El mercado de la carne argentino transita por una situación paradójica y complicada que es resultado de la evolución de décadas pasadas. El consumo per cápita de carne vacuna descendió de 90 a 60 kg por habitante por año desde mediados de la década del '70 a la actualidad. Pero debido al incremento poblacional el consumo total no ha decaído, incluso aumentó de 2,1 a 2,4 millones de toneladas anuales en el mismo período. El proceso de agriculturización en general y de sojización en particular, que se manifestó en la Argentina, desplazó paulatinamente, y todavía lo hace, la ganadería bovina hacia zonas periféricas del país de menor aptitud productiva. Este fenómeno plantea un desafío en la producción nacional: superficie de menor aptitud destinada a la producción ganadera bovina y consumo interno incremental. La solución transitoria que aportó el gobierno nacional repercutió en forma poco favorable al sector. El cierre de las exportaciones afectó rápidamente el precio de la hacienda en pie, pero este beneficio que recibió el consumidor puede llegar a acentuar las diferencias entre la oferta y la demanda. Menos inversores atraídos por la producción bovina y, por ende, menos producción de carne. El proceso de desplazamiento de la ganadería bovina hacia regiones áridas y semiáridas resulta en que zonas que antaño eran poco consideradas, como la provincia de Río Negro, se tornan cada vez más importantes en la cadena de la carne. La producción ganadera rionegrina cuenta con problemáticas particulares, más allá del contexto nacional, y el estar dividida en tres zonas sanitarias repercute en que el proceso de comercialización se vea severamente afectado. Revertir el difícil panorama situacional tal vez no esté al alcance del productor rionegrino. Pero sí el eficientizar el rédito predial y la producción zonal para que las situaciones desfavorables que presenta el sector no lo afecten de sobremanera. La principal actividad en las zonas de secano es la cría y al obtener un porcentaje de destete provincial inferior al 60% la conclusión es clara: no se es todo lo eficiente que se debería. Hay que replantearse si la problemática ganadera está dada sólo por la situación contextual o si también son fuertes las deficiencias dentro de los establecimiento. La baja tasa de destete a nivel provincial es consecuencia de la escasa aplicación de la llamada tecnología de costo cero (bajo costo) que permiten un alto impacto productivo con escasas erogaciones. Muchas veces le palabra tecnología hace pensar en sofisticados implementos, pero a nivel ganadero no es más que la aplicación de prácticas que permiten controlar factores nutricionales, sanitarios y de manejo, entre otros. La falta de infraestructura en los establecimientos (alambrados eléctricos, acueductos, corrales, mangas, etc.) imposibilita que los sistemas productivos alcancen su potencial. Pero aun aquellos que cuentan con los recursos necesarios, no siempre desarrollan una adecuada explotación. Para llegar a maximizar la producción es indispensable organizar el rodeo y la mejor manera de comenzar es estacionar el servicio. La eficiencia de esta sencilla práctica está comprobada a nivel mundial y, si en zonas extremadamente marginales da excelente resultados, no existen motivos para no aplicarla en nuestros sistemas. Algunos productores son reticentes a retirar los toros del servicio, pero es una práctica indispensable para desarrollar un adecuado control del rodeo y los beneficios que brinda justifican con creces llevarla a cabo. El inadecuado manejo de vaquillonas como de vacas adultas también repercute en la baja tasa de preñez y destete. Las primeras suelen entrar a servicio a muy temprana edad, o cuando no han alcanzado el desarrollo adecuado, con consecuentes partos distósicos, muerte de terneros y lenta recuperación por lo que no vuelven a quedar preñadas por un tiempo considerable. Las segundas suelen quedar en el rodeo hasta que su desgaste dentario es tal que manifiestan severas deficiencias nutricionales, con dificultad para ciclar y quedar preñadas. Otras prácticas como tacto, determinación de estado corporal y destetes programados tampoco son moneda corriente de tal forma que los resultados obtenido no son los óptimos. Por otra parte, es escaso el control de enfermedades que afectan directamente a la reproducción. Pocos productores aíslan y raspan sus toros para diagnosticar las venéreas Trichomoniasis y Campylobacteriosis, o sangran el rodeo para detectar y erradicar animales positivos a Brucelosis. Por último, es impensable llegar a tener un sistema productivo y sustentable si no se es racional al utilizar el recurso natural. La disponibilidad de forraje es el principal determinante de la producción de terneros y es totalmente dependiente de las irregulares precipitaciones. No son pocos los productores que han explotado sus campos más allá de lo que los mismos son capaces de tolerar. Si bien en años lluviosos los resultados pudieron ser acordes a lo esperado, en años secos o incluso de lluvias promedios la degradación del pastizal ha sido notoria. Un pastizal sobrepastoreado puede llevar años en recuperarse por lo que obtener mayores réditos por el abuso del recurso natural trae pérdidas presentes y futuras difíciles de reparar. Sin lugar a dudas, los esfuerzos que han realizado los productores de la zona para mejorar la genética de los rodeos es destacable. Los terneros destetados y comercializados suelen presentar la calidad que les impronta la respectiva raza utilizada. Pero el beneficio que aporta la adquisición de reproductores de destacada superioridad genética no se plasma en su totalidad si no son llevadas a cabo las prácticas de manejo adecuadas. Incluso el mero hecho de realizar las mismas repercutirá con mayores beneficios que el que puede aportar el mejoramiento genético. En Río Negro el stock bovino se incrementó desde mediados de siglo pasado y sustituyó al ovino en un fenómeno que empezó en el departamento de Pichi Mahuida y se expandió hacia el sur-oeste. Actualmente es difícil que se pueda aumentar la carga sobre los pastizales naturales y la única solución será trabajar sobre la eficiencia predial y provincial. Es marcada la reticencia a reconocer las propias falencias productivas. Pero es responsabilidad y compromiso de cada uno corregir los errores individuales para llegar a ser todo lo eficiente que las condiciones agroclimáticas lo permiten. No sólo para lograr mayores réditos personales, sino también para incrementar la oferta de un producto alimenticio de excelencia como es la carne bovina que se obtiene en esta región del país. N. TABARE BASSI (*)
(*) Ingeniero. Coordinador provincial del Programa Ganadero Bovino. Ministerio de Producción de la provincia de Río Negro. |