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Sábado 21 de Julio de 2007
 
 
 
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  HISTORIA DE VIDA
  Francisco Dehais, entre mapas, relatos y frutales
Francisco pertenece a una de las familias pioneras de Catriel. Es agrónomo y, por su experiencia, un hombre de consulta del sector. Además es un amante de la historia, con varias publicaciones en su haber.
 
 

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Francisco José Dehais vive en Cinco Saltos, en la localidad que fue cuna de la fruticultura. Un lugar cargado de sentido para quien, antes de escogerlo, anduvo por varias provincias del país.

Francisco pertenece a una familias pionera de Catriel. Su padre, Hipólito, llegó a la zona en 1904 desde Chos Malal. Tiempo después se casó con Hermenegilda Netto y tuvieron cuatro hijos: Francisco, Julia, Sara y Lola. Los niños hicieron su primaria en Catriel y Francisco, el varón de la familia, tuvo que migrar para continuar sus estudios en Buenos Aires y en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Cuyo.

Dehais vive en una casa sobria y allí, frente al fuego y a sus tesoros de archivo, se dispone a contar su vida. Los primeros recuerdos que aparecen son los de su infancia, transcurrida en Catriel y en Roca, adonde sus padres se mudaron en 1930. El campo, la primera trilladora de esa zona, la inmensa soledad y la vida dura de los comienzos de Catriel fue templada en el pueblo de Roca, donde su madre tenía a su familia. Aquí tuvieron un almacén de ramos generales durante unos años, pero la crisis del '30 presagió un mal negocio y regresaron a Catriel.

Luego vinieron los años formativos para Francisco. Una pausa extensa que duró más de una década y que tuvo su tiempo en Buenos Aires y en Cuyo. "Me sortearon y me tocó hacer el servicio militar en Mendoza. Para allá fui. Hice el servicio, la carrera universitaria, me casé con una mendocina y luego volví al Valle".

Sus recuerdos de Mendoza comienzan en el tiempo del servicio militar. Estaba allí cuando ocurrió el terremoto de San Juan, en enero de 1944. Francisco, al igual que sus compañeros de "colimba", tuvo que prestar auxilio luego de la catástrofe. Estuvo un mes en la capital sanjuanina. Le tocó buscar sobrevivientes, acarrear muertos, cremarlos. "Fue horroroso, no es algo de lo que haya hablado en mi vida... Fue

muy traumático pasar por esa experiencia a esa edad. También nos tocó hacer guardias nocturnas en la ciudad devastada. Había ley marcial. Nos decían que tiráramos a matar, nos daban balas de guerra... Hicimos de todo, hasta me tocó dirigir el tráfico... Fue muy feo, muy feo. Imaginate. Eramos jóvenes, nunca habíamos visto un muerto. Era pleno enero y los cuerpos se descomponían en cuestión de minutos. Llegamos a quemar cadáveres en las calles por temor a las epidemias. Fue como vivir una guerra".

Al terminar su conscripción, Francisco continuó la carrera de ingeniero agrónomo en Mendoza pero siempre con sus ojos puestos en su terruño. A los 25 años obtuvo su título y, para entonces, ya había creado un fuerte lazo con la fruticultura, un vínculo que se extendería a lo largo de toda su vida.

"Papá había vendido unas casas que tenía en Roca cuenta. Con ese dinero decidió hacer una sidrera; entonces me solicitó como técnico. Hice el proyecto de la

sidrera, compré las máquinas, las cubas que traje de Mendoza. Mi papá tenía entonces 24 hectáreas de frutales en Ferry, en la Alianza. Las había comprado cuando yo estaba haciendo la secundaria. Primeros compraron 12 hectáreas plantadas en 1937. La cosa anduvo bien porque la fruta valía y compraron otra propiedad de igual dimensión. Conservaron el campito de Catriel, de hecho aún hoy lo tiene uno de mis sobrinos, Mario Rossi... Estuve dos años en la sidrera, del año '49 al '51, me dediqué a la empresa familiar hasta que se creó el Banco Nacional de Desarrollo, al que ingresé como técnico hasta que me jubilé".

Poco tiempo después, en 1953, falleció su padre y su mamá decidió vender aquella chacra que le hubiese gustado conservar. Aun así, respetó su decisión y buscó otros espacios para dedicar su mejor tiempo a la fruticultura valletana.

"La vida a veces te invita a recorrer caminos inesperados. Y así fue conmigo. En un momento me apasioné con la historia regional y, tanto como la fruticultura, se convirtió en mi principal actividad. La primera investigación que hice fue con idea de hacer una historia de Catriel para el centenario. Mi papá ya no estaba... ¡Cómo me hubiese ayudado a hacerla! Lamentablemente a uno le da el gusto por la historia cuando ya es maduro y los mayores ya se han ido... Pero bueno, así nació 'Catriel antiguo y sus pobladores'".

Paralelamente a su trabajo y

al gusto por la historia, nació otra vocación en Francisco: la docencia. "Cuando se creó la Facultad de Ciencias Agrarias acá, en 1972, ingresé como profesor de la cátedra de Industrias Agrarias. En realidad era mi especialidad, porque en el banco hacía los estudios de los créditos que pedían para emprendimientos productivos industriales en la zona. La misión del técnico del banco era analizar si era factible un proyecto productivo o no. Cuando estuve en el banco fue el boom de la construcción de frigoríficos y me tocó hacer todos los estudios de factibilidad. Teníamos un equipo bárbaro. Nos encantaba ir de comisión a Regina, parábamos en el hotel de don Otto, un alemán que atendía con su hijo, tomaban cerveza de lo lindo y nos divertíamos con los viajantes y los gringos y gringas hermosos que tiene Regina... En medio, fui parte del Consejo Asesor del INTA, designado por el banco. Estuve casi 30 años trabajando de técnico, hasta que cerró el banco, que desapareció en la época de Alfonsín. Fue una pena, había un equipo de técnicos honestísimos y era muy necesario para la zona".

En esos años laboriosos, Francisco hizo su familia. Se casó con Olga Nelly Escalante y tuvo cuatro hijos: "Mabel, que vive en Calafate; Raúl, que tiene una vidriería en Neuquén; Eduardo, ingeniero industrial, que está en la Usina de Transcomahue; Julio, ingeniero electrónico, que está en Mendoza".

Luego, cuando llegó el tiempo del retiro, Francisco se abocó a multiplicar las páginas de la historia regional y su relación con la fruticultura continuó desde su rol de asesor de la Federación de Productores. "Cuando me jubilé, en 1983, empecé a colaborar con los productores. Los representaba y asesoraba. Hoy veo con cierta tristeza el panorama de la fruticultura. Creo que para los productores pequeños es difícil la situación, están en un callejón sin salida, pero no por culpa de ellos que no siempre son gente formada. Hay responsabilidades compartidas. Debiera haber un centro de altos estudios que agrupe a todos los especialistas del sector para dar respuesta a todos los actores".

 

ENTRE FRUTALES Y MAPAS

 

Varios senderos lo llevaron a la historia regional como formato predilecto para sus publicaciones.

Francisco siente que la vida le ha dado grandes satisfacciones, especialmente durante esta etapa de investigación serena que le ha deparado gran reconocimiento.

A aquella primera publicación de Catriel siguió, en el año 2000, "La manzana y la pera argentinas. Su historia"; en el 2001, "El viejo Cinco Saltos y sus familias"; en el 2003, "25 de Mayo de la crezca y sus familias"; por último, su formidable "Cartografía de la Patagonia", una recopilación de 563 mapas del sur argentino que apareció hace unos meses.

Visitando cartografía descubrió, por ejemplo, que los manzanos no llegaron a esta región con el padre Mascardi como creía. De hecho, en su libro "La manzana y la pera argentinas. Su historia" lo insinúa, aun cuando no tiene pruebas suficientes para demostrarlo. Este

libro se ocupa de rastrear antecedentes, recopilar historias y explicaciones alrededor de estos dos frutos que dieron existencia al Valle.

"La historia de esos frutos es, en sí, apasionante. Intento contar especialmente cuál ha sido el recorrido y la adaptación de esos frutos a esta zona. Sabemos que en 1913 el Ministerio de Agricultura compró una gran cantidad de manzanos y perales y fruta de carozo de distintas variedades y repartió un poco en Roca, otro poco en San Juan y en otros lugares más como la provincia de Buenos Aires. Sabemos por un censo realizado por la AFD en 1935 que las primeras plantaciones de la zona las tuvieron las familias Pesce en Cinco Saltos, Isla en Stefenelli, Mir en Allen, Rosauer en Valle Medio, entre los más antiguos".

En su último libro, Dehais recorre la cartografía de la Patagonia desde Magallanes hasta el siglo XX. "La gente ha escrito la historia sin mirar los mapas. Encuentro en los mapas, y no en los libros, que la Patagonia se llamó alguna vez 'Chica'. Yo mismo me sorprendo de mis descubrimientos se entusiasma. También descubrí cientos de nombres con los que se bautizó al río Neuquén, incluso nombres nativos y nombres ingleses. Encontré en la zona de la Confluencia una colonia y una huerta en 1884".

Todo comenzó cuando hizo la historia de 25 de Mayo (La Pampa). Un día se encontró con un señor que le dijo que había un libro muy antiguo, de 1835, y le aconsejó que lo leyera. "Fui a la biblioteca provincial. Era el viaje de Luis de la Cruz, un libro sin mapas. Se me ocurrió ir a Mendoza, al Centro de Estudios Históricos. Lo vi al presidente y le conté que buscaba mapas de Luis de la Cruz. Me confirmó su existencia, pues él había hecho un libro de los mapas de Mendoza. Me dio su libro y le saqué copias a los mapas. Empecé a escarbar, descubrí un mundo.

"Luego me encontré con Raone, otro ratón que tiene cantidad de mapas, y fuimos juntos al Instituto de Geodesia de La Plata, el primer centro especializado en mapas de la Argentina (de 1822). Hablé con el director y le conté que estaba tratando de armar la cartografía de la Patagonia. Tenía mapas enmarcados y me autorizó a digitalizarlos. Luego me fui al Museo Mitre, a Filosofía y Letras de la UBA, junté material, busqué en internet y me encontré con que tenía 563 mapas".

Confiesa Francisco que terminó su libro porque necesitaba poner fin a una etapa que llevó años de búsqueda. Aun así sigue encontrando material. Pero duda de su prolongación en vista a que se embarcó en un proyecto nuevo: hacer una historia de la Colonia Lucinda. "Mi historia de la Colonia Lucinda parte de 1774 y cierra en 1942. La historia de Cipolletti es muy bonita. Lamentablemente la gente conoce la historia a partir de Fernández Oro y más atrás no conocen nada. Los mapas me llevaron más atrás en el tiempo y fui reconstruyendo ese fragmento de historia".

"Recorredor" incansable del monte frutal, palabra autorizada para tantos productores, visitante de los registros civiles, museos, bibliotecas, buceador de mapas, Francisco ya es parte de la historia regional.

 

SUSANA YAPPERT

sy@patagonia.com.ar

   
   
 
 
 
Diario Río Negro.
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