El voto estaba cantado.
La decisión de mantener la estructura administrativa y técnica intacta dentro el programa de control de la carpocapsa no es una buena señal para la fruticultura regional.
En una reunión a puertas cerradas se votó en pocos minutos la continuidad de Adolfo García Barros al frente del programa. Todo salió tal como lo exigían las autoridades nacionales del Senasa. García Barros es un hombre que mantiene una estrecha relación con el actual vicepresidente del Senasa, Carlos Casamiquela. Ambos llegan a la función pública de la mano de la militancia política que durante años pregonaron en la región.
Pero el problema está en que, cuando uno se planta en el monte frente a una mariposa de carpocapsa, poco le importa a ésta si el titular del programa para su control es kirchnerista puro o un radical K. Este no es un problema político, es un tema técnico.
La estrategia para poder controlar esta terrible plaga, que ya genera pérdidas superiores a los 20 millones de dólares por año, debe basarse en fundamentos técnicos. La política entra en este esquema sólo para garantizar el marco adecuado del programa técnico. No debe ir más allá.
Pero la política, en nuestro país, pareciera querer abarcar todo y esto se potencia aún más en un año electoral como el que estamos viviendo.
En los últimos 10 años la fruticultura invirtió cerca de 8 millones de dólares para el control de la carpocapsa. Las frías estadísticas muestran que en ese mismo período la presencia de la plaga en la región se multiplicó por tres. ¿Cómo se entiende esto?, ¿quién es el responsable de la dilapidación de estos fondos públicos?, ¿qué estrategia se usó para llegar al actual deterioro sanitario que sufre la región? No hay respuestas técnicas a todos estos interrogantes. Las respuestas que hoy existen sobre esa historia reciente son solamente políticas. Seguir en esta misma línea profundizará la crisis de confianza existente en el programa, tanto hacia adentro (sobre el sistema frutícola regional) como hacia afuera (sobre los destinos hacia donde exportamos). Se acotan los márgenes de error para la fruticultura del Valle. Los mercados, en algún momento, van a reaccionar. Y frente a este escenario volveremos a preguntarnos por qué llegamos adonde llegamos.
Debe quedar claro que la crisis de la carpocapsa en la región no es un problema de nombres. Es de estrategia y gestión. Dos palabras claves para una fruticultura que hoy se considera competitiva en los mercados internacionales.
(J.L.)