VIEDMA (Daniel Vila, especial).- La trigésimo quinta Regata del Río Negro fue la edición de los cambios. Unos estaban previstos y otros surgieron sobre la marcha.
Las modificaciones iniciales le dieron aire a un evento deportivo que parecía congelado en el tiempo, las otras fueron menos traumáticas de lo esperado.
La apertura de categorías y la incorporación de los botes de travesía ayudaron a aumentar el número de participantes con un cincuenta por ciento más de palistas y un treinta de botes; con marcada presencia zonal y clubes reacios de otras zonas del país.
La mayoría de los protagonistas pudo cumplir con un nuevo desafío contra el Limay y el Negro, siempre aparece sangre joven y algunos veteranos que se animan a sentir la regata desde adentro.
Este año un Comité Organizador más abierto tuvo mejor diálogo con delegados, deportistas y colaboradores, recibió críticas y aportes para mejorar y crecer.
Además, la organización pasó por situaciones extremas como el temporal que obligó a neutralizar la quinta etapa y la necesidad de reducir el tramo final. Esto les permitirá sacar conclusiones para el futuro, en tanto que resta mejorar la infraestructura en las cabeceras de etapa.
No todos los cámpings tienen las comodidades necesarias para albergar a la caravana y tal vez sea el momento de pensar en otras instalaciones como clubes o polideportivos municipales.
Si la meta es seguir por esta senda, queda camino por recorrer, pero hay tiempo para mantener a la prueba entre los acontecimientos más importantes de la provincia año tras año.
Lo inalterable es el dominio de Néstor Pinta-Martín Mozzicafreddo, quienes sumaron la décima victoria en el historial y anunciaron que hay equipo para rato. Sólo resta esperar el continuo crecimiento de varios jóvenes con potencial como Juan Stochetti, José Guerrero, Diego Payalef, entre otros; y la mejoría de otras duplas para darle un poco más de emoción a la lucha por la victoria.