Delia del Carmen Cerda posee una historia muy rica. Vivió toda su infancia en un campo de Peñas Blancas, a 7 leguas de Catriel. Pocos son los pioneros que cuentan la historia de este lugar. Pues sólo unas pocas almas se aventuraron a principios de siglo a poner sus pies en esta Colonia. Delia era hija de Juan Pablo Cerda y Ana Luisa Pardo. Su nacimiento fue registrado en Catriel, el 22 de mayo de 1927. Su padre había venido de Chile a los 20 años y su madre cuando tenía 5. Se conocieron aquí. Su papá murió trágicamente cuando ella era muy pequeña y su madre se radicó en Comodoro Rivadavia. Delia, entonces de 3 años, quedó al cuidado de su abuela, Cipriana Pardo. La abuela de Delia se había establecido en la zona de Cipolletti a principios del siglo. Durante su juventud trabajó en la chacra de Alberto Peuser, quien tenía por aquellos años un extenso sembradío de papas. En esa propiedad, los hombres sembraban y cosechaban y las mujeres embolsaban las papas. Entre la peonada, Cipriana conoció allí a José Ferrando, un joven español. Poco tiempo después, decidieron vivir juntos. Consiguieron un empleo en Cinco Saltos. Ambos fueron contratados por Raimundo Delfau, quien manejaba una chacra que su familia había comprado a la Compañía Tierras del Sud. Delia trabajó allí como cocinera y José como peón rural. Mientras estaban en esa propiedad, llegaron rumores de un importante loteo de tierras en la zona de Catriel. Parte de esta Colonia (Ver Historias...) estaba en manos de los sucesores del Almirante Guerrico. Delfau convenció a Ferrando de probar suerte allí. Le dijo que trabajara un tiempo esa tierra, que vendiera y luego comprara en Cinco Saltos que él lo ayudaría prestándoles todas las herramientas de trabajo para poner una chacra cerca de la suya. Partieron para Peñas Blancas. Cargaron un carro con sus cosas. El camino era una huella difusa. Tardaron como un mes en llegar. Se ubicaron cerca del río Colorado. Estima Delia que esto fue en 1920 : "Como mi abuelo entendía de albañil, el primer tiempo se dedicó a hacer casas de adobe. En la zona se criaban chivas sobre todo. Mi abuela lavaba ropa para afuera y mientras buscaban tierras". Don Ferrando trabajó en la Colonia, pero nunca le pagaron. Entonces un ingeniero que estaba trabajando allí le dijo que en parte de pago eligiera un pedazo de tierra, que cuando terminara la sucesión de Guerrico, tendría el título. "Mi abuelo eligió. Desmontaron y araron todo. Eran unas 15 hectáreas en el Paraje Peñas Blancas para el lado del río". "Allí no había mucha gente, casi nadie. Yo fui para allá a los 3 años, en 1930. Recuerdo a nuestros vecinos, a la familia Maggioni y a los Nazer. Desde los 3 hasta los 17 años estuve en el campo de Peñas Blancas. Cuando estaba por cumplir 15 años fui pupila al María Auxiliadora de Roca, en el año 41. Estuve dos años, dos de los años más felices de mi vida. Me quedaron grabadas dos hermanas que me ayudaron mucho, la hermana Encarnación Pampín y la hermana Eduviges Hirsh. Estaba muy contenta en el colegio pero tuve que volver al campo porque mi abuela se quedó sola... Yo me iba a ir al convento de Bahía, pero me quedé con mi abuela". En Peñas Blancas había una escuelita y su primer maestro fue Julio Rosales. Cuando inauguraron la escuela Delia tenía 9 años y asistían adultos y niños. "Había mucha pobreza -recuerda Delia-, muchos nenes iban descalzos a la escuela. El Consejo de Educación les daba un delantalcito y un par de zapatos por año. Yo iba caminando dos leguas y algunos chicos muchas más o iban a caballo... No nevaba allá, pero hacía mucho, mucho frío. La escuela estaba en la chacra de los Nazer, justo en la entrada de Peñas Blancas". Sus abuelos, con enorme sacrificio, emparejaron y comenzaron la siembra. Tuvieron 13 hectáreas de alfalfa y durante años vendieron las semillas. "El abuelo venía con un camión cargado de semillas para venderlo acá en el Valle y volvía con el camión cargado de mercadería para todo el año. El abuelo era español, de Valencia y le gustaba el aceite de oliva. Compraba un montón de aceite de oliva para tener". Don Ferrando había venido de polizón en un barco. Muchos jóvenes salían de Europa así. Como no tenían plata para el pasaje, se metían de contrabando en el barco, permanecían escondidos unos días y cuando el barco estaba en alta mar salían de su escondite. Ya no los podían bajar. Así llegó Ferrando a Buenos Aires, donde se enteró que acá en el Valle nacía una zona frutícola . "Yo tuve con mis abuelos una infancia feliz. Teníamos todo tipo de verduras, frutas y algo de viña también. La comida era abundante. También teníamos una granja muy completa, con vacas, cerdos, 70 gallinas, de todo. Carneábamos y hacíamos embutidos. Yo ordeñaba y mi abuela hacía queso y manteca". Aquella vida, idílica a los ojos de un niño, no lo era tanto para los adultos, que vivían aislados y a merced de su destino. Delia recuerda algunas anécdotas, fragmentos de su vida cotidiana. Vivió el tiempo de los bandoleros que solían andar por esa zona. Salta a su memoria un hecho inolvidable, el asalto de Bairoletto (ver recuadro) y el respeto que tenía la gente de campo por este Robin Hood de la Patagonia. Cuando mataron a Bairoletto la noticia corrió como un rayo. "Mi abuela se puso triste recuerda Delia, eran tantas las historias que contaban de él que le dio lástima. Todo el mundo sabía que él robaba para darle a los pobres. Dicen que lo delató Vicente Gascón, un hombre que solía visitar a mi abuelo. Creo que era es pañol. Nos enteramos de que Gascón había caído preso y, para que lo liberaran, le dijo a la policía dónde se escondía el bandolero. Vicente le regaló a mi abuelo un revólver de Bairoletto, tenía sus iniciales en oro. Poco después Vicente fue encontrado muerto de varias puñaladas. Todos decían que había sido la venganza por haber delatado a Bairoletto". Estas historias, les llegaban de boca en boca, normalmente cuando pasaban los correos que andaban por la región. Cuando Pedro Sepúlveda ( el correo que anduvo por allí 30 años) dejó de viajar, lo reemplazó un transporte que iba desde Roca, manejado por un agente de la policía. Primero iba un tal Zapata y después Pedro Hernández. En Peñas Blancas, mientras vivió Delia allí, no había médico. "Yo me crié en el campo y allá había dos caminos si uno se enfermaba: o tomabas yuyos o te morías. Había una señora, Clelia de Maggioni, italiana, que hacía de partera y curandera. Usaba mucho la manzanilla para curar. Además era modista". "¿Cómo nos entreteníamos? (piensa). Y ...se visitaba a los vecinos, andábamos a caballo. Los chicos nos reuníamos en el camino que nos llevaba a la escuela. Peleábamos y jugábamos. Nos llamábamos unos a otros a los gritos. Una vez andaba por esos caminos de chacras don Manuel Herrera de Allen. Iba con el carro lleno de mercadería; era un mercachifle que decía que había recorrido 14 provincias y nos escuchó gritar. Don Manuel pensó que venía un arreo. Ese día el maestro nos retó, porque andábamos gritando y confundíamos a la gente". Cuando Delia tenía 16 años su abuelo murió y su vida cambió radicalmente. Don Ferrando había peleado años por el título de propiedad de la chacra. Había hecho varios viajes a Buenos Aires pero, por conflictos en la sucesión Guerrico, el trámite se postergó. Al morir, Delia y su abuela -que era analfabeta- quedaron solas y sin poder defenderse. Y poco después de la muerte de Ferrando pasó lo más temido. "Un día llegó el juez de paz, Don Rogelio Neto, y nos dijo que nos teníamos que ir porque esa tierra tenía dueño. Nos sacaron como perros. Fue muy triste. Mi abuela sufrió mucho. Ella no se pudo defender. Terminamos en Cipolletti, en casa de mi tía Cina, hija de mi abuela. Mi tía estaba casada con Angel Polla, él que puso la primera línea de colectivos de acá. Hacía Cipolletti- Neuquén- Cordero. Estaban en buena posición y nos invitaron a estar con ellos. Tenían 4 hijos". "Cuando nos sacaron del campo yo estaba contenta porque me iba a vivir a Cipolletti; mi abuela estaba tan triste... El desalojo fue violento, nos tiraron las cosas afuera de la casa. Llevamos algunas cosas a la casa de los vecinos Maggioni. Regalamos casi todo. Vendimos los animales. Teníamos como 100 vacas cerca del río. Todas las vacas tenían nombre, nos apenamos mucho. Mi abuela nunca se acostumbró a estar en el pueblo". Unos años después de radicarse en Cipolletti, Delia se casó y tuvo dos hijos, Haidé y Roberto. Pero este matrimonio no duró y ella siguió su vida. Años más tarde, en Cinco Saltos, Delia conoció a su segundo marido, Aldo Hipólito Echeverri, con quien tuvo 8 hijos: María Elena y María Teresa, Carlos Alberto, Miguel Angel, Julio César, Víctor Hugo, Mónica y Jorge. Vivieron toda la vida en Cipolletti La familia Echeverri había llegado a la zona a principios del siglo y se vincularon a la fruticultura. Miguel Angel Echeverri, hijo de Delia, es quien reconstruyó la historia de los Echeverri y de los Scianca. Miguel Angel vive en Lobos pero visita a su madre en Cipolletti todos los años. "María Angela Isabel Scianca -explica- se casó en 1895 con Juan Chiaveri en Capital Federal. El tenía 29 años, de nacionalidad desconocida y era jornalero. María, contaba 17 años. Juan Chiaveri falleció en 1930 en Cipolletti, en el acta de fallecimiento su apellido está cambiado, es Chaures y en acta de nacimiento de sus hijos el apellido se fija en Echeverri". En el Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos, Miguel Angel Echeverri solicitó los datos de su bisabuela, María Gracia, española de Zaragoza, madre de Juana Millán, su abuela. Finalmente consigue la información en el pueblo de Villarroya de la Sierra. Su abuela se casó con Rogelio Echeverri en 1922, en Cipolletti. Rufino adquirió una chacra de 10 hectáreas que ya estaba emparejada, donde plantó viña y frutales Rufino Echeverri, su abuelo nació en Escobar en 1895 y llegó a Cipolletti en 1920, donde se casó con Juana Millán, que ya estaba en la zona (sus padres habían adquirido una chacra en Cinco Saltos). Rufino y Juana tuvieron 7 hijos, uno de ellos Aldo Hipólito, quien se casó con Delia del Carmen Cerda. "El abuelo Rufino cuenta Miguel Angel tuvo en sociedad con la Cooperativa Auca Mahuida, uno de los primeros galpones frigoríficos de la región. Rufino fue presidente del Directorio, mientras trabajaba su chacra en Colonia La Picasa. Pudo comprar tierras con crédito y las manejó con su hermano Luis. Además vendía carne por las chacras en un carro y tenía una carnicería. Mi padre, en cambio, se jubiló en Agua y Energía. Pero, de algún modo, seguimos vinculados a la tierra. Yo trabajé en fruticultura como 20 años en el mercado de La Plata, donde aprendí el manejo del mercado interno. Después me fui a Lobos donde mi suegro tenía un boliche de campo. Ahora tenemos una metalúrgica y hacemos muebles de jardín. Pero aquí estoy, cuando puedo vuelvo a Cipolletti. Pese a la distancia, siempre regreso, porque aquí están mis raíces...", afirma. SUSANA YAPPERT sy@patagonia.com.ar |