Número de Visitas  
TITULOS SECCIONES SUPLEMENTOS OPINION CLASIFICADOS SERVICIOS NUESTRO DIARIO PRODUCTOS
  podio
RURAL
DEBATES
GUIA OCIO
eH! HOGAR
Espectáculos
ECONOMICO
CULTURAL
ENERGIA
 
Sábado 30 de Septiembre de 2006
 
 
 
>>EDiciones ANTERIORES
   
  HISTORIA DE VIDA
  Recuerdos de la Colonia Rusa a mediados de siglo

Lorenzo Martín Aparicio, inmigrante español, compró su chacra en 1945 en la Colonia Rusa.

 

Allí fue con su esposa y allí crecieron sus hijos, Esteban y José, junto a sus viñedos y alfalfares.

Durante años vivieron en aquel rincón cargado de historias que José se ocupó de guardar en un libro.

 
 

Click para ampliar
Lorenzo Martín Aparicio nació en 1912 en Valdefuentes de Sangusín, una pequeña comunidad agrícola ubicada en Salamanca, Castilla La Mancha. Contaba que, cuando habitaba allí, engordaban cerdos con castañas, que en la región había tupidos bosques de robles y que sus habitantes eran pastores y agricultores.

Lorenzo vivió en España hasta los 12 años. Luego, toda su familia se estableció en Argentina. Llegó aquí con sus padres, Esteban Martín y Segunda Aparicio y tres hermanos: Isabel, Benigna y Manuel. Para entonces los vínculos con esta tierra ya estaban tendidos. Don Esteban Martín era viudo de un matrimonio anterior del que habían nacido cuatro hijos. Con ellos iba a Cuba a hacer la zafra. Luego de algunas estadías en el Caribe, los hombres de la familia decidieron "hacer la América" pero un poco más al sur, en la Argentina. Los primeros en llegar fueron los hijos de don Esteban. Dos de ellos se establecieron en la zona de Berisso y los otros dos vinieron al Valle: ellos eran Timoteo y Víctor Martín Iglesias.

Lorenzo, el hijo mayor del segundo matrimonio de don Esteban, contaba que partieron de España y vinieron al Valle, donde su padre consiguió empleo como capataz de la estancia de la familia Nielsen. "Nuestro padre hizo desde pequeño todo tipo de tareas agrícolas recuerda su hijo menor, José Martín. Aprendió todas las tareas de la estancia, hasta fue cocinero de la misma. Pero este oficio fue transitorio porque siempre, desde su nacimiento en España, estuvo vinculado a la agricultura".

En aquella estancia los Martín pasaron unos cuantos años, luego Lorenzo fue contratado para trabajar en la chacra de otra familia de la Colonia Agrícola General Roca, la familia Equiza. También allí estuvieron una larga temporada, al igual que en lo de Armada.

Cuando Lorenzo trabajaba en este último sitio conoció a quien sería su mujer, Josefa Carrizo (Pepa). La familia de Josefa no hacía mucho tiempo que estaba radicada en esta zona. Venía de Bariloche. Su padre, José Carrizo había nacido en Concordia y su madre, Camila, en Chubut. Se radicaron en Bariloche porque José era empleado Nacional de Tierras y Bosques. "Vivíamos en un lugar paradisíaco relata Josefa. Nuestra cabaña estaba donde luego levantaron el Hotel Llao Llao. Todo un privilegio. Cuando era pequeña, por esa zona sembrábamos trigo, había animales, vacas sobre todo. Mamá fabricaba todo tipo de lácteos. Se hacía todo. Entonces aquel era un lugar muy aislado".

En Bariloche, el jefe de José Carrizo era don Emilio Frey. "Luego de años de estar juntos, se hicieron muy amigos. Siempre se visitaban y hablaban horas... ¿Por qué nos mudamos?... Todos decían que el progreso estaba aquí, que el Valle se convertiría pronto en un emporio frutícola... y bueno, papá pidió el traslado. A mí no me gustaba, pero hicimos familia aquí y ya nos arraigamos", relata Pepa. En Roca, don José Carrizo trabajó como inspector de Tierras y Bosques. A él había que pedirle autorización para cortar árboles.

El matrimonio Carrizo tuvo siete hijos, la mayoría nació en Bariloche. Cuando Pepa tenía 12 años se mudaron a Roca. "Terminé los estudios acá cuenta. Mamá estuvo pocos años con nosotros, unos cinco. Murió cuando mis hermanos menores eran muy chiquitos. Cuando ella se fue, mi papá puso a mis hermanitos en una pensión de unas alemanas para que los cuidaran. Los atendían muy bien. Luego mis hermanos Roberto y Ramón se fueron de seminaristas. Nunca terminaron de curas. Roberto terminó en la escuela Naval Militar y Ramón fue empleado estatal en igual dependencia que papá. Rodolfo, el menor, se fue joven de Roca. Todavía lo buscamos, no supimos más de él...".

"A Lorenzo lo conocí en 1939 sigue el relato Pepa. El trabajaba entonces en el establecimiento Armada. Nos casamos y nos fuimos a vivir allá, donde unos años después nacieron nuestros hijos: Esteban (Tito) y José Lorenzo (Titi)". "Seis años más tarde y luego de años de ahorro sigue el relato José mi padre pudo comprar una chacra en Colonia Rusa. Esto fue en 1945, ya había riego en este lugar. Compró una chacra que ya estaba encaminada (a esta propiedad y a los años que vivió allí se refiere José Martín en un libro de su autoría próximo a editarse con motivo a los 100 años de la Colonia Rusa ). Mi padre le compró la propiedad a don Ginés García. Eran diez hectáreas y media. En realidad esa media hectárea sobrante tenía como destino una estación de ferrocarril pero que nunca hicieron".

La chacra estaba situada en el centro geográfico de la Colonia Rusa. Los hijos de Lorenzo y de Pepa crecieron en este lugar. Fueron hasta 4º grado a la escuela Nº 130 y terminaron en la escuela Nº 38 de Stefenelli. "Hasta allí íbamos en sulky recuerda Esteban, el hijo mayor del matrimonio. Casi todos los vecinos de la colonia andaban en sulky. Y yo, además, hacía mandados en este transporte. Todos los días iba a comprar la galleta para los alumnos. Me mandaban en el recreo a la panadería del gordo Salguero. Me encantaba ir, volvía a la escuela con un poco menos de lo que me habían pedido, el resto me lo comía en el camino ( risas)".

"Mi viejo trabajaba en su chacra y salía a trabajar en otras chacras relata José. Era muy demandado para emparejar la tierra. Seguramente se daba maña porque lo solicitaban mucho, sobre todo cuando hacían viñedos, que había muchos por esa zona. Lo hacía muy bien. Iba con un antiguo rastrón tirado por sus caballos".

Como toda zona de chacras, funcionaba en la vida cotidiana como un vecindario. Todos se conocían y asistían. Los Martín recuerdan a todos sus vecinos. "Felipe Locev estaba muy cerca. Los otros vecinos más directos eran Antonio Morán, don Tomás Fernández, la familia de Manrique Aun. Creo que el único que sigue allí es don Miguel Fernández. Otros vecinos eran los Campos, parientes de mi señora...".

"En relación a la Colonia Rusa cuenta José, entusiasmado con su tercer libro en la imprenta, puedo decir que eran tierras no muy buenas, poco aptas para hacer cultivos. Hablo de las primeras décadas. Todos conocen la suerte de los primeros colonos. Pero bueno, la gente intentó cultivarla, pese al salitre y a los problemas del riego. Muchos se fueron, pero otros quedaron. Por otra parte, se trataba de chacras chicas, ninguna superaba las diez hectáreas; ése fue uno de los frenos al desarrollo de la zona... Hace poco estuve, me dio un poco de pena verla medio abandonada. Nosotros pasamos allí nuestra infancia y adolescencia y tenemos los mejores recuerdos del lugar y de su gente. Teníamos muchos amigos. Nos divertíamos. Mi hermano tocaba la guitarra y hacíamos serenatas con amigos. Salíamos a guitarrear por la Colonia".

La familia coincide en que, aun a mediados de siglo, pesaban las dificultades para quienes se quisieran establecer en ese lugar. Había que poner voluntad, ingenio y buen humor en la chacra. No había comodidades ni descanso. "Pese a todo afirma Pepa mi esposo era feliz con su tierra. Ser propietario era le sueño de todo inmigrante. Pena que se enfermó, estuvo años mal de salud y ya no pudo hacer todo lo que él hubiese deseado. En un momento tuvo que contratar a un chacarero para que lo ayudara. Nunca me voy a olvidar de él. Era polaco y se llamaba Ambrosio Sepuka. Trabajador como pocos. Ahora tiene su propia chacra".

Cuando llegaron a la chacra, los Martín hicieron huerta y plantaron viña y nogales. Lo más fuerte era la alfalfa, el pasto, que no enfardaban sino que vendían en parvas. Este cultivo fue constante en los años que tuvieron la propiedad. Pero ésta no fue la única fuente de ingresos de la familia. Pepa colaboraba con su trabajo. "Yo era profesora de corte y confección y en la chacra daba clases de corte. Tenía tantas alumnas que daba en dos turnos de 15 chicas. También cocía. Con un farol de noche me quedaba hasta la madrugada. Hice muchos vestidos de novia de chicas de la Colonia Rusa. Siempre me felicitaban en las fiestas por los vestidos. Y la verdad es que hice un montón...".

"A papá le decíamos cariñosamente 'el viejo loro' porque hablaba hasta por los codos. ¡Imagináte en la chacra!... Cuando encontraba a uno para hablar era una fiesta", lo recuerdan sus hijos. "Cuando vivíamos en la Colonia Rusa sigue su esposa, lo visitaba don Manrique Aun. Tomaban pavas y pavas de mate, podían pasarse el día entero hablando...".

Con los años, y a medida que se deterioró la salud de Lorenzo, decidieron comprar una casa en Roca y Lorenzo tuvo que jubilarse por invalidez. "Seguimos con la chacra hasta 1982 pero mis hijos tenían otras actividades, así que decidimos venderla. Me gustaba la chacra, pero cuando me mudé me adapté rápido. Trabajaba mucho, seguí haciendo ropa y además aplicaba inyecciones. Pero bueno, el destino nos cambió el rumbo".

Sus hijos desde jóvenes siempre trabajaron en la chacra, pero los dos querían dedicarse a otras actividades. Hasta los 25 años estuvieron allí. Luego tomaron su camino. Esteban puso una forrajería y semillería en Allen, donde se estableció y formó una familia. Se casó con Leticia Domínguez y tuvieron tres hijos: Liliana, Claudia y Alejandro. Hoy tiene cuatro nietas.

Y su hermano José, literalmente tomó su camino, que no fue uno sino miles. Fue viajante durante años, camionero. Hasta que un buen día decidió estar más quieto y cambió de empleo. 

 

 

SUSANA YAPPERT

sy@patagonia.com.ar

 

   
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
Todos los derechos reservados Copyright 2006