| NEUQUEN (AN) - La inseminación artificial es la más antigua de las técnicas reproductivas que se utilizan actualmente. Fue desarrollada en la década del '30, a diferencia de la producción in vitro de embriones, que data de los '80. De manera intensiva la inseminación artificial comenzó a utilizarse "luego del perfeccionamiento de los procedimientos de congelación del semen", apuntaron Benjamín Otatti y Nicolás Mucci, el especialista del INTA Balcarce que participó del desarrollo neuquino. Desde el dominio del procedimiento de congelación del semen "los programas de mejora genética tomaron un camino impensado ya que en cierta forma la inseminación artificial hizo posible la masificación de la mejora genética así como la posibilidad de aplicar un mayor potencial de selección al poder ampliar la capacidad reproductiva de machos de alto valor", explicaron. Dijeron que más adelante, en la década del '70, comenzó la biotécnica de la superovulación y transferencia de embriones, llamada SOTE, con la que "es posible aumentar la capacidad ovulatoria de las hembras, logrando una mayor cantidad de embriones por cada servicio", ya sea natural o por inseminación artificial. Los embriones se extraen, mediante un lavaje, a los 7 días de gestación para ser transferidos a otras hembras receptoras. "De este modo, las donantes se comportan como una fábrica de embriones", dicen Otatti y Mucci en un escrito. La producción in vitro de embriones obtuvo difusión en la década del 90. El primer paso de esta modalidad es la maduración de los ovocitos provenientes de ovarios de vacas faenadas o castradas y de una punción folicular en animales vivos. Esos ovocitos se cultivan en medios específicamente formulados en estufas que simulan el ambiente uterino, donde completan, al cabo de unas 20 horas, sus programas fisiológicos. "El procedimiento de producción in vitro, que a primera vista parece sencillo, constituye un complejo procedimiento", se lee en el resumen realizado por Otatti y Mucci. |