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Sábado 30 de Diciembre de 2006
 
 
 
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  HISTORIA DE VIDA
  Mateo Petrucich, de Yugoslavia a Villa Regina
Nació en Yugoslavia y migró hacia Argentina en 1938, con 16 años.
Trabajó su chacra hasta hace unos años, cuando le cortaron el servicio de riego.
 
 

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 Mateo Petrucich nació en un pueblito de Yugoslavia en 1922. Cuando tenía seis años, su padre salió de su país y llegó como inmigrante a la Argentina. Entonces Mateo comenzaba la escuela y pasaría, al igual que su madre y sus hermanas, muchos años sin volver a ver a su progenitor.
Petrucich llegó a Buenos Aires y consiguió empleo en la provincia de Córdoba. Allí estuvo una temporada y durante esa estadía supo de una Colonia Agrícola que nacía en la norpatagonia: la Colonia Regina.
Cuando Mateo cumplió 16 años, su padre lo llamó. Los vientos bélicos lo despejaron de toda duda y partió. El joven se reunió con su padre ya establecido en Río Negro y desde entonces vive en esta región.
“Llegué a este país en 1938, pocos meses antes de que se desatara la Segunda Guerra en Europa. Anduvimos con mi padre trabajando en la Colonia Regina como 3 o 4 años, sobre todo plantando tomates. Alquilábamos tierra y plantábamos tomates y papas. Después conseguimos estas 32 hectáreas para trabajar a porcentaje. Esta chacra era parte de la Colonia Gutiérrez”.
“El trato era 40% para el dueño de la tierra y 60% para nosotros. Vinimos a esta propiedad en 1942. Primero hicimos alfalfa, papa, tomate, maíz, pero sobre todo mucha papa y semillas de alfalfa; luego plantamos frutales. Trabajamos como locos, era mucha tierra y en ese tiempo no podíamos contratar gente. Hicimos una buena chacra. La hicimos de cero. Pero lamentablemente nuestra suerte cambió. Los fruteros me quedaron debiendo cinco cosechas y en 2002 me cortaron el riego. Un drama del que no puedo reponerme... ”.
 En 1952, 14 años después de llegar a la Argentina, Mateo y su padre pudieron traer al resto de la familia que había quedado en Yugoslavia. Cuando su madre y su hermana llegaron a Villa Regina, la chacra ya estaba en plena producción.
Después de 24 años separados por un océano, sus padres volvieron a estar juntos. Dos de las hijas del matrimonio (Isabel y Anita) ya estaban casadas y se quedaron en Yugoslavia. Ellas no volvieron a ver a sus padres, ni a sus hermanos radicados aquí. Todos los hermanos Petrucich viven y mantienen una relación epistolar que ya lleva casi 60 años.
“En 1952 traje a mi madre y a mi hermana Milka –relata Mateo–. Mis padres nos convencieron a mi hermana y a mí de que nos casásemos con gente de nuestra misma lengua. Mi mamá no podía concebir que alguien se casara con una persona que no compartiera su idioma, entendía que esos matrimonios no podían tener diálogo. Y me convenció. En 1958 vino Blajika Pavicich para casarse conmigo. En Yugoslavia éramos vecinos, pero ella tenía 4 años cuando yo partí, de modo que prácticamente no nos conocíamos. Con ella tuve 4 hijos: Juan José, Alberto, Jorge Luis y Sergio Gustavo. Mi hermana Milka, que vive en Huergo, también se casó con una persona conocida nuestra de apellido Bubalo. El había venido un año antes que yo, pero se había ido a trabajar a Comodoro Rivadavia en el petróleo. No le gustó y se vino acá con nosotros. Luego compró chacra en Huergo”.

La colectividad yugoslava

En la región, los Petrucich se relacionaron con otros yugoslavos. Como ocurrió con el resto de las colectividades que se formaron en el Alto Valle desde principios de siglo, los yugoslavos buscaron un sitio de encuentro cultural.
Aún hoy, Mateo y su mujer hablan en su idioma y sus hijos lo aprendieron naturalmente. Mateo recuerda algunos nombres de connacionales: “Suenan muchos apellidos croatas por esta zona, los Mestovich, Gabelich, Sobisch, Bitulich... Nos conocíamos todos, pero ahora ya casi no quedan. En esta región entre los croatas –comenta– hay muchos que son chacareros. Muchos lo eligieron, otros no, como yo, que era el hijo mayor y ni siquiera me pregunté si me gustaba ser chacarero...”.
Pero sigamos con la historia de este productor. En 1942 comenzaron a trabajar su chacra y fue en 1957 que se convirtieron en propietarios.  
“La chacra se subdividió. Nosotros pudimos comprar estas 16 hectáreas y media. Queríamos comprarla toda pero no pudimos. La otra mitad se la vendieron a un tal Morales, luego pasó a Liberatori y ahora es de Liberati. A este vecino también le cortaron el riego como a nosotros (ver recuadro), él había plantado toda la chacra, ofreció pagar su deuda y no aceptaron las condiciones de pago. Es muy triste ver ahora este pedazo de Villa Regina, que en otro momento fue un vergel, convertido en este abandono. Es muy triste llegar a mi edad, haber trabajado honradamente toda la vida y ver cómo se secan las plantas que viste crecer. Además, estamos atados de pies y manos. Si no regás, no producís y si no producís, no podés pagar. Yo creo que hay gente que especula con nuestra situación, nos cortaron el riego y al otro día ya había gente que quería comprarme la chacra a un precio ridículo...”.
Cortaron el agua de Petrucich y de otros chacareros en el año 2002, después de la salida de la Convertibilidad, cuando todo hacía prever que comenzaba un ciclo positivo para los productores valletanos. Aun así, no hubo contemplaciones. Y para gran cantidad de estos pequeños productores el panorama es irreversible. Se corta el agua y las plantas se secan. No se puede producir y, al no poder producir, no hay alternativas para poder salir de esta situación. Un punto ciego.
Pero pese a esta dificultad, Mateo intentó seguir adelante. Durante dos años regó con agua de pozo, pero hace un año que ya no puede hacerlo.“Con la perforación de 8 metros que tengo y la bomba me arreglaba, pero después que me robaron la bomba ya no tenía recursos para comprar una nueva”, relata. Hoy piensa que si pudiera disponer de una (una bomba cuesta unos 5.000 pesos ), su situación podría encausarse, salvando los perales que aún están en pie o alquilando la propiedad.
Mateo mira el pasado con nostalgia. Porque Mateo tuvo su tiempo de prosperidad. En 1964 él y su padre plantaron peras y manzanas. Su padre vivió hasta los 71 años y su madre hasta los 83. Ellos pudieron ver el progreso.
“Fuimos plantando los frutales de a poco –cuenta–, hectárea por hectárea. Mientras crecían las plantas, seguí haciendo tomates. Vendía a la fábrica y los pintones a mayoristas de verduras. Llegué a sacar 400.000 kilos de fruta. Era buena fruta, pero algunos fruteros no me pagaron y todo empezó a complicarse. En el 73 hice este chalet, hasta ese momento la cosa anduvo bien, pero se complicó unos años después... Si no me hubieran jodido los fruteros, yo estaría bien ahora... y le di duro y parejo hasta que pude... No es por presumir, pero tengo una fila de compradores para esta chacra. Claro, quieren pagarme un precio ridículo. Por eso no la vendo. Lamentablemente mis hijos no quisieron seguir en esto. Yo intenté ser un buen productor; cuando podía me compraba cosas para la chacra, para tenerla mejor. Pero no tuve suerte. Los que están en la producción saben que si un día cae piedra, la cosa se complica, y mí me deben 5 cosechas. ¡Cinco! ¿Cómo levantás cabeza de eso? Es imposible... Y la ley siempre está del lado de los poderosos. Yo iba a reclamar por mi fruta y los abogados me decían que el galpón estaba quebrado... Hoy ellos siguen, yo no”.
La historia de este productor atraviesa casi todo un siglo y prácticamente toda la vida de Villa Regina. Su relato no es un relato insular. Personajes como Mateo pueden reconstruir los ciclos de la fruticultura, los períodos de bonanza y las sucesivas crisis que atravesó.
Quizá, el hecho de ser inmigrante le dé una voz propia a esta narración. Con frecuencia, el relato de los productores extranjeros tiene un condimento peculiar: la enorme dificultad que manifiestan a la hora de intentar comprender la Argentina y sus crisis.
En Mateo, como en tantos otros que tuvieron que aprender un idioma, una actividad y se vieron obligados a colarse en una nueva idiosincrasia, esta dificultad se manifiesta con fuerza. Y en su historia se repite como un eco “¿Cómo pudo suceder?”.

El drama de muchos regantes

Mateo Petrucich tiene 84 años. Hace más de 60 que vive a unos kilómetros de Villa Regina. En una chacra que hicieron con su padre y que hoy ve desmoronarse.
 En 2002 le cortaron el agua. Tenía una deuda de 2.000 pesos que no alcanza a comprender por qué superó los 20.000, cuando Agua y Energía pasó a manos de los Consorcios de Riego. No hubo reclamo alguno que hiciera abrir la compuerta. No pesaron las cinco cosechas que le adeudan “los fruteros” a él, ni la deuda que en parte generó un inquilino de su chacra que se fue sin pagarle.
Pero este hombre, menudo y de mirada triste, siguió adelante. Regaba con agua de pozo. Lo hizo hasta que alguien robó su bomba de riego. De esta no pudo salir. Hace más de un año que sus tierras no reciben agua. Algunas hectáreas de manzana se secaron y en otras pasó la “sierra sanitaria”.
Luego del corte del servicio, llegaron compradores a su propiedad. Unas diez personas le han ofrecido a Mateo comprar su tierra a precio vil.
El panorama es desolador. Mateo está enfermo y no tiene esperanzas de volver a ver correr el agua por las acequias. El no es el único chacarero en esa situación. Según el último sondeo que realizaron Mujeres en Lucha y el Ministerio de la Producción, el 53% de los encuestados (pequeños chacareros) manifestó tener deuda de riego, cuyos intereses corren como un descubierto del Banco Nación.
Pero la situación de los chacareros con deuda difiere según donde vivan. Hay consorcios que no cortan el agua. En Villa Regina sucede lo contrario, allí se registra una importante cantidad de chacareros a los que se ha cortado el riego. El consorcio de riego de esa localidad también tiene una situación peculiar. En 1992, cuando Agua y Energía pasó a los productores, los ex empleados de la estatal conformaron una SRL (Irrigación SRL). Esos empleados siguen trabajando, mediante contratación directa, para el consorcio que tercerizó el servicio y es la SRL la que ejecuta los cortes. No son pocos los cuestionamientos que pesan sobre ellos.
Este jueves 28 la Legislatura iba a tratar un proyecto de ley para resolver la situación de los regantes, pero trascendió que por pedido del ministro Accatino el debate se suspendió.

 

   
SUSANA YAPPERT
sy@patagonia.com.ar
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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