Cuando Moni Villadeamigo culminó sus estudios primarios, decidió orientar su carrera a la plástica. Sus padres eran amigos de Benito Quinquela Martín y la sumaron a las famosas peñas que el pintor hacía en su atelier de La Boca. La Peña fue, en origen, el lugar que concentró la vida literaria y artística de Buenos Aires. Primero se realizó en el café de La Cosechera, luego en El Tortoni. Desaparecida La Peña, el grupo de artistas e intelectuales que allí se daban cita comenzaron a hacerlo en el domicilio artístico de Quinquela. "Mi papá me llevó a lo de Quinquela por primera vez cuando tenía 14 años. Todos los artistas de la época se reunían allí. Domingo Mazzone, Enrique Larrañaga, Lucio Rodríguez, Juan de Dios Filiberto y tantos otros. La primera vez que fui me parecieron todos viejos, pero al poco tiempo de tratarlos me di cuenta de que en realidad eran chicos que jugaban. Los encuentros se realizaban todos los domingos. La ceremonia empezaba con una comida en una mesa en forma de U enorme, luego había otra mesa redonda llamada la mesa de los griegos donde se sentaban los oradores de la noche, entre ellos estaban los oradores más destacados de la Argentina. Eran 12 que competían en retórica. Se servía un plato de tallarines con estofado, vino tinto y de postre pizza de ricota. Quinquela se había hartado que le ensuciaran los manteles y empezó a cubrir las mesas con papeles blancos, que simulaban manteles de papel. Recuerdo que, finalmente, todos terminaban dibujando sobre ese papel. Cada encuentro había un homenajeado. Un día, el homenajeado no llegaba y Quinquela hizo traer un muñeco de madera que tenía por allí. Quinquela le dedicó la noche a su muñeco y le explicó por qué le entregaban la Orden del Tornillo. La Orden del Tornillo era una cadena con un tornillo grande que se lo merecía el que fuera más loco. Para ellos loco era el cultor de la verdad, el bien y la belleza. Se lo entregaba a aquel que hacía mérito suficiente para ganarlo. Quinquela tendría ya como 65 años, parecía un tipo serio, pero no. Aquella noche, con toda naturalidad comenzó a hacerle un discurso al muñeco; a él le dedicó la noche. ¡Yo no lo podía creer ! Luego siguieron los discursos de los oradores, sentados en la mesa de los griegos... Después de los discursos, se cantaba, se recitaba, se bailaba, cantaban Patrocinio Díaz (conocida cantante de folclore), la señora de López Buchardo o se invitaba a algún cantante de tango. Luego la gente se iba y los más entusiastas seguían transitando la noche tomando algún vino por ahí. Quinquela Martín y mi papá se visitaban con frecuencia, eran amigos. Cuando papá murió siguió yendo mamá a las peñas y siguieron visitando a mamá en su casa. Los amigos de Quinquela eran como su gran familia. La gran familia de este generoso y tierno artista". |