María y Antonia Marco llegaron a Villa Regina en 1925, cuando este sitio era una colonia dibujada en un mapa e insinuada en el suelo.
LLegaron con sus padres, españoles ambos, y con tres hermanos nacidos en este país. Venían de Choele Choel. Cuando arribaron al Valle, María tenía 4 años y Antonia 6; aun así recuerdan perfectamente la tierra que empezaron a sembrar, el paisaje desolado de este pueblo que nacía.
El padre de ambas, Benito Marco, había conocido a su mujer en su pueblo, Garde, situado en Pamplona (Navarra), al pie de los Pirineos. Pero fue aquí en Argentina que los Marco iniciaron una relación.
Claudia Marco tenía el mismo apellido que su esposo, pero no eran parientes. Claudia llegó a la Argentina con su tía Juana, quizá siguiendo los pasos de Benito.
Esta tía, casada pero sin hijos, tenía campos en la provincia de Buenos Aires. Ella y su marido eran estancieros que pasaban nuestros veranos en Argentina y los inviernos en España. Así vivieron durante décadas y, cada regreso a la Argentina, Juana traía un sobrino o sobrina que empezaban a hacer sus primeros pesos trabajando con ella en un almacén de ramos generales que había abierto cerca del campo.
Así llegó la madre de las hermanas Marco a este país. Tenía 19 años. Dejó en España a sus padres y seis hermanas. "La única mujer que vino a la Argentina fue ella y pasó 50 años sin ver a su familia. Cuando regresó a España, todas sus hermanas estaban muy cambiadas, eran ancianas", recuerda María.
Benito Marco había llegado al Territorio de Río Negro con un primo, con quien se estableció en Valcheta para cuidar hacienda. "Allí, en Valcheta, mi madre tenía un hermano casado que había llegado, junto a otro hermano, a este país antes que ella relata María, y allí empezó la relación con mi padre. Se casaron en 1913, en Choele Choel, pero siguieron viviendo un tiempo en Valcheta, en la casa del hermano de mi madre".
"Eran vascos, pero dejaron de hablar su idioma. La juventud no quiso hablar el vasco; se quedaron con el castilla, como le decían... Bueno, en realidad, no se los enseñaron, porque cuando ellos eran chicos en la escuela hablaban el nacional, que era el castellano...".
El matrimonio Marco se
mudó a Choele Choel, donde se afincaron en una tierra fiscal, en la chacra 91 en la Isla Chica. "Estuvieron allí 12 años. Tenían animales, pasto, plantaban frutales y verduras, hasta que un día los desalojaron. La idea era hacer mejoras y pedir el título de propiedad, pero los desalojaron. Mi mamá estaba entonces embarazada de su quinto hijo, pero no les importó... A los pocos días de salir de Choele nació mi hermano Tito, en una casa que nos habían prestado. Y poco después vi
nimos a la Colonia Regina. Mi papá sabía que acá estaban loteando y pidió una tierra. Se la otorgaron. Cuando vinimos no estaba ni la estación de tren acá. Bajamos en Huergo, creo".
NUEVA TIERRA, NUEVA VIDA
"Cuando llegamos, no pudimos quedarnos a vivir en la casa de la chacra porque no la habían terminado. Entonces entregaban la tierra con una casita ya hecha y los canales trazados. Fuimos, transitoriamente, a una casa prestada en otra chacra. Mi papá inmediatamente empezó a trabajar la tierra que le habían otorgado; pagó la diferencia y pidió una casa más grande. Eramos 8 de familia y aquí nació el último hijo. La familia quedó conformada por José Vicente, Francisco Julio, Benito Carmelo, Oscar, Rebeca, María y Antonia. Vinimos con los animales que teníamos en Choele, especialmente vacas y caballos...".
Benito Marco era agricultor, tenía hacienda y, como casi todo vasco, sus vacas lecheras. Sus hijas se encargaban de ordeñarlas y de repartir la leche. "Durante 25 años ordeñamos relata Antonia. Vendíamos por Regina y por Villa Alberdi (situada a 10 km de Regina y a 4 de la aduana), donde también le ordeñaban a otra gente... ¡Có
mo se trabajaba antes!... Mi mamá hasta hilaba la lana para hacernos las medias, cocinaba para todos, lavaba, planchaba, hacía los lácteos, faenaba, hacía las sábanas, la ropa para todos. La verdad era todo artesanal y hecho en casa".
"Cuando éramos chicos, íbamos en sulky al pueblo; los que teníamos sulky añade María los que no, venían como podían. Algunos colonos venían hasta Regina arriba de la rastra, tirada por sus caballos. Los que íbamos caminando a la escuela o a los bailes, íbamos en zapatillas y nos cambiábamos de calzado al llegar al pueblo. Con mis hermanos, de chicos y de muchachos, hacíamos reparto de leche. La verdad es que trabajamos como burros".
"Las mujeres en la chacra hacíamos de todo cuenta Antonia. Desde chicas teníamos una o varias responsabilidades. Después de casadas, criábamos a los hijos y por la noche yo bordaba con una lamparita, con una vela o hacía ropa con la máquina de tejer".
"Pero antes valía la pena el esfuerzo, porque podíamos progresar... Por suerte fuimos a la escuela, veníamos todos juntos caminando por un camino de tierra a la escuela 52, que quedaba a unos kilómetros de la chacra. Era la única escuela de la Colonia".
"De grandes íbamos a las fiestas del pueblo, al cine y a ver partidos de fútbol continúa su relato. Se salía en familia, éramos todos muy unidos. Ibamos al baile en el Club Regina. Cuando terminamos la escuela veníamos en bicicleta a aprender a coser y a bordar. Nos hacíamos la ropa siempre".
Esta Colonia, de origen italiano, también albergó otras nacionalidades. Las hermanas Marco recuerdan a sus vecinos: algunos de origen yugoslavo, otros austríacos, los había españoles y la gran mayoría, colonos italianos. María y Antonia Marco se casaron con dos hermanos, italianos y vecinos de chacra: Juan y Benjamín Liberati.
"Eramos de distintas nacionalidades, pero hicimos como una gran familia. Nos juntábamos todos los vecinos a bailar y a divertirnos. Teníamos un fonógrafo para pasar música, nos divertíamos mucho, generalmente los sábados o los domingos... Después, cuando las familias Liberati y los Marco se fusionaron sigue Antonia pasábamos la Navidad en lo de los Marco y Año Nuevo en lo de los Liberati. Nos separaba apenas una calle". Aún hoy estas familias son vecinas.
"Todos los colonos estábamos más o menos en lo mismo agrega María. Nos asentábamos, seguía el desmonte, luego a sembrar alfalfa y, cuando la tierra estaba mejor, plantábamos viña o tomate. Pero en un momento
había mucho tomate y no te lo recibían, o se helaba la viña y te quedabas sin nada".
"Cuando tuvimos la vid, empezamos a hacer ensayos para proteger de las heladas relata Joaquín Liberati, esposo de Antonia, quien recuerda que ponían algunos tarros con gasoil y lo quemaban para aumentar la temperatura ambiente. No podíamos defender con agua porque no siempre coincidía el turno del riego con el frío. Entonces contaba la suerte. Un año cayó una piedra que dejó la viña como en invierno, sin una hoja... Pero bueno, siempre nos arreglamos para seguir adelante".
EL PUEBLO DE VILLA ALBERDI
Pasaron los años, la alfalfa y los viñedos habían dado lugar a los frutales y los hijos de Benito y Claudia Marco fueron haciendo sus propias familias.
Parte de la Colonia Regina, propiedad de la familia Zorrilla, se subdividió en la década de 1940 y, en este fragmento, se inició un nuevo asentamiento: Colonia Alberdi, cuyo núcleo urbano fue el pequeño poblado de Villa Alberdi.
En esta fecha, la Colonia Regina tenía unos 2.000 habitantes y el pueblo, fundado en 1924 y estrictamente planificado, desbordó sus límites y se generaron asentamientos nuevos y se avanzó sobre el terreno para expandir la zona de chacras.
Cuando María y Antonia se casaron, se mudaron a una chacra en Villa Alberdi. El banco les prestó 100.000 pesos en el año '52, '53 para comprar. María recuerda los primeros años en esta zona: "Fue empezar todo otra vez. Hicimos esa chacra de cero. Costó, ¡cómo costó ver los árboles en ese lugar! Porque llegamos y era todo jarilla y alpataco, así que empezamos con el desmonte de 11 hectáreas. Después nos dedicamos fuerte a la producción de tomates. Le vendíamos a Fiorabanti, a Alberio y otros. Luego tuvimos viña y piletas donde hacíamos vino para vender", relata.
En Villa Alberdi vivían todas familias nuevas, pero cuenta María la gente se trataba poco porque trabajaba todo el día. "Aunque parezca mentira tratamos más ahora que estamos en la ciudad que entonces. Pero la gente, esa gente del tiempo fundacional, era muy solidaria. En esa chacra viví 50 años. Allí tuvimos los hijos y los criamos. No fueron fáciles los primeros tiempos: sin luz, sin gas, sin servicios ni comodidades. Pero también fue hermoso vivir la transformación, llegar cuando aquello era la nada y poco a poco ver llegar el verde y los frutales...".
"No me arrepiento de la vida que hice afirma María. Fuimos fruto del esfuerzo, porque fuimos colonos, venimos de una cultura del trabajo que pudo progresar porque nuestro esfuerzo fue compensado".
Joaquín Liberati recuerda que compraron, desmontaron y lo primero que hicieron fue un horno de ladrillos para poder hacer las viviendas. Hicieron pasto, después tomates hasta que crecieron las plantas, primero viña y después manzanas, peras, duraznos y ciruelas. Comercializaron muchos años en la Cooperativa Agraria. Recuerdan que había varias cooperativas cuando empezaron a vender fruta, entre ellas La Cooperativa Agraria, La Perla y otras. Hoy sólo queda una: La Reginense.
Por su parte, Antonia se casó con Benjamín Liberati. Ellos tienen dos hijos: Rubén y Daniel, cada uno tuvo dos hijos.
María tiene tres hijos: Juan Carlos, Luis Alberto y Roberto Benito, quienes le dieron 5 nietos.
Actualmente son los hijos de Antonia y de María los que manejan las chacras. Y ambas familias, Marco y Liberati, siguen trabajando las tierras plantadas por sus padres y sus abuelos.
SUSANA YAPPERT
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