, se fortalecieron".
Cuando decidieron mudarse a Cinco Saltos, puesto que ni en El Chañar ni cerca de allí había escuela secundaria, los suegros de Tokie resolvieron quedarse a vivir en la chacra. En Cinco Saltos, Tokie y su marido hicieron un pequeño vivero de flores y siguieron viajando todos los días a El Chañar. "En 1979 mi marido compró, con un crédito de la JAICA, un tractor. Vendió un terreno que tenía en Colonia Urquiza y también compró un furgón. Con el vivero y la chacra podíamos vivir todos. Con la parte de chacra que alquilamos en El Chañar, alquilamos en Cinco Saltos. En 1983 mi marido se pudo comprar su primer furgón 0 km ¡Estaba tan contento...! Recuerdo que un día 9 nos llamaron para entregarnos el auto. Como en Japón los números 4 y 9 son de mala suerte (el 4 es "muerte" y el 9 "sufrimiento") yo le dije a mi marido que no quería ir a buscar el auto ese día. Pero él fue y me recriminó por ser tan supersticiosa. Poco tiempo después, mi marido murió en un accidente de tránsito en Bragado...".
Los años siguientes fueron muy duros para la familia. El menor de los hijos del matrimonio tenía 4 años y el mayor 16. Tokie se hizo cargo del vivero y los padres de Kazuhiro, ya mayores, quedaron solos en El Chañar. "Tuve que salir adelante; el trabajo del vivero para mí era muy pesado. ¡Nunca voy a olvidar cómo me ayudaron mis hijos y un amigo de mi hijo mayor! Mi propósito fue seguir hasta que mis chicos terminaran sus estudios. Y así lo hice. Unos años después de morir mi marido, vinieron a visitarnos un hermano de mi suegro y una cuñada. Ellos vieron que era demasiado para mí cuidar a mis chicos y a mis suegros. A mí me correspondía cuidarlos porque era la esposa del hijo mayor, pero ellos los convencieron de regresar a Japón. A mi suegro le gustaba mucho la chacra, pero aceptó. Una semana antes de regresar a Japón, ya en Buenos Aires y con los pasajes en la mano, mi suegro preguntó dónde iban a vivir allá. Mi cuñada le explicó que en Sapporo, en un departamento. Cuando mi suegro supo eso decidió no volver a Japón. No podía concebir vivir en una ciudad grande, encerrado en un departamento. El quería venir a El Chañar, pero su hermano le dijo que ya era muy mayor para estar solo aquí, en la chacra. Finalmente se fueron a vivir con su hijo menor, mi cuñado, a Colonia Urquiza. Ella murió a los 88 años y él a los 95".
Tokie tuvo su vivero en Cinco Saltos hasta 1995, cuando su hijo menor la decidió a mudarse a Cipolletti para poder asistir a la Escuela Industrial de esta localidad. Tokie hacía un tiempo tenía presión alta y le habían sugerido tener un trabajo menos exigente para su cuerpo. Se tomó unos meses para pensar qué actividad haría. Empezó a gestar la posibilidad de enseñar aquí la cultura del Japón.
Poco después, el presidente de la Asociación Japonesa del Comahue, Toshiaki Hayashi, y Moriyama (de Plottier) le pidieron que retome la actividad que había desarrollado la antigua escuela de japonés que funcionó en una chacra de Cinco Saltos. Moriyama se propuso enseñar el idioma e invitó a Tokie a enseñar cultura japonesa (caligrafía, baile, cantos, uso de la calculadora antigua o sorobán, ikebana y kirigami ). Ella aceptó.
En 1990 murió el padre de Tokie. Ella lamentó siempre no haber podido concretar su viaje antes, cosa que logró un año más tarde. "Fui en 1991; habían pasado 26 años. Mi familia y mis ex compañeros de secundaria me hicieron una bienvenida, hasta el intendente fue. El y su hermano habían sido muy amigos de mi marido, habían migrado juntos a los EE. UU. Fue un viaje muy emotivo".
Volvió a Japón en el 2001, esta vez para realizar un seminario de seis meses para prepararse como docente de idioma japonés. A su regreso inauguró en Cipolletti la única escuela de japonés que funciona en Río Negro y Neuquén. Este año recibió un reconocimiento por su labor de parte del Centro de Cultura en Idioma Japonés de Argentina (Kyoren).
SUSANA YAPPERT
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