En el año de los mundiales, el deporte zonal pasó como nunca a segundo plano. Desprotección estatal, desinterés privado, inexistencia de políticas de largo aliento y desidia en general. Eso es lo que sobra en este lado del sur argentino donde los atletas padecen todo tipo de carencias, los negocios se hacen al por mayor y el futuro es un gigantesco interrogante.
Apenas un puñado de nombres hace algo de ruido en el concierto del deporte nacional e internacional. Los de siempre, como las patinadoras Maira Arias y Victoria Rodríguez López, los yudocas Lorena Briceño y Héctor Campos, los nadadores Gastón Rodríguez y la familia Belza; y algunos nuevos en la difícil tarea de escaparle a la chatura local, como son el pequeño Agustín Hernández y Camilo Echevarría.
Competir en la elite es casi una utopía para los deportistas zonales y quienes lo logran es por esfuerzo propio, dineros familiares o porque algún cazador de talentos les echa el ojo. Por eso, y más allá del aparente sentido de desarraigo que algunos pueden llegar a tener con la zona, siempre es bueno poner como ejemplos casos como los de Sebastián Heiland, Leonardo Ulloa, Pablo Batalla y hasta del mismísimo Juan Manuel Martínez, un jugador que nació en Viedma y que en este último semestre demostró en Vélez que tiene nivel de selección.
Escasísimo para dos provincias que supieron forjar una rica historia en diferentes disciplinas y que hoy, por ejemplo, sólo cuentan con un equipo en la elite: Gigantes del Sur. Aquí un paradigma que podría explicar el deterioro del deporte regional. El conjunto de voley neuquino sólo una vez se quedó afuera de las semis en cinco años, jugó una final ante Bolívar, su técnico -Alejandro Grossi- fue parte del equipo de orientadores del seleccionado en el Mundial de Italia y promovió valores de la cantera. Se podría decir que es un gran trabajo, pero hay dos patas de esta silla que siempre estuvieron enclenques: la financiación y el efecto arrastre que debía provocar en el público en general y en las futuras camadas de jugadores de voley en particular. Por eso, el proyecto siempre estuvo tambaleante, como sucede en la actualidad.
La historia del fútbol zonal parece narrada por un escritor sarcástico y repetitivo, que siempre inicia de la misma forma y culmina con una frustración. Hay un dato que destroza cualquier atenuante: en los últimos 24 años, sólo un equipo regional ascendió por la vía deportiva en un torneo federal. Todos los demás intentos quedaron en la nada. Las dos últimas escaladas de un campeonato de corte nacional a otro fueron de Cipolletti, en la temporada 85-86, al Nacional B, y en junio de 2007, del Argentino B al A.
También fueron los equipos de Domingo Perilli los protagonistas por excelencia de las últimas grandes producciones, aunque aquel novelista acabe con un desenlace amargo. En 2010 el Albinegro llegó a una semifinal con Patronato de Paraná y revitalizó las ilusiones, las propias internas y más la de los hinchas. La empresa OPS tiró la casa por la ventana y ofreció todo tipo de comodidades -incluso a cierto sector de la prensa-, pero el final fue con desilusión y la casa de naipes se derrumbó.
El presidente Julio Arriaga vio la oportunidad de deshacerse de Mingo, con quien nunca se llevó bien, y arribó Marcelo Yorno. Un Yorno que duró menos de un año en el cargo y que debió renunciar porque jamás encontró la forma de hacer funcionar el equipo. ¿Qué hizo la dirigencia? Volvió a acudir al "perillismo", pero esta vez sin su mentor.
Cipolletti deberá revisar sus movimientos y mirar hacia los costados para no caer en fracasos vecinos. Se nota que en los últimos tiempos la coyuntura fue más fuerte que los planes de largo aliento. En el fútbol regional en general nadie parece notar que las fórmulas del éxito no existen, que en realidad el triunfo siempre está atado a las ideas bien ejecutadas. La coherencia, por lo tanto, es una rara avis por estas latitudes.
Deportivo Roca, para el caso, jugó el Argentino B con apenas un puñado de jugadores de la cantera ya que en cada inicio de temporada desembarcan en el Maiolino una tropa de refuerzos. Lógico suena la frustración que le generó a los chicos de la primera local el 5-0 que le propinó Boca de Río Gallegos (resultado que se repitió con los titulares ante Madryn), un equipo que no se apiadó de la inexperiencia y la falta de rodaje. El Naranja e Independiente fueron en el último tiempo los agraciados con dineros estatales, aunque poco provecho le sacaron. Peor el Rojo, sumido en un proceso de vaciamiento terminante que de no experimentar una rápida solución, sólo puede acabar de la peor forma.
Aunque parezca mentira, la política se inmiscuye en un lugar que parece tierra arrasada. Sólo basta recordar la fortuna que se gastó para el partido que jugaron el seleccionado de Diego Maradona con el pobrísimo de Haití, las peleas que se generan en clubes que tiene como patrimonio sólo deudas, la extinción de la ya olvidada Confederación Neuquina de Deportes y las disputas miserables por ocupar el sillón presidencial de Lifune.
Y si de la liga neuquina y su asamblea se trata, hay un club, de nombre Maronese, que casi nunca vota y tiene otras preocupaciones: crecer.
Mientras los demás pierden lo último que les queda y prometen sembrar sus campos de juego, el Dino tiene un estadio que luce cada vez mejor. No sólo en el verde rectángulo, sino en los alrededores, con vestuarios aptos y una utilería que seguramente envidiarían clubes hasta de la Primera B Nacional.
Su presidente Hugo Silva podrá tener un manejo personalista, algo que se ratifica con su multifunción, porque también es DT, suele cobrar entradas y más. Pero lo que hace está a la vista de todos.
Y para completar el combo: su equipo es ganador. Levantó la copa en el Clausura y logró su cuarto título en cuatro años.
En lo deportivo, hay un pariente de Maronese a pocos kilómetros. Unión Alem Progresista también le jugó al 4 y al Clausura. Desde 2007, el equipo de Allen siempre dio la vuelta olímpica en el torneo de cierre de temporada.
Son "primos" que hacen muy buenos papeles en el Argentino C, prácticamente regalan el Apertura porque tienen competencias paralelas durante un par de meses, pero ponen las cosas en su lugar en la segunda parte de cada año.
Los exigentes podrán preguntarse para cuándo un ascenso y la repregunta es ¿conviene ascender? Cuestiones que cada dirigencia debe analizar procurando no hipotecar el futuro.
Los otros puntos positivos del 2010 que se fue lo aportaron el básquet local y el rugby. En el primer caso, la dolorosa salida de Independiente del TNA se amortiguó con el crecimiento de los certámenes locales. En el Alto Valle se parecieron al Valle Inferior y se dieron buenos marcos de público. A nivel nacional, Alianza Viedma se mantuvo en la Liga B y sueña; mientras que Centro Español empezó a los ponchazos, pero buscará la rehabilitación.
En el caso del rugby, Neuquén RC fue el referente y llegó hasta las semifinales del Torneo del Interior. Pero antes, se potenció cerca de casa, porque Marabunta también tuvo un gran año y la competencia regional evolucionó.
Aunque el debe le gana por goleada al haber, estos últimos casos invitan a soñar. Todos coinciden en un punto: fueron proyectos que se hicieron paso a paso y que en algún momento van a cumplir con el gran objetivo de lograr un ascenso o hacer una gran campaña. Por lo pronto, son los que arrancan mejor parados el 2011. Y, en medio de tanta mediocridad, no es poco.
SEBASTIÁN BUSADER
CRISTIAN HELOU
