"Más vale pájaro en mano que cien volando". "Ave de pico, no hace al amo rico". Ninguno de estos dos espíritus que pesan sobre el refranero popular le cabe a Luis Bond, un naturalista minucioso y sencillo hasta la médula.
Vive para sus canarios y un caballo overo rosado, alternando en forma tesonera con una peluquería ubicada en pleno centro de Viedma. El estrecho afecto hacia un animal no es ninguna casualidad, lo trae en la sangre. Desde chico, en su Bordenave natal cerca de Bahía Blanca compartía el pescante con su abuelo "carrero" y era habitual que lo siguieran las maras, los jilgueros, los patos "laguneros" y las palomas en busca de alimento seguro.
El criadero de canarios en Viedma nació por hobby, pero las circunstancias económicas del país influyeron para que lentamente fuera perfilándose hacia un microemprendimiento con posibilidades de expansión. Con la convicción de avanzar, lentamente fue dando sus frutos a medida que incorporó reproductores machos distinguidos en campeonatos argentinos.
La devaluación del 2002 le implicaba afrontar un costo de 300 pesos mensuales sólo en alpiste. En esa circunstancia, nació la idea de comenzar a competir en los campeonatos argentinos, incorporar grandes campeones y vender crías entre 50 y 100 pesos.
Su afición no lo desespera para semejante competencia. Lo máximo que logró es un diploma con un primer premio, y no le importa demasiado que algún día aparezca alguna retribución dineraria. Sí le sirve
para ir corrigiendo el modo de crianza y volver al año siguiente con un canario mejor presentado. Le lleva mucho tiempo mejorar las crías y el máximo galardón alcanzado fueron 90 puntos, sobre 92 de los principales competidores con que cuenta el país. Le interesa realmente atender las exigencias de los compradores, que generalmente nunca coinciden. Los canarios de canto llevan la delantera, pero hay requirentes por color o postura, es decir, ornamentales.
EL PASO A PASO EN
"EL ABUELO"
Las labores exigen estar tres veces al día en el año calendario. A la mañana, Luis prepara un pastón de alimentos lleno de alpiste y vitaminas. Al mediodía retorna para hervir los huevos de gallina y colocar lechugas como nutrición complementaria. Completa el ciclo con una visita nocturna, no sea cosa que ande merodeando un gato al mejor estilo de Twity y Silvestre, el enemigo acérrimo en el popular cómic televisivo.
El sábado es día de limpieza general, y para ello cuenta con la colaboración de alguien que se hace cargo de lavar las rejillas y los pisos de las jaulas. Esta misma persona lo suplanta cuando a Bond le aparece un compromiso que lo obliga a viajar o a participar en los campeonatos argentinos.
Los frágiles animalitos alzan vuelo temprano. A las seis de la mañana saben que tendrán el comedero y el bebedero llenos.
Para conseguir cierto confort, Luis acondicionó un lugar en el fondo de su casa y de esta manera albergar a una familia numerosa: 270 canarios.
La habitación parece una verdadera rebelión en la granja. Al unísono suele escucharse el trino de vistosos "Roller". Cuenta con 18 de las 45 variedades que componen actualmente el patrimonio ornitológico argentino. Las jaulas se completan con "Gloster" y ejemplares de una raza originaria de Australia llamada "Diamante de Gool", que parecen pintados por cuadritos.
Un maniquí, ataviado con gorra y pañuelo al cuello, ayuda a que estos frágiles alados se acostumbren a la presencia de una figura humana. Así, intuyen que alguien está a su servicio permanentemente y, de paso, se evita que al ingreso de extraños se golpeen y lastimen contra las pequeñas barritas que conforman las jaulas. El decaimiento lo combate con antibióticos o antidiarreicos.
"El cariño es permanente aporta; hablás con ellos. Los observás detenidamente para ver cómo amanecieron en su estado de ánimo. Además, están acostumbrados a que, cuando enciendo la luz a primera hora de la mañana, me tienen que llamar con sus cantos porque soy el que les da de comer, y por lo tanto no se asustan".
Reafirma sus ganas sosteniendo que "se trata de un ejercicio terapéutico". Abona sus argumentos con que "el que tiene pájaros es porque le gusta. A mí me relaja cuando vengo con problemas. Aquí adentro me olvido de todas las preocupaciones porque estoy entretenido siguiendo de cerca su evolución, pendiente de los huevos que están por romperse y de cuándo salen los pichones. Mirás los nidos, pasa el tiempo y, al final, te concentrás tanto que no sabés lo que pasa en el mundo. A veces, mi señora me llama para cuestionarme por mi sordera pero, en realidad, no soy sordo".
LUCHANDO CONTRA
LA IGNORANCIA
Como evitando amenazas, suele hacer escuela y docencia, sobre todo contra el mito del granito que les aparece a los canarios y que en realidad se trata de una glándula sebácea productora de un aceite utilizado para "bañarse" las plumas con el pico. Recuerda que suele infectarse en épocas de "replume", por lo que hay que usar un hisopo para atacar la infección. "Hay gente que utiliza una aguja para reventarle el granito; es como si lo mataras", afirma.
EN HOMENAJE A HUDSON
Bond no tiene aspecto de un científico de formación académica, pero se considera un naturalista nato. Es amante de la recuperación de especies, como si en la práctica estuviera ligado a las más notables conclusiones del padre de la ornitología argentina y precursor de la ecología, Guillermo Enrique Hudson, aquél que se ocupó de recorrer el Valle del río Negro para analizar las costumbres de las aves patagónicas y volcar sus investigaciones en la primera guía ornitológica y se opuso a la matanza de aves cuyo plumaje se utilizaba en vestidos a fines del siglo XIX.
ENRIQUE CAMINO
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