Esto implica una caída de 5,5% con relación al mismo período del año anterior. Al contrastarse con la evolución de la población total, el consumo per cápita de carne vacuna descendió a 56,5 kg/año (-3,9%). En términos absolutos el retroceso fue de 3,9 kg. Si se considera solamente abril, el consumo por habitante fue de 51,6 kg equivalente anual (-5,4 kilogramos mensuales). La contracción del consumo interno de carne vacuna indicada en el párrafo anterior, que se encuadra en un proceso iniciado a comienzos de 2005, tuvo una relación directa con la evolución de la capacidad adquisitiva de los salarios. ¿Qué sucedió? Desde 2003 en adelante, el aumento de la ocupación y la recomposición de los salarios nominales (sobre todo los pagados al sector privado formal) permitieron que una mayor proporción de los hogares comenzara a demandar carne vacuna, uno de los alimentos más valorados por los argentinos. Hasta finales de 2004 el crecimiento de la oferta permitió abastecer las crecientes demandas interna y externa. Es decir, se pudo consumir más carne vacuna. Pero a partir de 2005 la oferta ya no pudo acompañar el crecimiento conjunto de la demanda interna y externa. Por un lado, se presentó la oportunidad para retener vientres en el campo y aumentar la oferta de hacienda a mediano plazo, lo que redujo la disponibilidad de animales para faena. Por el otro lado, la demanda externa se mostró dispuesta a absorber más carne. En este contexto, la recomposición de los salarios se tradujo solamente en mayores precios internos. Las medidas intervencionistas del gobierno han determinado, desde su puesta en marcha, caídas promedios en el precio de la hacienda en pie en torno al 35% y en las góndolas del 8%. Resultados poco alentadores. |