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Viernes 07 de Julio de 2006
 
 
 
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  HISTORIA DE VIDA
  Ricardo Arcos: \"Siempre fuimos \'verdureros\'\"

Ricardo Arcos Benítez y María Benítez García llegaron al país con sus hijos en 1954.

Vivieron unos años en una colonia galesa, como horticultores, y se mudaron a Roca.

 
 

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La familia Arcos llegó a Argentina desde España. Más precisamente de Andalucía. Del pueblo de Huércal Overa, cerca del Puertecico, en la Aldea de Los Lucas. Allí el clima es árido y en un paisaje agreste se ven casas con rosales, cabras y plantas de almendros. Cuenta Ricardo Arcos sus orígenes: "Soy andaluz pero mi familia está en Murcia. Nacimos en la casa de mis padres, donde teníamos nuestra huerta y algunas chivas. Mi primera foto fue la del pasaporte que me trajo a la Argentina. Cuando nuestros padres nos dijeron que veníamos aquí, no sabíamos ni dónde estaba la Argentina... La despedida fue tremenda. Nos despedimos para no vernos nunca más. Eso era lo que pensábamos cuando vinimos. Fue muy doloroso. Pero la Argentina era América. Y América la ilusión".

Salieron el 1 de octubre de 1954 en el barco Cabo de Buena Esperanza. Era un barco de cinco pisos, 3 de carga y dos de camarotes. Zarparon de Cádiz, tocaron Canarias y estuvieron 4 días en Río de Janeiro y San Pablo para descargar. El barco traía acero. Viajaron el matrimonio Arcos, sus hijos Ricardo, Juan y Domingo y un primo hermano. En el barco también venía María, una prima de María Benítez. Ella volvía a Roca, donde había vivido 20 años atrás. Ricardo Arcos tenía tres hermanos en Chubut que vinieron a la Argentina en el año '25. Tenían chacras en Trelew. Hacían viñas. Ellos le hicieron la carta de llamada.

Atracaron en el puerto de Buenos Aires el 21 de octubre. Llovía a mares y tuvieron que alojarse en el Hotel de Inmigrantes. Ricardo, el mayor de los hijos del matrimonio, es quien reconstruye aquellos días: "Yo estaba muy impresionado. Dormíamos en un gran salón junto a inmigrantes de distintos orígenes. Yo nunca había salido de mi pueblo, así que desconfiaba, tanto que escondía mis zapatos bajo la almohada cuando me iba a dormir. Tenía miedo de que me los roben. Tampoco estábamos acostumbrados a la comida. Sólo aceptamos el pan... Mis padres pensaban que en Argentina no había nada, por eso trajeron hasta las camas. En unos enormes baúles vinieron con una casa a cuestas. Máquina de coser, herramientas, vajilla, ropa de cama, de todo...".

Unos días más tarde, los Arcos tomaron el tren en Constitución para ir a San Antonio y de allí a Trelew. Cuando co

menzó a aparecer la Pampa Húmeda el asombro fue mayúsculo. No podían creer que existiese tanto espacio, tanto verde y tantas vacas. "En mi pueblo cada familia tenía su vaca cuenta Ricardo y con mis hermanos nos preguntábamos cómo hacían aquí para guardar tantas vacas (risas). Yo entonces tenía 14 años".

El paisaje iba mudando y la expresión de los viajeros también. A medida que empezó a dibujarse el desierto patagónico, que la geografía se hizo más ruda y amenazante, la desolación creció. "Llegamos a San Antonio a las 11 de la noche. Y allí teníamos que conseguir algún transporte para seguir a Chubut. Mi mamá sabía que allí vivía un primo de ella. Preguntó en la estación si alguien lo conocía. Se llamaba Juan Sánchez. Resultó que lo conocía todo el mundo porque tenía la panadería La Española. Mandamos a alguien de la estación a que le avisara que estábamos de paso. A los 10 minutos estaba abrazándonos. Nos llevó a su casa, allí estuvimos unos días hasta que conseguimos que un camión nos lleve a Trelew. En la casa del primo Juan conocimos a un montón de españoles. Incluso había gente de nuestra zona".

Llegó el camión. Subieron el abultado equipaje. Tardaron dos días en llegar. Era todo huella. "No nos gustó nada recuerda Ricardo. Llegamos a Trelew y enseguida partimos para la zona donde estaban mis tías. Era una colonia galesa muy cerca de Trelew. El señor que manejaba el camión que nos llevó era galés y a la semana nos contrató para trabajar en su chacra. Nosotros éramos de campo, de sembrar trigo. Llegamos a la Argentina y todo era distinto. Los cultivos y la forma de cultivar. Papá tenía 40 años cuando llegamos. Tuvo que aprender todo otra vez. ¿Qué hicimos en esta tierra nueva? Nos dedicamos a hacer verduras. Las vendíamos por la zona, hasta Comodoro Rivadavia, a 300 km de Trelew. Por suerte nos dieron una linda casa para vivir, una casa nueva. Al año de llegar, mi hermano Juan y yo agarramos una chacra de 10 hectáreas para cultivar. La primera cosecha que hicimos fue de 1.000 bolsas de papa. Había que esforzarse pero gracias a las papas, pudimos ahorrar".

Ricardo recuerda su primera Semana Santa fuera de España. Justo el año de la caída de Perón. "Fui monaguillo hasta que vine. En España la

Iglesia es muy fuerte y la Semana Santa, la celebración más importante. Para Pascua ayunábamos durante un mes. Cuando llegué a la Argentina, mi primera Semana Santa fue muy distinta. En el lugar donde estábamos, la mayoría era de religión protestante y no sólo que no se ayunaba sino que el Viernes Santo se trabajaba. ¡Yo no lo podía creer! Pero así era. Aquí la tradición católica no era tan fuerte. Nosotros llegamos en 1954. Meses más tarde cayó Perón. Y nosotros estuvimos contentos, pensábamos que si Perón mandaba a quemar iglesias no era una buena persona.Y hasta nos hicimos radicales por eso".

La familia Arcos estuvo tres años en Chubut. "Un día mamá quiso venir a Roca a visitar a sus parientes. Estaba su prima María, con quien habíamos viajado. María había vivido en Roca en el '30, pero tuvo que volver a España para vender su casa. Y cuando estaba en su tierra natal estallóla Guerra Civil. No pudo salir. Su marido, que había quedado de este lado del Atlántico, se volvió a casar. Aun así, ella quiso regresar a Roca. Y aquí murió, pidió que la entierren en el Panteón de la Española al lado de mamá...".

En aquella visita los Arcos cambiaron su destino. Recorriendo el pueblo, vieron que se vendían dos hectáreas cerca de Roca. Sus ahorros eran suficientes para adquirirlas. Volvieron a Trelew para darles la noticia a sus hijos. Estaban encantados. "La ilusión de tener algo nuestro se había concretado, nos vinimos corriendo. De nuevo arriba un camión, esta vez el viaje duró tres días. Hasta trajimos la 'villalonga' (carro de 4 ruedas), en la que repartíamos la verdura. Aquí hicimos verduras. Nuestro oficio fue el de verdurero. Verdurero es el que hace verduras, verdulero el que las vende. Durante años tuvimos tomates, papa, cebolla. De todo un poco. Fuimos creciendo. Repartíamos verdura desde acá, pasando por Neuquén, hasta Zapala. En 1960 compramos una camioneta Dodge 200 nueva. Antes, cargábamos la producción en el ferrocarril. Mandábamos la verdura y en el tren de regreso nos mandaban el efectivo. Era buen negocio la verdura. Teníamos buenos clientes y veías el efectivo rápido. Así que pudimos ahorrar. Siempre fuimos nosotros cinco. Hasta mi mamá colaboraba, ella salía con uno de nosotros a ofrecer la verdura, siempre juntos. Pero a medida que cada uno se fue casando, sumaba su actividad. Yo, por ejemplo, con mis ahorros compré una chacra en blanco. Me la dieron a pagar en 4 años. La compré en 1968. Nos casamos y nos fuimos para allá. Juntos, con mi mujer, la plantamos toda. Eran 10 hectáreas. La plantamos mano a mano. Uno hacía el pozo y el otro ponía la planta".

Su mujer es Marta Bernal. La conoció a los pocos años de venir de España. "La vi la primera vez en la Laguna Parra, donde la gente solía ir de picnic. Yo iba con un amigo para la Laguna y ella estaba en la tranquera de su chacra. No me vio. Entonces yo tenía 25 y ella 15. Unos años más tarde la volví a ver caminando con su prima por la calle Tucumán. Bajé la ventanilla de mi auto y las invité a subir para dar una vuelta. No aceptaron, no me conocían. Pero Marta me preguntó si no quería caminar con ellas. Acepté. Al año nos casamos".

Marta había vivido siempre en una chacra, de modo que para ella no hubo grandes cambios. "Plantamos manzanas, peras y duraznos. Unos años después tuvimos a nuestras hijas: María Verónica y Valeria del Pilar."

Y mientras esperaban que las plantas crecieran, entre fila y fila, hicieron verduras. Durante un tiempo, alquilaron otras chacras. La verdura siguió siendo su fuerte. La chacra dio buena producción pero decidió venderla. Le pagaron mal un año y no quiso seguir. Fue en 1986. "No fue fácil la decisión de venderla. Cuando tuve que hacerlo me temblaba el pulso y estuve un montón de noches sin dormir pensando que había vendido. Tenía un valor sentimental esa chacra, la habíamos hecho con mi mujer...". Aun así tenía la certeza de haber hecho lo correcto. Unos años antes, cuando sus hijas llegaron a la secundaria, decidieron mudarse a Roca. Por primera vez vivirían en la ciudad. Querían otra vida para sus hijas, deseaban que estudiasen en la universidad. Y así ocurrió. Ambas son licenciadas en Turismo.

En tanto, los padres de Ricardo siguieron con sus actividades. Nunca se arrepintieron de haber venido a Argentina. El padre de Ricardo había estado en la Guerra Civil y tenía más de un motivo para emigrar. De ese tiempo su hijo mayor cuenta una anécdota curiosa: "España estaba dividida en dos y uno tenía que luchar del lado que le tocaba. Todos estaban enrolados en las filas de Franco y, si querían combatir del lado de los republicanos, debían desertar. Mi viejo tuvo que pelear contra Franco y era franquista. ¿Si disparaba? ¡Qué pregunta! Claro que disparaba, eso era un sálvese quién pueda. Cuando fue al frente era recién casado. Sufrieron, pasaron hambre, pero terminó la guerra y, en diciembre de 1939, nací yo".

América en el imaginario de sus padres era una tierra de paz y de abundancia. "Por esos motivos, no extrañaron casi nada porque ellos sufrieron España. El hambre, la guerra, la pobreza. En cambio aquí tenían parientes y una tierra, por eso este lugar se hizo nuestro. Todavía tenemos esas hectáreas que compramos en 1957. Lamentablemente, cuando les tocaba disfrutar, mamá murió (1980)". Don Arcos, hoy, con 94 años, sigue yendo todos los días a su quinta.

Distinta es la experiencia de quienes emigraron en la juventud. "Yo soy español porque nací allá aclara Ricardo, pero para mí ser español es haber nacido en mi pueblo. Extraño el lugar donde nací. Volví a España después de 25 años. Conocí Madrid en ese viaje. Esas fueron mis primeras vacaciones. Yo extrañé más que mis padres. Cuando vine de España tenía una noviecita. Durante años nos escribimos cartas. Esperábamos meses para tener noticias, no es como ahora con internet. Mis hijas fueron las dos a España, vivieron allá. Y yo siempre les dije que, en lo posible, trataran de no ser inmigrantes porque se sufre mucho. Yo he recordado mi pueblo todos los día de mi vida".

 


   

SUSANA YAPPERT

sy@patagonia.com.ar

   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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