"Creo que tuvimos la personalidad que nos venía faltando", explicaba el inalterable Perilli en un vestuario donde gobernaba la mesura. Muchos, como el Loco Bielsa, dicen que se aprende más de las derrotas que de los éxitos, y al parecer este Cipolletti entendió el mensaje.
Si bien el equipo estuvo ajustado, la figura fue Cristian Martínez, por presencia y prestancia, porque en las alturas pareció tener alas y porque jamás falló en los cruces exigentes. El plus del central estuvo en la soltura para desenvolverse con el balón y en el corazón que puso, igual que su ladero, el Negro Roberto Muñoz.
Raúl Ruiz fue exigido poco pero evidenció algunas dudas, igual que César Medina. Jorge Cid, en cambio, aportó seguridad y salida.
Casi en el mismo escalón que Martínez se ubicó Marcos Carrasco, pulpo del medio y vencedor en un terreno donde Patronato daña: las segunda pelotas. A su lado, Larenas ejecutó el papel a la perfección y tuvo la tranquilidad necesaria para jugar y hacer jugar. Manuel Berra da la sensación de haber nacido para las finales, por la guapeza y porque goza con hacerse cargo de las pelotas calientes. Orlando Porra fue de menor a mayor y terminó con un aprobado después de ejecutar un gran tiro libre en el gol de Carrasco, y Hugo Prieto alternó buenas con malas, aunque su velocidad será clave en la vuelta.
Oscar Padua tuvo escasa participación, salvo por la jugada del penal, en cambio Germán Alecha estuvo activo y fue el encargado de clavar el tranquilizador 3-1.