Anécdotas curiosas tiene el Valle, como la que relata uno de los primeros pobladores de Villa Regina, Juan Benedetti.
Cuenta este hombre, que llegó aquí en 1928, que la crisis del ’30 fue profunda y duradera en estos lugares. Crisis que, por otra parte, hizo emerger oficios tan peculiares como los de destiladores y traficantes de grapa.
“La crisis del ’30 duró como 10 años acá. Pegó fuerte en la región –relata Juan– sobre todo porque a la crisis ésta, que era mundial, se sumó un tiempo de superproducción de vid en la Argentina que hizo estragos entre los chacareros que generalmente empezaban haciendo viña porque entraba rápidamente en producción. Mi padre fue uno de los fundadores de la primera Cooperativa local, la Reginense. El sistema funcionó bien por un tiempo, pero hacia el final no se pagaba nada la uva y los chacareros pasaron al tomate. Pero con el tomate pasó igual. Creo que no hubo buen asesoramiento, porque todos hacían uva, después todos hacían tomate y se provocaba una superproducción. Al principio sólo había una fábrica que compraba el tomate para industria. Los chacareros solían pasar la noche haciendo cola frente a la fábrica con su producción. Hasta llevaban pasto para darle de comer al caballo. Y cuando le tocaba el turno venía una mujer, una empleada bien vestida y con tacos, y decía: ‘No, esto no va’ y el chacarero se iba para el Salado a tirar sus tomates. ¿Sabe qué triste? Pero bueno, nosotros veníamos con ideas cooperativistas, porque en Italia se manejaban así. Vimos que funcionaban. En la zona nuestra hay cooperativas de lácteos que tienen muchísimos años. Pero para integrar una cooperativa hay que saber de qué se trata. Acá se desvirtuó la cosa, siempre querían mandar dos o tres y así nunca iba a funcionar”.
De modo que los inmigrantes llegaban con sus saberes, sus prácticas y sus secretos. Aun así, no siempre sus injertos de ideas eran exitosos. Habían visto que las cooperativas en Europa funcionaban e intentaban reproducirlas, pero las experiencias no salían como allá. Sin embargo, quizá haya algo que sembraron como enseñanza y tiene que ver con la capacidad de sortear las crisis, que también conocían y en abundancia.
En este sentido puede acomodarse este dato : “Otra cosa –continúa su relato–, muchos chacareros que tenían viña hicieron sus piletas. Todos los italianos sabían manejar la viña, parece que lo tenían en la sangre… Imagínese esta proporción, si había 300 chacareros, 200 tenían piletas. Al principio estuvieron bien porque no pagaban impuestos, pero después, entre las inspecciones que eran muy rigurosos y los impuestos, se dejó de hacer vino. Muchos sobrevivieron haciendo algo que nunca se cuenta. Cuando vino la crisis se empezó a hacer grapa clandestinamente; había destilerías por todo Regina. Conocí a uno que hizo 15 bordelesas de grapa... Se vendía por todo el país. En el mercado negro. Salía en latas de aceite que lavaban bien y, luego de llenarlas de grapa, la soldaban y las llevaban escondidas entre colchones, cajones de fruta y mercaderías. El negocio fue muy común, parecía la tierra de Al Capone (risas). También se hizo cognac.
”La grapa iba en gran cantidad a la zona de Comodoro Rivadavia. Decían que allá había yanquis en las petroleras que la demandaban. Yo vi a un hombre hacer una bordelesa de 200 litros preparada para meter adentro un barril de 100 litros de grapa y luego llenar lo que quedaba de espacio con vino, de modo tal que, si lo inspeccionaban, lo primero que veía era el vino. Así llevaban en camiones la grapa para Comodoro… ¡Iban en cada camión! Cruzaban dos balsas, en Choele y en Paso Peñalva.
”Esas destilerías funcionaron por años. Pero no sólo se volcaba en el mercado negro. Llegabas a cualquier casa y te invitaban con una grapita. En ese tiempo, en medio de la malaria y las destilerías, mucha gente se perdió con la grapa”.