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Sábado 17 de Marzo de 2007
 
 
 
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  HISTORIA DE VIDA
  Antonio Pirri, motor de la fruticultura regional

Tenía sólo 14 años cuando llegó a Regina para trabajar en tareas rurales.

Un año más tarde ya enviaba vagones completos de fruta a Buenos Aires.

De esa iniciativa nació la firma que hoy es sello de la región: Moño Azul.

 
 

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Por una cuestión del destino, Antonio Carmelo Pirri nació en Río Cuarto, provincia de Córdoba en 1922. Era el segundo hijo del matrimonio conformado por Luis Pirri y María Messina, quienes habían viajado desde Italia a la provincia mediterránea. Poco tiempo después volvieron a su país, donde nació José, el tercer hijo de la familia. Pero no pasó mucho tiempo para que los Pirri retornaran a Córdoba, donde nació Yolanda, la cuarta hija del matrimonio.

Sin embargo, ese regreso los marcó para siempre, porque los cuatro hijos quedaron huérfanos. Las dos hermanas quedaron internas en un orfanato atendido por monjas en la provincia cordobesa, mientras que Antonio y José, un año menor que él, fueron recibidos por un tío que tenía una carnicería en Punta Alta.

"Mis bisabuelos viajaban mucho, por eso mi abuelo nació en Río Cuarto, pero la hermana mayor, Dominga, había nacido en Italia. El segundo fue Antonio, tras lo que volvieron a Italia donde nació José, y más tarde regresaron a Córdoba, donde nació Yolanda", comentó Romina Pedreschi, nieta de Antonio Carmelo Pirri.

"Fue un golpe muy duro para mi abuelo, porque tenía 6 años y quedó huérfano; se hizo cargo de su hermano menor y fue a vivir con un tío en Punta Alta. Y ya a esa edad empezó a trabajar, por lo que sólo pudo ir a la escuela hasta segundo grado, ya que debía ayudar trabajando en el negocio de su tío", continuó la nieta.

Su infancia transcurrió en el trabajo de la carnicería, mientras que, por contactos con inmigrantes y familias del Alto Valle que viajaban hacia Bahía Blanca, se enteró de la naciente colonia Villa Regina.

Cuando comenzaba 1936, con sólo 14 años y su hermano menor a cargo, decidió hacer el viaje desde Punta Alta a Villa Regina para probar suerte en las tareas rurales, ya que sabía que en esta región había mucho trabajo para realizar. Así fue como a los pocos días de haber llegado a esta ciudad consiguió trabajo como jornalero en la chacra de Maximiliano Massaccesi.

"Fue un enamoramiento que tuvo con este lugar, con sus chacras. Era un apasionado por los frutales, le encantaban; tanto es así que a nosotros sus nietos siempre nos llevaba a todos los lugares, pero siempre le encantaba ir a recorrer las chacras", contó su nieta.

 

UN EMPRENDIMIENTO Y UN AMOR

 

Del mismo modo también surgió el amor, al conocer a Irene Chiachiarini, una hija de inmigrantes italianos que desde hacía varios años estaban afincados en Villa Regina, en la chacra que se encontraba frente a la Maximiliano Massaccesi. "Ahí conoció a mi abuela, aunque tardaron varios años en casarse, pero ya desde muy jóvenes nació esa relación", agregó Romina Pedreschi.

Y a pesar de haber sólo cursado hasta el segundo grado en la escuela primaria, Antonio Pirri, mostró ser un gran autodidacta y un hombre con iniciativa y emprendimiento.

Así en poco tiempo comenzó a forjarse un reconocimiento entre los productores de la zona y las empresas de Buenos Aires, al fundar en primer término una verdulería. "Con esa verdulería comenzó a trabajar siendo aún menor de edad, por eso se asoció con Tomás Matanich. De esta manera compraban manzanas que eran acondicionadas en las enramadas de las chacras y las enviaban por tren a Buenos Aires".

Por ser tan joven, menos de 18 años, Antonio Pirri comenzó a ser muy reconocido en Buenos Aires, porque manejaba ya un importante volumen de frutas que era enviado al mercado. "Hay que pensar que tenía entre 15 y 16 años y ya estaba enviando frutas a Buenos Aires, y no era que mandaba una carga pequeña, sino que eran varios vagones del tren. Eso generó mucho interés en los empresarios de Buenos Aires con los que tuvo contacto".

Con el transcurso de los años su empresa fue creciendo, hasta que finalmente ya siendo mayor de edad pudo establecer el galpón de empaque "Antonio Pirri", donde se hacía toda la tarea, desde el armado de los cajones de madera hasta el embalado. "Incluso en aquellos años se hacían fiestas y se elegía la reina. Ese galpón funcionó donde posteriormente construyó su casa, en pleno centro de Villa Regina. En ese galpón fue donde mis abuelos hicieron su fiesta de casamiento, y con los años nacieron los dos hijos de la familia: Antonio y Lidia" agregó la nieta de Antonio Pirri.

Precisamente a Irene Chiachiarini la conoció tras su arribo a esta ciudad. "Mi abuela era hija de inmigrantes italianos que llegaron en los primeros años del siglo pasado a Cipolletti, y luego se trasladaron a

Villa Regina. Mi abuelo tenía 14 años cuando la conoció, y ella tenía 13. Es decir que se conocieron desde muy chicos y se casaron cuando mi abuelo ya tenía 30 años. Y si digo que mi abuelo era siempre un emprendedor, mi abuela fue la persona perfecta para estar a su lado, porque lo acompañó en todo".

En tanto, y con su pequeña empresa en constante crecimiento, llegó un ofrecimiento de Guido Grisanti que tenía puestos en el mercado central. "En ese momento Grisanti lo vino a ver a mi abuelo porque era famoso por la gran cantidad de frutas que enviaba, pero como era menor no podía firmar y por eso estaba con Matanich. Después de ese contacto comenzó a enviarle fruta a Grisanti y al mismo tiempo Enríquez de Neuquén también hacía lo mismo".

La unión de los tres dio nacimiento a la empresa Moño Azul, que fue fundada en 1960. Más tarde comenzó a comprar chacras, luego fundó el aserradero de la empresa Moño Azul, fue director del Banco de Río Negro y Neuquén hasta que fue liquidado y finalmente fue uno de los fundadores de la firma Jugos SA. A esto se sumaba una intensa actividad social. Fue uno de los iniciadores y sostenedores del cuartel de Bomberos Voluntarios de esta ciudad, que hoy lleva su nombre, y también fue un constante colaborador del padre César Rondini y de la Organización de Escuelas Parroquiales.

"Lo que yo recuerdo de mi abuelo, y lo que me transmite la gente, es que era muy austero. El andaba en su Peugeot todo destartalado y siempre tenía una visión de expansión pero no con un sentimiento egoísta sino con el de generar trabajo para todos, para que la gente tenga trabajo, no de tener ganancias para él. Siempre buscó comprar tierras y chacras para seguir generando trabajo. Era una persona que siempre estaba muy pendiente de los demás".

Al haber logrado una mejora económica sustancial, una de sus primeras acciones fue volver a reunir a toda su familia. Con él ya estaba su hermano José "Pepe" y luego se le unieron Dominga y Yolanda. "Sin embargo tuvo un golpe muy duro cuando falleció su hermano menor, que tenía 18 años. El gastó todos sus ahorros para que recibiera tratamiento médico, aunque todo fue infructuoso".

"Pero pese a esos golpes yo siempre lo recuerdo como una persona muy alegre, siempre tenía esa sonrisa pícara, siempre innovando, abierto a todo. Creo que ése fue uno de sus secretos para lograr todo lo que hizo. Y creo que todo lo que hizo fue porque supo aprovechar las oportunidades que se le presentaron", agregó Romina Pedreschi.

Emprendedor, un lector empedernido de todo aquello que caía en sus manos, también supo ser un amante de la fotografía e incluso filmó una película sobre la historia de Villa Regina. "El hizo esa película porque siempre decía que la gente tenía que conocer cómo había nacido esta ciudad, y también fue un apasionado de la fotografía. El tomaba imágenes a todo, tenía muchas fotos de su familia, pero también de la empresa y de las chacras, algo que él amaba".

"Siempre fue una persona muy agradecida. Como nieta, por ejemplo, recuerdo que nos llevaba a Moño Azul y dábamos vuelta por el empaque. Entrábamos a la cabina de las clasificadoras y entonces nos decía: 'Ves esta mujer, se llama de tal manera; hace más de diez años que trabaja con nosotros; es

una de las mejores empleadas', y nos explicaba cada una de las tareas que realizaba. También recuerdo que contaba mi abuela que, al tiempo de fundar el aserradero, terminaban de almorzar y los llevaba todos a la puerta del aserradero para ver cómo entraba la gente. Mi abuela nos cuenta que cuando sonaba el silbato era un mar de gente que llegaba en sus bicicletas a trabajar".

Romina Pedreschi agregó que "tenía un espíritu muy generoso, siempre estaba pensando en los demás, pensando en que todo vaya para adelante para los demás, no pensaba en su propia ganancia, era parte de su naturaleza. Así fue como nacieron los Bomberos Voluntarios y como ayudo en forma constante al padre Rondini. Cuando lo pusieron como director del banco, fue por el conocimiento que tenía de la gente, y él siempre defendía a todos. Decía por ejemplo: 'Este hombre necesita un crédito; es muy trabajador, lo va a pagar'. Lo mismo con los productores, siempre peleó porque tuvieran un precio justo por su producción".

LAS ENSEÑANZAS

"Mi abuelo con nosotros era súper atento. Cuando se levantaba de dormir la siesta y nos veía jugando en el patio, enseguida nos decía: 'Chicos vamos a Moño Azul; vamos a la chacra; vamos al aserradero'. Siempre fue una persona muy presente. Lo mismo con mi abuela", agregó la nieta.

Y la presencia constante y su actitud ante la vida dejó varias enseñanzas a toda su familia. "La mayor enseñanza que nos dejó creo que es el estar cuando el otro te necesita, el no mirar para el otro lado. Si una persona necesita algo, ver cómo puede llegar a una solución a su problema, estar pendiente de las personas que trabajan con nosotros; mirar hacia afuera, algo que cuesta mucho en estos años". Pero de la misma manera el afrontar la vida con alegría, "el pensar siempre con buena onda, meterle para adelante, poner siempre energía positiva. Siempre le puso energía positiva a todo lo que hizo".

Para toda su familia, un hecho que los marcó a fuego y les demostró el cariño y reconocimiento de los que gozaba Antonio Pirri sucedió tras su fallecimiento, en octubre de 1998. "Yo por ejemplo recuerdo que vine al velatorio y era mucha gente la que vino a acompañarnos, nos abrazaban, nos daban fuerza, lloraban por él, decían que los habían ayudado en un mal trance. Creo que ése fue un punto muy importante. Si bien sabíamos que era querido, ahí tomamos real conciencia de lo que había sido. Era tan buena onda, siempre con actitud positiva, siempre emprendedor, a pesar de que le tocó vivir una infancia muy difícil. Pero pese a todo nunca se dejó vencer, siempre estuvo dispuesto a afrontar todo lo que la vida le puso por delante", comentó finalmente.

 

 

PABLO ACCINELLI

 


   
   
 
 
 
Diario Río Negro.
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