Hayashi Toshiaki decidió radicarse definitivamente en el Valle y, poco después de hacerlo, se convirtió en presidente de la Asociación Japonesa del Comahue, cargo que mantuvo durante varias temporadas. Hayashi, amable y pausado, cuenta la historia de esta colectividad que tiene entre sus miembros a chacareros, viveristas y floricultores y que también escribe la historia de la fruticultura regional.
Tal como señala una costumbre de su país, el nombre de una persona se indica anteponiendo el apellido (Hayashi) al nombre (Toshiaki). Así, en ese orden, la Asociación Japonesa local registra a sus miembros. "Desde que hay japoneses en esta región explica Hayashi buscan reunirse para contarse sus cosas, para hablar su lengua y preservar sus costumbres".
La Asociación Japonesa del Comahue nació en 1973, pero los nipones están desde mucho antes en el Valle, casi desde principios de siglo. Según datos registrados en el archivo de este diario, hubo un primer intento de colonización japonesa en Plottier en la década del '20, durante la presidencia de Marcelo T. de Alvear. Pero por lo que sabe Toshiaki, no hubo suficiente caudal de inmigrantes para conformarla. Dos décadas más tarde, después de la Segunda Guerra Mundial, inmigrantes de ese origen llegaron de modo espontáneo y por cadenas a esta zona
"En 1970 agrega Hayashi se registró un tercer intento de colonización en El Chañar, incluso esa zona se la bautizó como Colonia Japonesa, aunque hoy sólo queda una familia en ese lugar, la familia Matsui, pionera en la introducción de la variedad de manzana de origen japonés, la Fuji.
"La Agencia Internacional de Cooperación del Japón (JICA) fue la impulsora de esa colonización. La misma, a partir de esta década, ayudó a muchos inmigrantes a establecerse aquí para trabajar en chacras y viveros. Algunas familias se establecieron en El Chañar y otras en Barda del Medio. La JICA capacitaba en oficios que se desarrollaban en el lugar de destino y enviaba asesores para evaluar la factibilidad de los proyectos económicos. Luego de establecidos los colonos, todos los años la JICA viene a ver cómo funcionan los emprendimientos que apoyan y, de ser necesario, envían asesores. Hasta el año pasado estuvo en Roca un especialista en fruticultura, quien vino a asistir al grupo de chacareros de nuestra colectividad por el lapso de dos años".
La suerte de los inmigrantes japoneses que llegaron a la Norpatagonia fue diversa. No todos se adaptaron. Algunos se fueron a Paraguay, donde hay una colectividad nipona muy importante, otros se fueron para Buenos Aires y otros se quedaron.
El inicio del nuevo milenio significó para muchos japoneses radicados en Argentina el regreso a su país. La mayoría no había vuelto nunca. El pico de la crisis (entre el 2000 y el 2002) encontró a muchos japoneses con deudas con el Banco de Japón o con la JICA, entonces el gobierno organizó un mecanismo para que ellos pudiesen afrontar sus compromisos. Les conseguía empleos por un año en Japón, preferentemente en sus lugares de origen y les costeaban los pasajes. "Casi todos los japoneses del Valle volvieron a trabajar al Japón durante la crisis cuenta Hayashi y varias familias ya no regresaron a este país".