"Fue la victoria de David contra Goliat", lanzó al aire con los ojos inundados de lágrimas el joven entrenador Miguel Silva. Frase simbólica que suena algo exagerada, es cierto, pero que ganará peso con el correr de los días. La corrida del pequeñísimo Miguel Ampuero y su definición de 18 quilates cuando el partido se moría quedará grabada en las retinas de los que se acercaron hasta Los Canales para ver a Patagonia campeón por primera vez.
En el terreno del simbolismo todo cuajó perfecto, porque aún llegando dos puntos abajo (36 a 34), Maronese era el candidato en la previa, por la experiencia de sus jugadores y porque del otro lado se encontraba un grupo de ´muchachines´ con poco rodaje en esto de las finales.
Pero los guapos en este deporte se reinventaron hace ya mucho tiempo, y ahora son aquellos que defienden las ideas y jamás se sienten inferiores. Por eso Patagonia ganó ayer varios partidos. El del resultado, ya que venció al Dino por 1-0 y en la tabla final le sacó cinco puntos; el psicológico, porque nunca se dejó llevar por delante; y el futbolístico, donde fue amplio dominador a lo largo de los 90 minutos, al punto que hizo figura a Nelson Churrarín.
El mayor mérito del equipo de Miguel Silva fue no resignar su estilo, a pesar de que el campo de juego poco ayudó a los virtuosos. El campeón mostró solidez defensiva, buen manejo en la mitad y a un inteligente Eduardo Aciar, siempre pensante y con el corazón caliente. El local no sacó diferencias antes porque Nello Grassi estuvo más veloz que preciso, sin dejar de lado que Churraín y sus cancerberos (Vásquez, Odebe y Rickemberg) defendieron con uñas y dientes su arco.
Patagonia comenzó a sacar diferencia en los vestuarios, al conocerse la noticia de que Mario Barros finalmente no se había recuperado de un golpe en la espalda, a la altura de la cintura. Sin el Obelisco, Maronese es otro equipo, tiene poca sorpresa en la avanzada y pierde peso en el área.
El Naranja se sacó de encima los nervios con rapidez y a los 6 casi se pone en ventaja, pero el cabezazo de Grassi fue el palo. Los de Hugo Silva entraron en la fricción e intentaron hacer pesar la experiencia, pero el campeón era más veloz para resolver en la mitad, algo que se vio a los 16, en un rápido contragolpe que no acabó en gol de Andrés Curbelo por los reflejos de Churrarín. Mismo escenario a los 22, después de una buena combinación de Nelson Díaz y Curbelo que acabó en un disparo de Hours que pasó cerca.
En el complemento el juego se tornó más duro y caliente, y las más claras también fueron de Patagonia. Churrarín le ahogó el grito a Aciar (a los 9) y a Curbelo (34), hasta que a los 45 Aciar manejó con sapiencia una contra, lo vio entrar por el callejón a Ampuero y el más chiquito de la cancha venció al más grande en rendimiento hasta ahí. Así, para continuar con el simbolismo.