Los países de la Unión Europea (UE) ratificaron la necesidad de reformar el sector de la viticultura pese a las divisiones en algunos puntos que existen entre los gobiernos. Los países del sur de Europa, Francia, Italia y España se opusieron de forma tajante a los planes de arrancar 400.000 hectáreas de viñedos y abandonar la destilación de los excedentes de uva para fabricar vino, en un encuentro de los ministros de Agricultura que se hizo en Bruselas. En el lado opuesto, Alemania exigió una reforma a gran escala para evitar "un lago de vino". Pese a ello, Berlín se manifestó optimista de que habrá una solución bajo la presidencia germana del bloque en 2007. La Comisión Europea cree que la reforma es inevitable para acabar con los excedentes de vino de mala calidad. "Si no adoptamos cambios de inmediato, la situación seguirá empeorando", declaró la comisaria de Agricultura, Mariann Fischer Boel. La reforma es necesaria porque el consumo de vino está retrocediendo en la UE y porque Europa acabará probablemente importando más vino del que exporta. Con la eliminación de 400.000 de las 3,4 millones de hectáreas de viñedos se evitarán los excedentes, añadió. Según fuentes de la Comisión, los mayores excedentes se dan en Italia y España, seguidos de Francia y Portugal. La UE es el mayor productor y exportador de vino del mundo, pero gasta al año 500 millones de euros para eliminar, almacenar o destilar como alcohol los excedentes. Fischer Boel quiere que se utilicen de forma más eficiente los hasta 1.300 millones de euros destinados al mercado del vino. En un plazo de cinco años se destinarán por ello 2.400 millones de euros para el arranque voluntario de viñedos. Es polémica también la propuesta de prohibir el agregado de azúcar y permitir los procedimientos de producción de otros países. Además se pretende simplificar el etiquetado. Francia se opuso firmemente a las medidas de eliminar viñedos, pero no a la reforma en sí. La ministra española de Agricultura, Elena Espinosa, advirtió a su vez que la reforma no puede hacerse a costa de la agricultura local. Por su parte, Italia subrayó que la destilación de los sobrantes implica una mejora de calidad. Y Alemania se opuso a aceptar las formas de producción de otros países que impliquen renunciar a un estándar de calidad. |