Pocos valletanos conocen la intimidad de estos inmigrantes. La colectividad japonesa es, quizá, de las colectividades más silenciosas, aun cuando han creado sus espacios para el encuentro y la preservación de su idioma y cultura. Ligados por la experiencia del desarraigo, de las dificultades idiomáticas y culturales, los japoneses en el exilio siempre se buscaron. En Argentina hay unos 30.000 inmigrantes nipones incluidos sus descendientes directos. "La colectividad que une a los japoneses de Río Negro y Neuquén relata Fukuko comenzó a reunirse a mediados del siglo XX y lo seguimos haciendo dos veces por año: el 1 de enero y el 1 de mayo. Antes nos reuníamos más, pero ahora que estamos grandes no lo hacemos con tanta frecuencia. La mayoría de los inmigrantes japoneses que se radicaron en esta región se han dedicado a la agricultura, a la fruticultura, a tener viveros y tintorerías". "Conservamos el idioma cuenta Fukuko. Nuestros hijos hablan japonés y les hablamos a nuestros nietos. También hay personas que enseñan japonés en Neuquén y en Cinco Saltos. Nuestros hijos empezaron la escuela sin saber bien el español. Por vivir en una chacra, con menos contacto con otra gente hablaban poco y cuando fueron a la escuela les costó un poco al principio...". "Con la comida también fue difícil agrega Fukuko, porque aquí era imposible adquirir los condimentos propios de nuestra cocina. Ahora es más fácil conseguir; yo les preparo sushi a mis nietos que les encanta". Por cercanía, los Hayashi ven más a los japoneses que viven en Río Negro. "En Cervantes enumera Fukuko hay dos familias japonesas: nosotros y los Kikushi; en Roca están los Suito, los Imai y los Zukerán; en Allen había dos viveristas japoneses: uno se fue, quedó Funakoshi. En Cipolletti están los Nakandakare. En Regina, Kamada y Okumatsu. También nos visitamos con el amigo Sano, que tenía una chacra en Huergo, pero desde que lo asaltaron y casi pierde su vida en el asalto, se fue a vivir a Neuquén". La colectividad local mantiene contactos con otras colectividades del país y se informa de la noticias de su país mediante un periódico que se edita en Buenos Aires y reciben regularmente en el Valle: "La Plata Hochi". Este periódico se editó varios años en idioma japonés, pero ahora hacen una versión bilingüe para los descendientes, que suelen hablar el japonés pero no lo escriben. Quien se refiere a los cambios generacionales es Laura, hija del matrimonio Hayashi. Cuenta que cuando ellos fueron a la universidad trabajaron su herencia cultural, sus raíces. "En La Plata vivimos en la Asociación Nipona Universitaria de La Plata, un pensionado que acoge a descendientes de origen japonés de todos los puntos de la Argentina. Allí, los 'nikkei' ( como se les llama a los japoneses de segunda generación), elaborábamos nuestra identidad. Si bien tenemos rasgos japoneses, nuestra cultura es diferente por el hecho de haber crecido en la Argentina". "Muchos nikkei se han ido a Japón a trabajar. Algunos porque querían conocer su patria de origen y otros como consecuencia de la crisis. Yo, por ejemplo, tuve una beca durante un año. Trabajaba en una industria de electrónica como intérprete. Allí había muchos descendientes de japoneses que se habían criado en Perú, Brasil, Paraguay y Argentina. Me ofrecieron quedarme pero decidí estar aquí, cerca de mi familia. Estuve 1994. Dos de los hermanos de mi mamá ya se habían radicado allá y había familiares de mi padre. Los hermanos de mamá están muy contentos en Japón. Uno de ellos, el menor de todos, ayuda a los hermanos que viven aquí". Los padres de Laura también estuvieron en Japón. Su padre volvió a trabajar y su madre de visita. A ambos les ocurrió que, al regresar, encontraron un lugar distinto al que habían dejado o recreado en la nostalgia de sus padres. Fukuko regresó a su país cuando su hija estaba viviendo allí. Volvió a ver el templo que cuidaba su padre, el lugar donde ella había nacido. Regresó pero decidió volver a la Patagonia, un lugar en el que echó millones y millones de semillas. |