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Viernes 09 de Junio de 2006
 
 
 
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  HISTORIA DE VIDA
  \"Recuerdo el viaje a América, el verde y la esperanza\"

María Severini, hija de italianos, y Justo García, español de Almería, viven en Godoy. Hace 60 años que están juntos y siguieron la tradición familiar de trabajar la tierra.

 
 

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La familia que formaron Justo García y María Severini fue amalgamando tradiciones. Lo hispánico y lo itálico se mantuvieron en el lenguaje, en la cocina, en los bailes, en las fiestas. Ambas familias hicieron juntas una comunidad de vida desde sus orígenes diversos. Pero también desde una historia común. Ambos conocían la experiencia de ser un poco ajenos, sabían de nostalgias, habían sentido el esfuerzo de adoptar un suelo, un idioma, una cultura nueva.

Justo García, con 89 años y María Severini con 79 reconstruyen hoy sus biografías. Viven en la región del Alto Valle desde la segunda década del siglo XX y hace unos días cumplieron 60 años de casados. La mitad de sus vidas transcurrió en la chacra, allí crecieron, allí se conocieron y sembraron sus sueños.

María Teresa Severini nació en Cipolletti en 1926. Sus padres, Domingo Severini y Natalina Giaconni habían llegado a la región desde la provincia de Ancona, Italia, en 1922. Aquí los esperaba el padre de Domingo, quien trabajaba para el Ferrocarril del Sud. Domingo tenía 21 años cuando llegó a la Argentina. Vino casado y su mujer, Natalina, viajó embarazada de su primer hijo a quien bautizaron con el nombre de sus dos patrias: Italo Américo. Al primogénito, siguieron Orlando, María, Rosa, Gina y Ercilia.

"Cuando llegaron mis padres estuvieron como chacareros en el Establecimiento Zorrilla. Yo creo que nací en La Maggiorina. En lo de Zorrilla trabajaron durante 6 años vid y alfalfa, luego estuvieron 10 años en la Colonia María Elvira. Yo crecí en Cipolletti y cuando tenía 10 años nos mudamos a Guerrico, a la chacra de Mariano Diomedi".

Cuando María tenía 9 años, murió su mamá. Ella y sus hermanos quedaron con su padre y bajo el cuidado de la nonna Teresa Severini, quien los acompañó hasta que todos se casaron. El brazo derecho de la nonna fue María, quien colaboró con la crianza de sus hermanas menores. Todos vivieron y trabajaron en la chacra de Diomedi. Allí pasaron su adolescencia y allí se casaron.    

"Crecimos en la chacra -relata María-. Comenzamos a trabajar de muy jóvenes, por entonces se acostumbraba que los chicos fueran al colegio a aprender lo básico y después volvían a casa para trabajar". En la casa de María, hablaban en dialecto. Tropezaban con el español cuando llegaban a la escuela.

La socialización de los chacareros y sus familias se daba -básicamente- en el ámbito rural. "Salíamos muy poca veces en el año. Papá era muy celoso de nosotras. Nos cuidaba mucho. Una de las únicas salidas era ir a los carnavales acompañadas siempre de un hermano mayor. Aparte de eso, alguna fiesta familiar y nada más. Yo fui por primera vez al cine cuando me casé" (risas).

Es casi lógico que María haya conocido a su esposo en la chacra. Esto ocurrió en 1945. Justo García tenía entonces 27 años y un acento español muy pronunciado. El era inmigrante. Había llegado a estas tierras cuando contaba 10 años.

Justo nació en 1917 en el pueblo de Huercal Overa, Almería, España. Explica las razones que llevaron a sus padres a migrar. "Ellos tenían 11 hijos que criar y vivían en una zona poco productiva de España. En aquel tiempo la vida era muy difícil allá. En Río Negro yo tenía a mi hermano mayor, Pedro. El fue el primero en venir a ver cómo era la cosa. Se vino sin mucho conocimiento. Partió con unos vecinos cuando tenía 20 años. Llegó a Río Negro en 1923. Anduvo por Conesa, Pomona, Ramos Mexía. Y en 1926 alquiló una chacra en Roca y convenció a mis padres de venir".

El padre de Justo se llamaba Ginés García García y su madre María Josefa Martínez. En su pueblo tenían una casa y algo de tierras. Eran gente de campo y por herencia. El pueblo en el que nació Justo, situado a 100 kilómetros del Mediterráneo, era árido y la producción era casi un milagro. Las tierras que ocupaban venían de sus ancestros y se dividían en tantas partes que apenas daba para la subsistencia. Los padres de Justo, por caso, tuvieron 11 hijos vivos: Pedro, Juan, José, Isabel, Ginés, María Josefa, Justo, Ana María, Antonia, Rosa, Mercedes ( la única nacida en Argentina). En su parcela tenían trigo, cebada, avena y algo de pienso para sus animales. "Se sembraba -cuenta Justo- pero no salía nada. Olivos sí, cosechábamos aceitunas y teníamos aceite todo el año. Se guardaba en tinajas. Cosechábamos y las llevábamos a moler al pueblo, al igual que el trigo. El que tenía el molino se cobraba con una parte de nuestra cosecha".

Los padres de Justo decidieron migrar cuando Pedro alquiló una chacra de 100 hectáreas cerca de Roca. Allí trabajaría toda la familia. "Mis padres viajaron con 8 hijos. A uno de mis hermano no lo habían dejado embarcar porque era corto de vista, pero después salió de contrabando y llegó a la Argentina. Nos quedamos en España un hermano mío que estaba enrolado y yo, con 8 años. Alguien tenía que acompañarlo. Estuve meses solo. Los vecinos me ayudaban, había una chica que me visitaba siempre. Ya había rumores de Guerra Civil. Por eso también salía la gente de España. Mi padre estuvo 5 meses en Río Negro y luego fue a buscarme. Vendió todo lo que tenía allá y nos vinimos. Recuerdo el viaje. Recuerdo el verde de este lugar y sobre todo la esperanza. Aun así nos costó el cambio, era un cambio para sentirlo, un cambio fuerte. Dejamos familia y amigos en España".

La chacra donde estaban instalados sus padres y hermanos estaba cerca de la Escuela Romagnoli. Justo fue alumno fundador de esa escuela. En esa chacra había pasto, alfalfa, sembraron 20 hectáreas de papa, también maíz y zapallo. La papa se vendía entonces a 4 centavos el kilo. "Era poco admite Justo pero el dinero rendía. Vendíamos nosotros y la mandábamos a Buenos Aires por tren".

En esa tierra estuvieron una temporada. Pudieron progresar, lograron comprar un camioncito pero como los dueños subieron el alquiler decidieron irse. "Los chacareros no estaban conformes con los patrones y los patrones no se ponían de acuerdo con los chacareros. Por eso en ese tiempo se cambiaba mucho de tierra. Nosotros cambiamos muchas veces.

Sembramos dos años en Quintú Panal, los años de la crisis, 1929 y 1930 y la segunda chacra que alquilamos estaba en la Colonia Rusa. Allí las cosas no fueron fáciles. Sembramos 40 hectáreas de papa y ¡no salió nada! La papa venía lindísima pero, cuando empezamos a regarla, salió un salitre negro. El dueño de esa tierra tenía animales y un matadero allí. Mi hermano Pedro se había entusiasmado con el lugar, la alquilamos y nos pusimos en contacto con un pariente que teníamos en Balcarce para venderle la papa. Pero no tuvimos suerte. Fue duro aquel tiempo. Subsistimos porque hacíamos verduras, teníamos nuestros animales y éramos trabajadores. Pero bueno, salimos adelante...".

"A los 12 años ya era un peón más -relata Justo-. Hacía de todo. Trabajaba a la par de los mayores. De 12 años para delante trabajé siempre. Hasta los 20 trabajé en la chacra, luego -a partir de 1937- en

un negocio en Roca". Un cuñado de Justo, Jaime Martínez, había abierto en 1934 el Almacén La Aurora en Roca. Justo y uno de sus hermanos trabajaron allí. "Era un almacén de ramos generales -cuenta Justo-. En un momento empezamos a hacer reparto a domicilio. Comencé a repartir mercadería con una jardinera. La cosa anduvo bien y, poco después, se compró una camioneta para hacer el servicio. Iba por el pueblo y por las chacras. Teníamos clientes en Canale, Las Acacias, establecimientos en los que vivía mucha gente. Y un día, haciendo un reparto en la chacra de Diomedi, la conocí a María".

Durante un año Justo visitó a María los domingos por la tarde. El resto de la semana cada uno seguía con sus ocupaciones. María recuerda que durante aquel noviazgo de visitas mezquinas hubo dos excepciones: "Una vez vino Justo a verme un día feriado. Vino desde Roca en bicicleta. Y otro día vino de sorpresa a la chacra a traer mercadería pero yo estaba cosechando peras Williams. La cosa es que yo no me animé a dejar el trabajo para ir a saludarlo y él dejó la mercadería y se fue" (risas).

El 18 de mayo de 1946, hace 60 años, Justo y María se casaron. Justo tenía 28 años, María 19. Se radicaron en Roca. Justo siguió trabajando en el almacén y María tuvo sus tres hijos: Lidia, Justo Luis y Teresa.

"En el almacén trabajé 33 años y creo que en todo ese tiempo salimos de vacaciones en tres oportunidades. Mi cuñado nunca se tomó vacaciones. En realidad, poco sabíamos de eso... nacimos en una cultura de trabajo. Todos trabajamos de pequeños. Algunos de mis hermanos siguieron con la chacra. Mis padres también pero murieron jóvenes. Papá en el año 33, con 51 años y mamá en el año 42. Nunca volvieron a España. No pudieron volver. Yo, por fortuna pude hacerlo, regresé a mi pueblo. Fuimos con mi hija Teresa en el año 2000. Pocas veces me había emocionado tanto. Hacía 74 años que no veía mi pueblo, ¡74 años! Me estaban esperando cuando fui. Anduve por mi casa de la infancia, con mis parientes, fui a la catedral donde me habían bautizado. Volver fue un regalo de la vida...".

Cuando Justo cumplió 50 años decidió cambiar de oficio. Se retiró de la sociedad comercial y, luego de 33 años, volvió a la tierra y se hizo chacarero. El inicio en la actividad frutícola fue en la década del 70. Justo trabajó siempre a la par del personal, podando, curando, cosechando, regando. La chacra no era muy grande, de modo que la administró y la administra personalmente. Aún hoy anda con su tijera de podar siempre en el bolsillo.

Justo se llevaba muy bien con los hermanos de María. Fue Orlando Severini quien le consiguió una chacra cerca de la suya. Orlando estaba casado con una hermana de María, y con ellos fue a vivir también el nonno Domingo Severini, de modo que hicieron una gran familia. Cuando se mudaron a la chacra, los hijos menores del matrimonio iban a la escuela primaria y María fue quien más acusó el impacto de los cambios. Aun así, Justo estaba muy contento de volver a la tierra. Después de un tiempo construyeron una casa grande y luminosa y todos se adaptaron. Pasaron los años, los hijos hicieron su destino, llegaron cinco nietos y todos crecieron en Villa Regina, cerca de sus abuelos. "Tuvimos la suerte de tener familias muy unidas -resume María-. Hace días celebramos 60 años de casados. Fue muy emotivo reencontrarnos todos después de tantos años".

Ligados a la tierra y al trabajo, Justo y María entrelazaron sus historias. Con orígenes diversos pero sentimientos comunes, lograron una comunidad de vida en la que el ritual de las pastas y de las migas son siempre celebrados por todos.

 

   

SUSANA YAPPERT

sy@patagonia.com.ar

   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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