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  Lunes 17 de Enero de 2011  
 
 
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  La campaña del príncipe
Al Attiyah, genio incontrolable al volante que supo corregir excesos para convertirse en campeón.
 
 
 
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Siete años después de su primer Dakar, el qatarí Nasser Al Attiyah logró su consagración. Después de ser considerado como un genio incontrolable al volante, el príncipe ganó su primera prueba de rally raid. Fue la más grande e importante de todas.

"Es muy rápido" , comentaba Marc Bartholomé en 2004 para describir al qatarí que acompañó en su primer Dakar.

Al Attiyah conseguía, en su primer intento, un décimo lugar en la general y un tercero en la especial del Lago Rosa, al volante de un Mitsubishi "para clientes", que no contaba con lo que hacía falta para medirse con los mejores.

Los equipos oficiales tomaron nota. Al otro Dakar, estaba en el X-Raid. Cómodo en las dunas, terminaba la histórica etapa Zouerat-Tichit escoltando al francés Stephane Peterhansel.

Pero, el desierto de Mauritania, que parecía estar a punto de propulsar su campaña, se convirtió al día siguiente en un trampolín maldito, con una espectacular salida de la pista, que marcó el inicio de otro de sus famosos apodos, el de incorregible rompecoches.

Nasser, a la vez que progresa en las clasificaciones, multiplica las piruetas y va dejando un rastro de BMW X3 destrozados a su paso. Sexto en el Dakar de 2007, es consciente del problema y trabaja para corregir ese defecto. Aparte del rally raid, su presencia en el rally tradicional constituye "una de las claves del éxito".

El interesado insiste también en los beneficios de practicar el tiro, una disciplina que le aportó, más allá de un cuarto lugar en los Jue-gos de Atenas, "una capacidad de concentración decisiva".

Después de otro abandono en 2009 por saltear numerosos controles antes de la llegada a Neuquén, el "mejor loco al volante" recibe una llamada de Kris Ni-ssen, decidido a completar el dream team, que ya contaba con el sudafricano Giniel De Villiers y el español Carlos Sainz.

Hacía falta sangre nueva en el equipo de Volkswagen. Al volante del Race Touareg, Al Attiyah se colocó muy rápido al nivel de Sainz, pero comprometió en dos ocasiones sus oportunidades de victoria, en el Rally Dos Sertoes, luego en el Silk Way Rally.

Durante el Dakar 2010, se vio a un piloto maduro que se enfrentó con Sainz. Se le escapó la victoria por tan solo 2m 16s. Era el momento de tomar su revancha.

El Príncipe se presentó con seguridad y humildad. En la segunda semana, la amenaza de Stephane Peterhansel desapareció y Al Attiyah mostró su dominio.

Con su buen manejo y su maestría en las dunas, consiguió desajustar el engranaje perfecto de Sainz. El príncipe siguió sin ningún error y la pulseada se decidió su favor en dos días. Una doble sesión de palas en la arena cuesta más de 8 minutos y el liderazgo a Sainz entre Antofagasta y Copiapo. Pese a que el campeón se empeñó un ciento diez por ciento en la persecución, la presión no complicó a Al Attiyah.

A la llegada a Buenos Aires, el sueño se convirtió en realidad.

   

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  Diario Río Negro
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