La muestra "INTA Expone 2006" en Guerrico sorprendió por el masivo caudal de público que la frecuentó en las tres jornadas: alrededor de 60.000 personas, según los organizadores. Sin embargo, dejó un sabor decepcionante en el sector del público que esperaba encontrar herramientas concretas de transmisión de técnicas, demostraciones de tecnología aplicada, interacción de contenidos y recursos de vanguardia para la producción. Varios de los sectores de exhibición desplegados en 30 hectáreas consistían en propuestas que poco tenían que ver con la transferencia de tecnología que debe realizar la institución. La oferta en las globas fue abrumadora. Recorridas extenuantes y stands con poca sustancia opacaban otros con proyectos más interesantes sobre los cuales los productores y técnicos de distintas actividades agropecuarias esperaban posar su mirada para hallar contenidos innovadores. En medio de la multitud, se presentaron algunos emprendimientos en marcha y nuevos estudios, aunque resultó difícil poder llegar a apreciarlos con algún detalle. La distribución de las grandes eco-regiones que integran la Patagonia y las actividades que allí se concentran sí parecen haber sido aprovechadas por los miles de estudiantes o que desconocían qué función cumple el INTA. Es natural: resulta siempre atractivo ver especies animales y vegetales nativas, recorrer circuitos temáticos ambientales, dar una ojeada a los problemas como desertificación, cambio climático o mal uso de aguas o ver funcionar simuladores de satélites espaciales. Las conferencias y charlas técnicas en las que se abordaron problemáticas actuales, ofrecieron poca oportunidad de participación, aprendizaje y debate. La feria mostró más maquillaje que contenido. "Los productores pudimos haber tenido mayor participación, pero a los Consorcios de Regantes no nos invitaron", protestó el presidente del ente cipoleño, Eduardo Artero. No opinó lo mismo Manuel Mendoza, presidente de la Federación de Productores, quien valoró la muestra y la firma de un convenio de cooperación alcanzado con el instituto para reafirmar los lazos entre los chacareros y un organismo nacional cuyo fin, precisamente, es generar y transferir tecnología y nuevos conocimientos al sector agropecuario. Un convenio que representa una nueva promesa para que el INTA revierta su divorcio con los factores de la producción. En definitiva, tamaño despliegue de gastos volcados en una muestra pareció, antes bien, justificar un relanzamiento político del organismo del que se espera mucho, teniendo en cuenta que se le ha elevado el presupuesto este año en más del 50% respecto del 2005, que el organismo maneja la friolera de 400 millones de pesos por año, pero que más del 70% de sus recursos totales se lo devora su propia burocracia. Algo debe comenzar a cambiar. |