Mainqué significa "cóndor" y, según cuentan las historias lugareñas, ése era el nombre de un cacique que dominó la zona antes de la llegada de los conquistadores. Años más tarde, ya establecida la Parada 27 del ferrocarril, un grupo de vecinos pidió que la estación del tren (habilitada en 1929) llevara su nombre. Esta localidad rionegrina recibió el riego hacia 1910. Luego de esa fecha inició un tímido despegue. Dos guías de mediados de siglo aportan información interesante sobre esta zona del Valle: una es la de Antonio F. Rodríguez y otra la de Elías Doctorovich. La primera de ellas señala una particularidad de Mainqué: la cría de carneros Karakul; la segunda destaca que las comunas de Huergo y Mainqué tuvieron entre sus primeros pobladores a un grupo de santiagueños que se ubicaron a la orilla del río, en un lugar bautizado "Lagunita", y el establecimiento de una Colonia Francesa. En el censo de 1912, Mainqué aparece con 64 habitantes. Si bien la demarcación establecida por la Cooperativa de Riego daba cuenta de 6.000 hectáreas (que comprendían Mainqué y Huergo), un número reducido de habitantes se repartirán las tierras. Y la denominación de la colonia se debe a la nacionalidad de sus principales accionistas. Le seguían en importancia, los españoles. La colonización no resultó exitosa ni planificada y las chacras se fueron subdividiendo en cientos de propiedades en condiciones precarias. Cuenta Jaime Molins en 1919 que el gobierno, por esos años, declaró caducas las concesiones y distribuyó nuevamente las tierras. En 1921, ya decidido el nuevo reparto, los canales se incorporaron al sistema integral de riego del Alto Valle. Las localidades iniciaron un interesante despegue, sobre todo por impulso de iniciativas particulares vinculadas a la agroindustria. En Huergo, los hermanos Saionz instalaron en 1930 una moledora de alfalfa que procesaba alimento para aves sólo destinado a la exportación. Luego, se establecieron fábricas de conservas que potenciaron el lugar. Aun así, el crecimiento de estas localidades se paralizó y esos emprendimientos comenzaron a apagarse hasta desaparecer. Pero aún faltan décadas para ver la decadencia. Por ahora, visualizaremos el tiempo de despegue y de crecimiento de este espacio valletano. Hablamos al comienzo de esta columna de un particular emprendimiento que se llevó a cabo en Mainqué: la cría de carneros Karakul. Uno de los más antiguos vecinos del lugar y viejo administrador de la Colonia Francesa, don Santiago André, abrió en 1930 su cabaña "Caru Lauquen" (Laguna Negra, traducción literal de Karakul, que en realidad es el Lago Negro de Bukhara que bautizó con ese nombre a este peculiar ganado). Adquirió dos carneros y siete borregas en la Exposición Rural con idea de multiplicar animales con pedigree para producir pieles de Astrakán. Los carneros Karakul eran corderos de hermosos rulos negros y la piel de estos animales, la piel de Astrakán, se consideraba un producto de lujo, normalmente usado para la fabricación de tapados de piel. Don André, durante la década del 20, había efectuado un estudio con el fin de saber si era posible aclimatar esos animales a esta región. Para entonces, eran totalmente desconocidos en estas praderas. Las condiciones climáticas semejantes a la región de Bukhara, país de origen de esos carneros, animó al vecino a hacer un ensayo. En 1946, su cabaña registraba el cordero número 2.000 nacido allí. Por entonces, esta propiedad contaba con 400 madres puras para cruza de alta mestización, destinadas a producir aquellas costosas pieles. Las había de color negro y beige (carneros Kambar). La experiencia llevada a cabo por Santiago André fue exitosa y, como tal, publicada en los Anales de la Sociedad Rural Argentina en marzo de 1935 y marzo de 1940. Las pieles que producía la cabaña de Mainqué eran consideradas de primera calidad, aun superiores a las que se producían en igual período en Bukhara. Extrañezas de este valle generoso... (SY) |